Guardia de Urgencias del miércoles pasado. Hora punta: 22 pm. Voy pululando de box en box viendo niños con los resis, cursando altas, hablando con padres, planificando ingresos, rellenando hojas de tratamiento y cogiendo el teléfono que no para de sonar. O sea, lo habitual en el nudo central que contaba yo aquí.
La enfermera que está en el triage me pide que valoremos juntas a un bebé. Tiene un mesecito y medio y ha estado ingresado con bronquiolitis durante una semana, hasta hace dos días que fue dado de alta. Los papás le han traído porque percibían un empeoramiento en su respiración. Se han traído también al hermanito mayor, un nene de unos cinco años -no más- que está ahí plantado con su pijama de Spiderman y los ojos muy abiertos, sin perder detalle de lo que hacemos (auscultar a su hermano, ponerle un pulsioxímetro y decidir qué hacemos en primera instancia). Una vez que me recoloco el fonendo al cuello, nuestro Spiderman me mira con gesto de franca preocupación y me pregunta, adelantándose a sus padres: «¿Verdad que está bien mi hermanito?»… A lo que tanto la enfermera como yo le contestamos, cariñosas: «Sí, bonito, está bien. No te preocupes«. Y nos miramos entre nosotras con ternura («Cuánto tendrá que querer a su hermanito este chiquillo»)… hasta que el susodicho se da la vuelta resuelto y dice: «Menos mal, pensé que por culpa de éste me iba a tener que quedar otra semana viviendo en casa de la abuela. ¡Hale, vámonos a casa!».
… Y los padres intentando justificarle, como si hubiera que justificar la espontaneidad de un niño que dice la verdad: «Es que la comida de la abuela no le gusta«,… 🙂
Jajajajaja… muy bien chaval!
Un crack