Las nenas estudian música – 2

Creo que ésta ha sido la vez que más he tardado en postear desde que este bloguete nació. Razones no me han faltado: una noticia triste que ha motivado un viaje de tres días a Asturias, y evento «positivo» -asistencia a un Foro de mi especialidad- justo a continuación. Ya conté aquí mi opinión acerca de los congresos, aunque en este caso la reunión presencial me ha parecido bien por varias razones: se trata de un foro a la que asistimos «pocos» (algo más de 100), es de corta duración (una tarde y la siguiente mañana) y además es en España. Balance, en definitiva, muy bueno. 🙂

Hablaba yo del conser, y decía que no todo es tan bonito como parecía que lo pintaba. Así es: es obvio que supone un esfuerzo por parte de las niñas principalmente, pero también por parte de sus padres, oséase Ironman y servidora. Porque como os contaba el otro día, empezaron muy pequeñas; y les cuesta comprender el lenguaje musical, y tenemos que estar ahí: explicando y apoyando. Nuestra experiencia con el instrumento (chelo) es otra historia, comparado con lo que yo viví de niña con el piano en el conservatorio. Tuvimos la suerte de topar con Profedechelo (que después de más de dos años ya forma parte del elenco de personajes villamoquiles), del cual sólo puedo decir cosas buenas como profe, como músico y también como persona-que-comprende-a-los-niños. Una gran suerte, porque el miedo escénico al «dar la lección» es algo que Trotando y Miss Berrinche jamás han experimentado, y por extensión, tampoco en los exámenes (que se llaman eufemísticamente audiciones). De hecho, mis queridas hijas se toman el tema chelístico con bastante cachondeo, jolgorio y laxitud, todo hay que decirlo. Muchas veces, durante la clase, el pobre Profedechelo -que tiene paciencia, ¿eh? me consta- tiene que recurrir al «¡crucis!» que viene a significar «tiempo muerto: deja de hacer el asno y céntrate», pero dicho con cariño. 🙂

Aparte de Lenguaje Musical y chelo, la otra clase es Coro… y aquí, directamente, lo pasan pipa.

Y mucha gente, cuando se entera de que mis hijas van (tan «pequeñitas») al conservatorio, me mira como si fuera una madre cruel, dictadora y exigente, e incluso que estropea parte de la infancia a sus hijas. Olé (¡me he quedado a gusto!). Pues bien: no lo veo así, aún reconociendo que supone un esfuerzo nada despreciable. Me explico. Comienzo por los tiempos. Emplean 4 horas a la semana en asistir a clases. Intentamos repartirlas a lo largo de la semana de forma que van 3 días a la semana (La Petite) y 4 (Trotandovoy), nada más salir del cole o a última hora de la tarde. De estas 4 clases, dos son muy dinámicas y nada aburridas: Coro y chelo. Las clases más «rollo», según las nenas, son las dos de Lenguaje Musical. Así que no es tan diferente (en cuanto al tiempo empleado) de los niños que van a otras actividades extraescolares. Como decía el otro día, tenemos el conser cerca, y no pierden tiempo en desplazamientos. Os aseguro que el rato que están en casa cada tarde es más que suficiente para hacer los deberes del cole y para jartarse de jugar, ver la tele y leer cuentos antes de dormir. 🙂

Y luego, el tiempo en casa. ¿Cuánto emplean en la música? pues desvelo el misterio. No tocan el chelo más de 15 ó 20 minutos al día y no todos los días. Ojalá pudiera decir que tocan 30 minutos a diario, pero mentiría… qué va. Con 15-20 van que chutan, lo reconozco, y algunos días, 2 a la semana o así, se nos olvida… y de momento no nos ha ido mal (Profedechelo, no cambies tu opinión sobre esta familia, porfa). En cuanto a Lenguaje Musical, en casa emplean 20 -25 minutos a la semana (durante el fin de semana).

Y ahora mis reflexiones. Estoy convencida de que estas 4 horas semanales, más los 15 minutos al día en casa, los emplearían probablemente en ver la tele o jugar al iPad de no dedicarlos a la música. Convencida. Hay tiempo pa tó. Y, por otro lado: han pasado ya varios años y sin darnos cuenta casi, tienen una formación musical. La cual sólo puede traer beneficios, de esto estoy segura (se ha escrito bastante al respecto),… además de muuuuchos momentos de disfrute para ellas. ¡Seguro! Y no sé si van a llegar a cursar el grado Profesional o se van a quedar por el camino, pero sé (o eso espero) que en el futuro agradecerán haber tenido unos padres pesados que las metieron en el conser. 🙂

Y no sólo ellas. Tendríais que ver las caras embelesadas de sus abuelos la Nochevieja pasada, cuando dieron su primer conciertito ante nuestra multitudinaria familia y acompañándolas yo al piano. Que hasta unos vestiditos de ciertopelo azul les compré para la ocasión. Y Ironman… de hierro fundido. 😉

 

 

 

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