Pues sí, vaya si es posible.
Villamocos, madrugada del 5 de octubre, alrededor de la 1:30. Una manita me da unos golpecitos en la brazo mientras una voz lastimera musita: «Mami… me duele la barriga». Hasta aquí, escenario habitual y frecuente. Lo que no es tan frecuente es que la manita esté sudorosa y fría y que la vocecita acabe la frase con un ruido a medio camino entre un eructo y una tos. Y ahí, la madre de dos, tía de una y pediatra de unos cuantos, sabe qué va a pasar: el VÓMITO. Lo de después, ya se sabe: cambio de sábanas, lavar manos y cara, comprobar fiebre, aplacar a la criatura (a la sazón Miss Berrinche) e intentar que se duerma profundamente. La mayoría de las veces en que vomitan por un «empacho», suelen echar lo que les sobra (o les sentó mal), se quedan a gustito y una vez se duermen se acabó el problema. Pero no en esta ocasión… La petite vomitó una docena de veces, cada media hora, a lo largo de la noche. Evidentemente las 10 últimas sólo echaba jugo gástrico. Por cierto, recalco: jugo gástrico, que es amarillo o verde claro, no «bilis», como se suele decir. La bilis es verde oscuro y agárrate los machos si de verdad ves a un niño vomitar bilis. Pero eso es otra historia.
El caso es que dieron las 7:30 de la mañana y mi despertador sonó para irme a trabajar… a hacer la guardia hospitalaria después de la doméstica, vamos a decir. Y además, con serias dudas de que no tuviera que llevarme puesta a mi hija pequeña e ingresármela a mi propio cargo (ya que estaba de guardia de hospitalización pediátrica, o sea, «guardia de planta» de toda la vida). A veces hay que ingresar a los niños con vómitos, si estos no ceden y por tanto impiden un aporte de líquido y alimento suficiente. Al final no hizo falta y a base de ofrecerle chupitos de zumo y agua azucarada, más una siesta de órdago a media mañana -favorecida por la febrícula-, los vómitos cesaron. Como se ve, tecnología pediátrica puntera, en Villamocos… ¡agua con azúcar! ¡ni siquiera un triste Acquarius! Pues sí, porque Miss Berrinche no tenía diarrea (ahora bien, puede acabar teniéndola hoy o mañana), sólo vómitos, y su problema no era la deshidratación (aún) sino la posible hipoglucemia. Cuando se quedan los pobrecitos bajos de azúcar por el ayuno prolongado y los vómitos, el cuerpo pone en marcha otras vías para obtener energía que desembocan en la formación de cuerpos cetónicos (sí: cuando las abuelas hablan de que el nieto «tiene acetona» se refieren a esto), pero conduciendo a un aumento de la «acidez» del organismo -acidosis, más propiamente- que como éramos pocos y parió la abuela (la misma de la acetona, supongo), les da más ganas aún de vomitar. O sea, que ahí tenemos el círculo vicioso. Pero en fin, dejo de dar la lata, que en Internés ya se encuentran multitud de webs, blogs y enlaces que desarrollan los entresijos del apasionante mundo de los vómitos en el infante, para aquél que tenga curiosidad.
… Total, que llegué a coger mi guardia al hospital y pude comprobar en los muchos ratos que pasé en la Urgencia que… ya están aquíiiiiii (música de Poltergeist, intro)… pero, ¿quiénes? LOS VIRUS. ¿Qué virus? pues todos aquéllos que aprovechan a manifestarse cuando hay arrejuntamiento de niños. ¿Dónde? en los coles y en las guarderías. ¿Cuándo? con la vuelta al cole y la vuelta del frío, o sea que el show suele empezar en octubre. ¿Y hasta cuándo? pues… con altibajos, pongamos que hasta mayo. Y efectivamente, como yo sospechaba, un motivo de consulta repetitivo durante la guardia fueron los vómitos, con y sin diarrea. O, como hasta hace bien poco decía Trotandovoy, gómitos (que según ella expuso recientemente, bien podría ser el término que describiera el vómito de gominolas).
Como es bien sabido, todas toditas las guardias -ya sean buenas o malas, de Urgencias o de planta, con compañeros más divertidos o más aburridos, con camas disponibles o sin ellas, con caso misterioso o sin él, con menú del comedor comible o no…- SIEMPRE SE TERMINAN. Y entonces empieza el SALIENTE DE GUARDIA… y hoy, entre la hija arrastrando su virus (con bastante elegancia) y la madre arrastrando la guardia número ¿700? (con cada vez menos elegancia) tenemos la excusa perfecta para remolonear en el sofá y quizá comer alguna gominola aunque sólo sea para asegurarnos de que la petite ya no gomita.
Pobre petit. Es una desgracia todo el post en sí. Pero me parto. Besitos y ánimos. Y que trotandovoy se libre del contagio.
Ooooooh. No se ha librado. Empieza la tercera noche de guardia. En los puestos de salida Trotandovoy con tres vómitos en diez minutos, una toalla y dos juegos de sábanas, Ironman con una fregona y Servidora arrepentida por no haberme traído un antiemético del hospital. Deseadme suerte!
Petit, petit, recupérate bien, que es tiempo de cole, pero también de fiestas de cumpleaños.
Como me mola poder enterarme de que lo que «gomitamos» tras las gominolas es jugo gástrico, aunque yo soy más de «gomitar» el sobrante. Un beso