Hoy en el blog, un motivo de consulta estrella en Pediatría: los dolores de crecimiento, a raíz de varias consultas whatsappeñas que he tenido en los últimos días.
Primer punto importante: Los dolores de crecimiento, como las meigas, haberlos haylos.
Pues sí, duelen de verdad. Y además, se trata de un tipo muy frecuente de dolor músculo-esquelético en la infancia. Lo que ya no está tan claro es su causa, aunque hoy día no se atribuyen al crecimiento sino más bien a sobrecarga muscular tras el ejercicio habitual del niño. Al final del post os cuento algo más acerca de las posibles causas…
Segundo: el diagnóstico es clínico.
¿Qué quiere decir esto? pues quiere decir que no suele hacer falta pedir pruebas (análisis o radiografías), sino que con lo que nos cuentan los padres o el niño y con la exploración física podemos diagnosticarlos.
¿Y cómo son los dolores de crecimiento? son propios de escolares (no bebés ni adolescentes), y afectan a ambas piernas (a veces más a una que a otra); los suelen referir como difusos, entre las rodillas y los tobillos y más en la cara anterior, y típicamente aparecen al final del día y primera parte de la noche. Incluso pueden dificultar que el niño concilie el sueño, o despertarle. Otro dato muy típico es que mejoran con «masajes», aunque probablemente sin ellos también, en un ratito. Al día siguiente, no hay dolor en absoluto y mucho menos cojera. Pueden aparecer varias veces al mes, o incluso en «rachas» de varias veces a la semana para desaparecer después durante un tiempo variable. Normalmente cuando se consultan con el pediatra ya llevan un tiempo sucediendo.
¿Y qué encuentra el pediatra en la exploración física? Nada anormal.

«Los problemas crecen» era en realidad «Dolores de crecimiento»… aunque no sé si yo hubiera visto una serie con ese nombre.
Tercero: son benignos.
Quiere esto decir que no producen secuelas a corto, medio ni largo plazo. Lo único malo que tienen es lo molestos que son, pero se acaban pasando. Por cierto: el que la duración de los dolores sea ya de meses no le aporta gravedad, más bien al contrario.
Finalmente, no es propio de los dolores de crecimiento:
El cuadro clínico es tan característico que es necesario un estudio en mayor profundidad cuando los síntomas «se salgan del guión», a saber: que afecten siempre a una sola pierna; que sean de comienzo reciente y coincidan con empeoramiento del estado general del niño; que se asocien a fiebre; que se detecte hinchazón de alguna articulación; que sean de predominio matutino; que provoquen cojera durante el día; etc. Si existen dudas, una analítica o prueba de imagen pueden ayudar a detectar enfermedad. En internet encontraréis kilos de información al respecto, porque entre otras cosas esta entidad (¡porque no voy a llamarlo enfermedad!) es una vieja conocida de los pediatras y reumatólogos/traumatólogos infantiles.
Volviendo a las causas, y aquí me dirijo sobre todo a mis compañeros pediatras: últimamente he percibido (en la literatura científica, congresos, secciones de salud de los periódicos, etc) que la vitamina D es «el perejil de todas las salsas» o mejor dicho que sus bajos niveles podrían ser los culpables de infinidad de patologías. Vaya por delante que no he investigado en serio al respecto aún (lo intentaré), pero -por probar- puse en PubMed «growing pains vitamin D», y me salen nada menos que 20 artículos. Ojeando, encontré lo que suponía: se busca evidencia acerca de la asociación entre déficit de dicha vitamina y los dolores de crecimiento. Como siempre: hacen falta más estudios…
Apunte pos-post: Puede que las causas no estén claras, pero que doler, duelen, doy fe. ¡Yo aún me acuerdo! 🙂