Fruto de estos días en los que tengo un porrón de trabajo extra-asistencial (o sea, el que un médico no realiza ante el paciente sino ante el ordenador), surge este post que claramente pertenece a las categorías «romper una lanza en favor de la profesión médica» e «idas de olla«.
Desde que empecé a trabajar como residente, me he ido dando cuenta con cierta sorpresa de que, o me espabilaba en determinadas habilidades (las cuales ni me había planteado durante la carrera), o mal me iba a ir. O sea, que he ido percatándome de lo que «también hay que ser» si eres médico:
Hay que ser «escritor»: saber escribir. Y no me refiero a la caligrafía, que es una batalla al parecer perdida para el gremio, ni a la ortografía (eso debería darse por hecho) 🙂 sino a saber redactar de forma aceptable tanto desde el punto de vista del contenido como del continente. Un médico escribe mucho. Diariamente, en el hospital se redactan informes médicos (de alta o de revisión), y en la historia clínica, parrafadas correspondientes al evolutivo y a la enfermedad actual de los pacientes; y en las manos de cada uno está que sean lo suficientemente detallados como para contar todo lo que hay que contar (son documentos legales), y lo suficientemente concisos como para que se puedan leer «rapidito». Claro que la práctica ayuda, y el mismo R1 que en su primer día no sabe por dónde empezar el informe es el mismo que un mes después se marca un evolutivo cervantino que da gloria leerlo. De todas formas, por lo que principalmente digo que un médico tiene que defenderse con cierta elegancia al redactar es porque es probable que en un momento dado se lance, con más o menos éxito, a publicar un artículo en una revista científica, un capítulo de libro o un protocolo para su hospital.
Hay que ser «detective»: saber buscar kilos y kilos de información científica. Esta labor detectivesca depende mucho de tu pericia en Pubmed y tu acceso a las revistas del ramo. Tengo la suerte de trabajar en un hospital suscrito a muchas de ellas, pero a mis manos de tierna residente llegaron toda suerte de páginas web y enlaces clandestinos que prometían el oro y el moro de las descargas de artículos en revistas incluso de habla hindú. Y, una vez recabada la información:

Fotica de http://www.fiuxy.com.
Hay que ser «crítico literario»: saber filtrar esa información (no todo lo que se publica es bueno), y después hay que ser «guionista», para ordenarla de forma atractiva. ¿Y para qué? pues para preparar una de las tantísimas sesiones sobre un determinado tema que muchos médicos suelen preparar al cabo del año. En julio de 2001 empecé la residencia y desde entonces hasta hoy no he parado de prepararlas (primero en transparencias y luego en power point). Para almas obsesivillas como yo, admitir que es inviable leer absolutamente todo lo escrito en relación a un tema en concreto es complicado. Y supongo que no soy la única, si aplico la famosa frase de mi amiga la Dra. Bergman, psiquiatra: «todos los médicos somos obsesivos; más o menos, pero obsesivos». Ea. Y, una vez seleccionada y ordenada la información:
Hay que ser «diseñador gráfico». Evidente: haciendo un power point detrás de otro, una se preocupa por que las diapos queden vistosas a la par que elegantes. 🙂 Hasta rayando la frivolidad, he de decir. Me he sorprendido a mí misma debatiendo con algún compañero si los fondos oscuros están realmente pasados de moda, o si el Prezi es flor de un día.
Hay que ser «orador», para defenderse hablando en público. Consecuencia lógica de los puntos 2 y 3. Y he pensado muchas veces que en el cole habría que enseñar a los chiquillos oratoria. Porque no sólo es cuestión de prepararlo y ensayarlo (si no lo haces… tendrás que ser «actor»), sino que hay que controlar los nervios. Afortunadamente no me pongo demasiado nerviosa, aunque cuando me tocó exponer en inglés vaya si me aticé un Sumial… 5 mg sólo, no me fuera a dar un parrús.
Esto es lo que se me ha ocurrido hoy después de bastantes horas al ordenador (aunque ser «informáticos» no nos hace falta: con defendernos en Windows nivel usuario vamos que chutamos), pero seguro que me dejo algo en el tintero… Y, como soy curiosona por naturaleza, me encantaría saber qué habilidades no esperadas os habéis tenido que currar al ejercer vuestras distintos trabajos… ¡Contadme!
(Sí, Tita Geóloga, me acuerdo cuando de un día para otro tuviste que dominar al volante el cambiante y enrevesado trazado de la M30, que no venía en ningún mapa…).
Yo soy veterinaria y según en qué situaciones también he tenido que actuar como; psicóloga, confidente, «sacerdote que escucha una confesión», economista de algunos clientes, prestamista, enfermera cuando algún dueño se empieza a poner amarillo y se desmaya… Seguro que me dejo algo en el tintero.
Me encanta lo que cuentas y cómo lo cuentas. Sigue así. Besos
Gracias por tus palabras!!!! Pues sí, tienes mucha razón, y todo lo que cuentas (me encanta que lo que para tí es «dueño» para mí es «padre» o «madre») es tan real como la vida misma del sanitario. Este post se refería a nuestras «habilidades» extra-asistenciales; pero está claro que hay que escribir algo acerca de las ASISTENCIALES! Jejeje. Un saludo!