Fases de una guardia de Urgencias.

Después de 13 años largos desde que aprobé el MIR y empecé a trabajar como médico (los primeros 5 años en una especialidad de adultos y los últimos 8 como pediatra), llevo hechas unas cuantas guardias. Calculo que unas 700, de casi todos los tipos. Aquí os expongo las fases que atravieso (desde el punto de vista psicológico y físico) a lo largo de una guardia. Las que atravieso yo, ojo, que a lo mejor el de al lado ni se inmuta. Y me voy a referir sobre todo a las guardias de Urgencias Pediátricas, que es donde más me ha tocado.

1.- La preguardia: prólogoEs decir, las horas antes de empezar la guardia. Psicológicamente, estoy un pelín irascible, la verdad. Si la guardia me estropea algún plan (pongamos comerme unas chuletillas en Segovia con mi familia y amigos) a veces hasta estoy un poco triste. Esta fase evoluciona con los años: en mis primeros años de residente, en la preguardia notaba también MIEDETE (no miedo, ¿eh? miedete), sobre todo ante la «primera guardia de» (de Urgencias, de Intensivos, de Planta…). A día de hoy y como adjunta, miedete no; respeto sí. En la preguardia, a nivel físico, no noto cambios. ¡Y espero no llegar a notarlos! 🙂

2.- Coger la guardia: introducción. Es el momento en que los médicos que se van a su casa nos ponen al día de cómo está el percal a los que entramos. En esta fase es cuando una se crea unas expectativas de cara a la guardia según el comentario del compañero que te la entrega. «Ná: va a ser buena». O el temido: «Suerte. Valor y al toro. Vosotros podéis», dicho con palmadita en el lomo incluida (=guardias tiemblacanillas). Peeeeero, he aprendido con los años que nunca jamás de los jamases hay que fiarse de esta primera impresión: la guardia que se antojaba plácida cual olita ondeando en el Mar Menor puede convertirse en cuestión de una hora en el equivalente al huracán Katrina. Por tanto, opino que desde el punto de vista psicológico es mejor mantenerse a la expectativa con actitud positiva; aunque cojas la Urgencia con 30 niños esperando, 3 de los 4 boxes bloqueados y el hospital lleno sin camas para ingresar. A nivel físico, es importante antes de empezar la guardia de Urgencias haber comido y bebido (y obviamente dormido), y no pensar «ya iré a comer algo luego en un momento»… ¡¡¡error!!! Una guardia puñeterilla puede envolverte como un tornado sin dejarte salir para nada. Así que, al consejo de venir comido, dormido y bebido, añado venir meado -y lo que sea menester-.

3.- Primeras horas de guardia: empieza la trama. Después de un par de horas, la guardia ya está rodando. Si es invierno, habrá muchos niños; si es verano, habrá menos. Y esta tónica se mantiene a lo largo de la guardia. Y la dinámica se establece: y veremos bronquiolitis, diarreas o fracturas según la época del año, sin parar, con ritmo, casi siempre eficazmente, y parándonos con los casos que lo requieren. Psicológicamente, estoy concentrada, aún de buen humor y muy activa. A nivel físico y si la guardia está siendo complicada en cuanto a carga de trabajo, suelo haberme olvidado de si tengo hambre o sed, aunque se agradece el turno de «partir», que es cuando los médicos nos dividimos para ir por turnos a comer o cenar. Aún me acuerdo de mirar el whatsapp e incluso contesto alguno. Da tiempo a contar alguna tontá que nos ha pasado durante el día, hacer alguna broma (que siempre viene bien) y -lo más importante- a explicar lo necesario a los residentes. A esta fase también la llamo «dar cera-pulir cera», porque hay que intentar trabajar ágilmente para llegar bien a la siguiente etapa…

4.- Momento intenso o nudo central. O lo que es lo mismo, cuando hay un lío padre en Urgencias. Esto ocurre en dos momentos del día: en torno a la 1-2 del mediodía y en torno a las 8-9 de la noche. En cuestión de media hora, la sala de espera parece la calle Preciados en las rebajas de enero. En esa franja horaria es cuando invariablemente aumenta el número de niños que llegan a la urgencia. Psicológicamente, lo que siento es un poco de estrés. Si a esto se añade que aparezca un niño grave (o varios), al estrés de la presión asistencial directamente se añade la adrenalina. En estos momentos álgidos de la guardia, me he sentido a veces como si fuera una camarera detrás de la barra del bar y cientos de personas me estuvieran gritando, pidiéndome simultáneamente otros tantos cafés de otras tantas formas distintas. Y no, no puedo equivocarme al servirlos. Y sí, en esta fase la que intenta no ponerse de mal café soy yo 🙂 . Físicamente, noto las piernas cargadas (hay que jorobarse,… más que después de correr 5 km), y la tripa hinchada. La tripa, en las guardias, se hincha. Esto es así. El porqué, no lo sé (aunque lo supongo). Y como en Gran Hermano… aquí sale a la luz la verdadera personalidad de cada uno. Y no suele haber mucho tiempo para enseñar a los resis, ni para detenerse mucho con un paciente, y obviamente nada para mirar el whatsapp, aunque éste es el momento en que tu grupo más activo intercambia 123 mensajes para dilucidar qué fin de semana elegimos para irnos de casa rural pero no pueden decidirse porque faltas tú por votar…

Continuará…

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