Porque soy mujer de palabra, y dije aquí que un día lo contaría, hoy lo cuento.
En Villamocos pasamos una época complicadilla, aunque desde fuera pudiera parecer incluso lo contrario: a octubre de 2006 me remito. En esa época, Trotandovoy cumplió 14 meses y comenzó a la guardería (y lógicamente a los 4 días tenía fiebre), Ironman estaba semana sí-semana también por el extranjero, nos hallábamos inmersos en la reforma de la nueva casa, nos mudamos ANTES de que la reforma terminara (sin armarios y sin puertas) y Miss Berrinche tuvo a bien adelantarse y nacer el día ANTES de la mudanza. Además de estas ideas felices que tuvimos (éramos jóvenes e inexpertos…) 🙂 yo tuve la aún más peregrina idea de sumergirme en la preparación del MIR con la intención de sacarlo con buen número en enero de 2007 (éramos jóvenes, inexpertos y atrevidos). Toda esta vorágine añadida al hecho de encontrarnos con dos bebés de distintas edades dio lugar a unos meses de absoluta de-ses-pe-ra-ción (mátame camión) para los habitantes adultos de Villamocos, aunque sospecho que también para los habitantes infantiles. A lo mejor Miss Berrinche no se habría ganado el mote, y habría pasado a los anales de esta familia como «sólo» Miss Pucheritos o incluso, quién sabe, como Miss Plácidobebé. 🙂
Como ya conté, Ironman y yo tuvimos el dudoso honor de ser los primeritos de nuestro entorno, o casi, en procrear. No teníamos ni pajolera idea de lo que suponía criar a un bebé. Encima, debe de ser que además de jóvenes, inexpertos y atrevidos éramos también temerarios -y bastante fértiles-, habida cuenta que a los cinco meses de nacer la primera me quedé embarazada de la segunda.
Todo este rollo que hará bostezar a todo el mundo lo cuento únicamente porque si algo aprendí fue que el puerperio es una época tremendamente importante e intensa para madre e hijo (y por extensión, para padre y resto de hijos). Desde fuera, aquél otoño de 2006 (parezco la voz en off de Cuéntame) pudiera parecer que vivíamos la mayor de las felicidades con una preciosa hija de un añito y otra preciosa bebé recién llegada. Pero lo que yo vivía era el mayor estrés de toda mi vida (recalco: el mayor estrés de toda mi vida), intentando cumplir como madre de las susodichas preciosa hija de un añito y preciosa bebé recién llegada, sobrellevando una mudanza y una reforma (que iba moooooooy lenta: cada día nos remataban un armario empotrado o una puerta, volviendo a llenarse la casa de serrín… aaaagh!!!), toreando las continuas fiebres correspondientes al comienzo de la guardería de la mayor y sacando varias horas de estudio al día -sin dormir- para estudiar el MIR. Una locura, porque las primeras semanas de vida de un bebé no son para tomárselas a broma bajo ningún concepto. Locura en la que me metí yo solita, por albergar unas expectativas absolutamente erróneas de lo que iba a suponer tener dos hijas seguidas (yes we can… ¡ja!) y meterme en varios berenjenales añadidos. De ahí el sobrenombre de La Edad Oscura: cada día (y cada noche) se hicieron muy duros y a veces incluso tristones.
Además: las puérperas somos muy vulnerables. Vulnerables físicamente: tenemos episiotomías (que harían desmayarse a muchos maridos, lo que pasa es que no les dejamos que las vean), y tenemos subidas de leche que pueden doler mucho, y podemos tener los pezones hechos un cristo, y tenemos entuertos, y tenemos cambios hormonales que merecen capítulos enteros en libros de Fisiología, y tenemos cansancio extremo, y tenemos falta de sueño permanente… Pero también y más importante, somos vulnerables psíquicamente: tooooooodo el mundo opina sobre cómo debemos criar a nuestro bebé, sobre si hemos parido bien o podríamos haber parido mejor («claro… con la epidural se ve que no empujabas bien y por eso te hicieron cesárea» ¿WTF?), y lo más peor-peorísimo: hemos de tragar con una sociedad que admira a las famosas que paren y a la semana salen en las revistas inaugurando el último pub súper-cool embutidas en un corpiño de cuero que deje-bien-clarito que «la guapa actriz BarbieNancy de las Mercedes muestra una fantástica recuperación sólo 7 días después de dar a luz a gemelos»… 🙂 Pero no he terminado: somos vulnerables socialmente. Pues sí. Hablo de contratos que se frustran, y bajas maternales ridículas, y sociedad que te lo pone difícil para sacar la teta en público o llegar con un bebé a un museo o a un restaurante. Por resumir mucho. 🙂
Lo bueno de La Edad Oscura de Villamocos (siempre hay algo bueno) fue, en primer lugar, que mi madre me hizo ver que necesitaba buscar ayuda, y encontramos a Meripopins. Y en segundo lugar y no por ello menos importante es que el tándem formado por ambas hermanísimas no lo cambiamos por nada del mundo… y no miento ni exagero cuando afirmo que enseguida fue mucho más fácil el que fueran dos niñas que no una sola. 🙂
Así que, si pudiera darme un consejo a mí misma hace diez años, me diría: «¿de verdad vas a tener dos bebés seguidos?… pues agárrate que vienen curvas, y sobre todo plantéate que no vas a dar para más. No te empeñes en sacar el MIR ahora. Y busca ayuda, que encargarse una sola persona de dos bebés seguidos es muy jodido difícil«. 🙂
He dicho.
Yo habría sido incapaz. Ah, y hablando de episiotomías… La matrona que me siguió post prto obligó al Tito geólogo a ver la mía. Cómo estría aquello para que tomase esa decisión. En fin. Para mi el puerperio fue la época más extenúante de mi vida. Yo no habría podido hacer ni un quinto de todo eso que hiciste tú, ni siquiera con una sola. Fuiste muy valiente, muuucho!!
Muackkkk. Tú fuiste más sabia.