Como decía aquí, ya están con nosotros los virus otoñales. Y eso significa que salen a la palestra pediátrica, como todos los años, los MOCOS. Yo creo que además de la fiebre es el síntoma que más consultas origina. Después de unos cuantos años haciendo guardias en Urgencias Pediátricas, en este como en otros temas acabé apañándome mi propio «decálogo» de puntos importantes que explicar a los padres de los niños con mocos acerca de la vida, obra y milagros de los mismos. Y me he dicho: «¿Por qué no escribirlo en el blog?» Y luego me he contestado: «Pues porque es una chorrá«. Pero luego he pensado: «tan chorrada no será, cuando preocupa a tantos padres y abuelos en todo el planeta«,… porque, desde luego, a quien no les preocupan en absoluto los mocos es a los productores de los mismos. 🙂
1.- Los mocos son defensas de los niños. Literalmente, vamos. Porque están compuestos por células defensoras (respuesta inmune) y además también porque protegen físicamente, al crear una barrera (por algo son pegajosos… el cuerpo está muy bien pensado) que hace de obstáculo a la entrada de los gérmenes por las puertas más habituales: nariz y boca. Tendrán mocos los niños más pequeños, que son los que están sumando virus a su pasaporte de microbios pasados del que hablaba aquí. A medida que crecen, van teniendo menos mocos. Los adultos también tenemos mocos, pero menos cantidad y menos frecuentemente, porque ya nos van quedando menos virus de los que inmunizarnos.
2.- O sea, que si mocos = defensas, menos mal que hay mocos. Los mocos son buenos. Qué digo buenos: buenísimos. Es más, habría que preocuparse infinitamente más de un niño que no produciera mocos nunca (aunque no creo que exista).
3.- No es cierto que el color y consistencia de los mocos se relacione inequívocamente con la causa que los produjo. O sea: los verdes no tienen por qué ser causados por una infección más virulenta que los amarillos, los blancos o los transparentes.
4.- No pasa nada porque los niños se coman los mocos. Esto me lo han preguntado alguna vez en Urgencias. Pues no, no pasa nada. Me acuerdo de un día en que la Petite (que tendría 5 años) preguntaba que qué era eso de la pirámide de alimentos que les habían contado en el cole, y Trotandovoy (que tendría 6) se lo explicó con el siguiente ejemplo indiscutible: «¡Claro! arriba del todo en lo estrechito, están los alimentos que sólo se comen muy poquitas veces, como las chuches, los níscalos y los mocos». Yo creo que era su forma de intentar ocultar la verdad: que zampaba mocarros a diario.
5.- El problema es que los mocos, sobre todo en los lactantes, son malos amigos (o buenos enemigos, según se mire). Un tiarrón de 2 ó 3 años va a sobrellevar un catarrazo con su producción continua de mocos probablemente con bastante elegancia; peeeeero no será así en un lactantito de 4 meses… porque los mocos no le van a dejar respirar bien y por tanto comerá menos veces y menos cantidad, y dormirá mucho peor de lo habitual. Un rollo, vamos. Y un rollo habitualmente relacionado -qué le vamos a hacer- con la asistencia a la guardería.
6.- Y empiezan las malas noticias: a los niños de pocos años que ya van al cole/guarde, van a durarles (los mocos y los virus) más o menos desde septiembre a mayo. O junio. Hay épocas de menos mocos, como enero, cuando han pasado todos los retoños dos semanas de vacaciones de Navidad fuera del cole.
7.- Más malas noticias: no hay ningún medicamento para quitar los mocos. Y si lo hubiera, sería un medicamento para usar en casos muy seleccionados, porque como dije antes, los mocos son buenos. Sí que hay en las farmacias mucolíticos, que sirven -en teoría- para que el moco sea más fluido y por tanto se expulse con mayor facilidad. Pero esto, hasta donde yo sé, aún no se ha demostrado con la suficiente evidencia científica. Además, los niños suelen expulsar los mocos ellos solos que da gusto verlos (como me dijo una vez un abuelo, «esta niña parece una fragua, de tantos mocos que suelta»). Algunos saben hasta hacer pompas de mocos. Pero ojo, no siempre los expulsan hacia «afuera» o de forma visible: a veces salen de las fosas nasales no por delante, sino por detrás, y llegan a la garganta y de ahí al estómago. Se tragan. Lo que me lleva al punto 8.
8.- En ningún caso los mocos «bajan al pecho». Los mocos se producen en el pecho mismo, mejor dicho, en la mucosa de los bronquios, si es que éstos están irritados. No hay nada que uno pueda buenamente hacer para evitar que los mocos bajen al pecho, ya los va a fabricar el pulmón si lo necesita para defenderse. Como decía, los que pasan a la garganta y se tragan, van al estómago.
9.- La leche de vaca no produce mocos. No sé por qué se ha puesto de moda esta corriente que culpa de todos los males de los niños a la leche de vaca y a los cereales…
10.- Eso sí, podemos aliviar al niño quitándole los mocos. Los niños mayorcitos, aunque con no demasiado decoro, saben quitárselos solos (secuencia: cogen aire, cierran la boca y soplan por la nariz con todas sus fuerzas para que salgan dos velas de mocos hasta la barbilla), pero los lactantes pequeños no. Y a ellos sí se les debe ayudar, con lavados de suero salino (no soy muy partidaria de aspirar mocos a destajo).
Si es que el saber popular en cuanto a pediatría es infalible… como le conté el otro día a mi sobri, orensana de adopción: «nene galeguiño, nene con moquiños». Y tan contenta que se fue, haciendo rítmicas pompas de mocos con su nariz.
Post de gran valia para el padre de un terremoto de 13 meses. NO me cabe duda de que lo voy a usar de referencia en el futuro, muchas gracias!
Uy, trece meses: una mocosa en toda regla!
De «chorrá», nada. 10 consejos como la copa de un pino, muchas gracias (me encanta tu blog, por cierto). Dime también que hay niños más productores de mocos que otros, por favor. ¡Porque yo en casa tengo uno de los mayores centros de producción del mundo!
Pues, sin saber si habrá algún sabio que haya investigado de forma seria al respecto… Supongo que sí, que haberlos, habrálos! Jaja. 😉