El niño, de casi 4 añitos, es muy parlanchín. Viene a mi consulta remitido desde Urgencias por una cojera desde hace dos días que ha ido mejorando espontáneamente en las últimas horas. Sospecho que no hay nada grave: probablemente un traumatismo sin importancia, y así se lo hago saber a la madre mientras exploro al niño ante la atentísima mirada de su abuela. Él, mientras tanto, me va contando cuáles son sus animales favoritos, sus comidas favoritas, y cómo se llaman sus mejores amigos del cole. No calla y no está nada asustado, lo cual me pone las cosas fáciles. Cuando termino de explorarle, le pido que me cuente él mismo qué le ha pasado, ya que -le digo- me parece que se explica muy bien. «Pues me pasó que me caí, y me hice daño en la pierna, y entonces caminaba como decía mi abuela». Y yo: «¿Cómo decía tu abuela?». Él: «Pues decía que parecía la duquesa de Alba». Y la madre, la pobre, no sabía dónde meterse, aunque nada comparado con la abuela…
De éstas, casi a diario… :-)))
Joder, qué envidia de profesión…
Con lo que me gustan a mí los niños!
Siempre digo que es la mejor especialidad médica,… Pero el resto de médicos no pediatras no lo saben! Jajaja
Nosotros tenemos la suerte de que tratamos con pacientes de todas las edades, es una de las cosas por las que me gusta mi especialidad. ¡Saludos!! 🙂
Muy cierto! Y anécdotas desde luego tampoco os faltan! Saludos, Otoblog!
Ahora que estoy en neonatos echo muchísimo de menos estos pacientes parlanchines…