Continuando con el post previo (aunque en la vida real la guardia va tó-seguido, ¡qué se le va a hacer!):
5.- La guardia se va tranquilizando: resolución. A partir de una hora variable (que depende de lo chunga que haya sido la guardia, pero normalmente 1-3 am), se va controlando la situación. El niño que te preocupaba se resuelve en un diagnóstico esperable, las camas que no tenías disponibles aparecen por arte de magia, el paciente grave está ya en la UCI pediátrica, los quirúrgicos en quirófano y la avalancha de nenes en la entrada de Urgencias va disminuyendo. O lo que es lo mismo, después de la tempestad siempre viene la calma. Pero cuidadín, que aún pueden venir las réplicas del terremoto con algún paciente grave más: y ya te pilla cansada, agotada a veces (por ejemplo si coincide que una está embarazada). Pero a nivel psicológico… ya vislumbras el final de la guardia, aunque queden horas aún. Por primera vez en bastante rato, te permites sentar el culo a repasar con calma los últimos pacientes que quedan en Urgencias; pero sentada, no de pie. Y ya entrada la madrugada, o antes si las guardias son «buenas» (en verano) es cuando por fin puedes HABLAR con tus compis: contaros cosas, como el piso guay en el centro que se ha alquilado uno de los resis con su novia, los cotilleos de la última fiesta del hospi o el viaje a Tailandia de una de las enfermeras. De nuevo como en Gran Hermano, los sentimientos aquí encerrados en Urgencias se magnifican 🙂 . Incluso soltando bastantes burradas, pero es que hay que liberar tensión. Por fin puedes contestar al whatsapp de la casa rural, pero decides que no, porque no son horas. Y físicamente,… más dolor de «piennas», barriga más hinchada, y sed como si llevaras tres días vagando por el Sáhara. Y ahora que hay tiempo, bebes: que si un zumito, que si una cocacolita. Ya te arrepentirás, ya. 🙂 Uno de los mejores momentos de la fase resolución es la siempre inigualable e inimitable cena de l@s enfermer@s, de la que siempre me ofrecen (debo de dar penita a esas horas). Jodó, qué manjares, qué preparación, qué todo. Ñam.
6.- A dormir: el final feliz. Momento en que por fin todo está controlado, reina la calma chicha (más o menos: que estamos en Urgencias) y una se retira a sus aposentos llevando consigo el busca. En algunas guardias (por ejemplo en partos) hay que estar preparado para salir corriendo, mientras que en otras no tanto. Eso es lo que marca la diferencia en cuanto a de qué cosas despojarse para acostarse. Cuanto más te quites, más te tendrás que poner (y rapidito) si te llaman al busca. Circula por mi hospital la historia de la residente que llegó corriendo al paritorio y lo que llevaba colgando del cuello no era el fonendo, sino el sujetador… 🙂 y todo lo contrario, tengo compañeras que se acuestan tal como dejaron la Urgencia, con la bata, el fonendo, los bolsillos llenos de bolis y por poco los zuecos puestos… En el aspecto psicológico, empiezo a imaginarme el día siguiente en «libertad» y a hacer planes. Y el ratito que duermo, sueño con la Urgencia en un 95% de las veces, por lo que cuando suena el despertador para bajar a pasar la guardia, me da la sensación de que no he parado de ver niños. A nivel físico: yo no sé por qué (pero sé que a otros también les pasa), las pocas horas que duermo las duermo entrecortadas porque me hago pis. Pe peo toa. Es así. Un resi de Interna me contó hace años que él creía que la razón estaba en que, al tumbarse uno por fin, aumentaba la perfusión del riñón. Ay, chico, pues no lo sé, pero desde luego la mayoría de las veces no me hace falta despertador porque tengo que ir corriendo al baño a las tres horas de acostarme (y maldigo la cocacolita y el zumito que bebí de madrugada)…
7.- El saliente de guardia: epílogo. Como dicen los ancestrales proverbios de los médicos residentes (y no tan residentes), hasta la peor de las guardias siempre se acaba. Y es entonces cuando empieza el saliente de guardia, que para mí, y por más que pasen los años, son de mis días favoritísimos del mes, aunque estoy hecha una piltrafilla. Psicológicamente, en el saliente de guardia, una tiene sensación tremenda de libertad y de satisfacción por «haber currado tanto». Así que también piensa una que se lo merece todo, todo y todo, como el anuncio. Porque yo lo valgo. Estos sentimientos tan exaltados se van matizando con los años (también se aprende de los errores pasados), pero en lo que se traducen habitualmente es en: aunque estoy matada de sueño y cansancio, voy a arrasar en Zara y Mango. Consecuencias: llegar a casa con tres bolsas de trapitos de los cuales habrá que devolver 9 de cada 10. A día de hoy sé que nunca jamás debo ir de compras saliente de guardia, por muy tentador que sea. Dependiendo de la personalidad de cada uno, los habrá que en vez de comprarse ropa se hagan ese corte de pelo que no se atrevían a hacerse, manden el whatsapp equivocado a la persona equivocada o se comprometan a probar el puenting. El caso más extremo que conozco fue el de un R3 de Familia que nada más salir de guardia, zasca: se compró un coche (que no necesitaba). 🙂 Actualmente aprovecho (qué le voy a hacer, me hago mayor) para trabajar en artículos, sesiones… o si la cabeza no me responde ni siquiera para eso, me acurruco en el sofá con la Batamanta que las nenas me regalaron específicamente para estos días, y veo alguna peli o alguna serie. A medida que avanza el día, las pilas se van apagando y me sitúo en un cierto grado de mala leche bastante comparable al de la preguardia. Físicamente, en el saliente tengo cansancio, hambre y sueño. En definitiva, los apetitos están desmedidos. Y… que sepáis que aunque no fue nuestro caso -que yo sepa, porque Miss Berrinche aún sigue pareciéndome un milagro de la naturaleza-, muchos hijos de médicos son concebidos en los salientes de guardia. 🙂
¡Espero con ilusión comentarios de experiencias guardiles!
Qué bueno Sara! Aquí estoy yo, a las cuatro y media de la mañana, con los párpados que ya no saben si subir o bajar… Sentada en una silla de la UCI y mirando fijamente una telemetría en la que ya solo veo líneas de mil colores. Acabamos de recoger nuestra cena, acabamos de ofrecer tortilla de patata al adjunto que se retiraba a sus aposentos..ese que sabemos lleva su busca para lo que necesitemos… Esperemos que no nos haga falta llamarle. Eso significará que en un rato tomaremos un café, que por supuesto nos hinchará y nos revolverá la tripa, y haremos nuestras últimas tareitas hasta que ansiosas, y con bolso en mano, veamos llegar al turno de mañana. Luego llegará la única parte buena de esta vorágine de turnos. Volver de dejar a las niñas en el cole y saber que tu, aunque sea a contracorriente, te vas a dormir… Eso si, en tres horitas la vejiga nos avisará….
Jajajaa Ale, cuando lo escribía pensaba yo: «seguro que el turno de noche de enfermería es parecida la cosa»… Oye, blog enfermeril ya! Anímate!!! 😉
Ole!! Veo que no soy la única a quien las postguardias han jugado malas pasadas! Las fases de la guardia son clavaditas a las de Interna, pero lo nuestro con yayos que gritan «policiiaaaa!!!». Gran post 🙂
Muchas gracias!!!! Y sí… También sé algo de guardias de Interna, jajaja (soy pediatra «en segundas nupcias»). Por cierto, me ha encantado tu blog!
Las guardias acaban con cualquiera, pero como no hay más remedio que hacerlas… nos las tomaremos con humor!!! Muy buen post!
Toda la razón! Jajaja. Gracias por comentar, que así he descubierto tu blog!!!!