Una día cualquiera en consulta.

Entra P. Tiene cuatro años. Cruza el umbral decidida: me conoce desde hace un año y sabe que aquí no hay peligro. Con una sonrisa de oreja a oreja da una vuelta de puntillas para que vea el vuelo que tiene su vestido. «¡Pero P! ¡Qué preciosidad de vestido!«, le digo. «Aaaaay, no se lo quita ni de noche ni de día. Se lo tengo que lavar a escondidas«, me dice la madre. Va disfrazada de la reina Elsa. Mientras la exploro me cuenta que Olaf no le gusta mucho. Al final, estira su dedito índice hasta tocar mi flequillo castaño y me dice: «Y tú, tú, te pareces a Ana, la hermana de Elsa«. 🙂

Entra F. Tiene casi tres años, es delgadito y moreno. Lleva en la mano derecha un camión de juguete que es casi más grande que él; se le escurre todo el tiempo y tarda en llegar hasta la consulta, y su madre le apremia para que avance. Le saludo: «¡Hola, F! ¡Qué chulo eso que traes! ¿Qué es?«. No contesta, es tímido. Y está asustado. Ya me conoce, pero no tanto como para no tener respeto a la bata blanca. Le exploro. Es un poco complicado porque no quiere soltar su enorme camión. Sigue callado. Finalmente le digo a su madre que ya puede vestirle, y entonces él sabe que lo peor ha pasado. Y mientras empiezo a explicar el diagnóstico y tratamiento, el previamente mudo F. se convierte en un parlanchín: «Mira mi camión, ¡mi camión! Este es mi camión… Mira, mi camión: ¡mi camión rojo!», insiste tirándome de la manga, para que le haga caso…

Entra M. Es una bebota de 20 meses. Casi le arranca todos los pelos a su madre en la pelea por NO entrar a mi consulta. Sé que me va a costar hacerme con ella. Señala continuamente su carrito,… porque sabe que a la calle se irá montada en él. Al final, ningún problema: activo el protocolo bebote guerrero, y funciona. [Protocolo:  en brazos de mamá –> sacar smartphone –> Youtube –> Peppa Pig. Lo que cualquiera que trabaja con niños sabe]. 🙂

"Before the shot", Norman Rockwell (1958). Campaña de vacunación masiva contra la polio.

«Before the shot», Norman Rockwell (1958). Campaña de vacunación masiva contra la polio.

Entra S. Adolescente quinceañero. También nos conocemos desde hace varios años: pero ahora tiene voz grave, y algún granillo que otro. Le da un poco de corte quedarse en ropa interior, y sé que preferiría que le explorara Dr. PyP, que además es de su mismo equipo de fútbol. Pero en cuanto le pregunto por sus planes de verano, se emociona tanto contándomelos que se le olvidan los pudores. La verdad es que, cada vez más, me gusta el trato con el paciente adolescente.

Entra J, niña de 5 años. Alegre y dicharachera, no para quieta y en menos de un minuto ha sacado todos los juguetes y pintado en la pizarra. Al explorarla, se parte de risa cuando «le hago cosquillas» (o sea, compruebo si hay visceromegalias), y sigue tronchándose de risa y sin parar de dar saltos después, al vestirse, al recoger la receta y cuando se va por el pasillo… me hace gracia el comentario de su padre: «Ya me imagino que el exceso de alegría en los niños no es malo, pero… ¡es agotador!». 🙂

En este momento del relato Miss Berrinche me interrumpe: «Pero mamá, te pregunté qué hacías en tu trabajo… y me cuentas cosas de niños que no están malitos de nada»…Y le miento diciéndole que ya están todos curados. «Pues qué bien te lo pasas en la consulta, mamá». Y ahora le digo que sí, que la mayoría de las veces me lo paso muy bien, y esta vez no miento…

Un comentario en “Una día cualquiera en consulta.

  1. Silvia dijo:

    Ojalá no hubiera enfermedades en niños. Ya que las hay, ojalá todos den con alguien que, además de esforzarse al máximo en curarlos o al menos aliviarlos, les trate con el respeto que lo haces tu. Bsss

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