Intoxicación etílica en los niños.

Estos días estamos los pediatras revolucionados. Por esta noticia.

Yo no soy especialista en Urgencias Pediátricas, pero en mi día a día como pediatra sí hago guardias en urgencias. No muchas, la verdad, pero ahí están, cada mes. Y sí: en los últimos 3 años he notado cómo las guardias de fin de semana se han visto empañadas, cada vez más a menudo, por casos de niños y niñas con importantes intoxicaciones etílicas.

El tema es preocupante, mucho. Y merece la pena pararse a analizar las causas. Aviso de que escribo este post, en esta ocasión, sólo con mis opiniones y reflexiones; quiero decir que no he hecho una «investigación previa» como hago otras veces en Pubmed y Google.  Ando muy escasa de tiempo estos días, so sorry. 🙂

Por otro lado, también he de decir que conozco «las otras» urgencias, las de los adultos. Pasé, como muchos sabéis, cuatro años haciendo guardias allí, durante mi residencia de Geriatría. Y cada fin de semana, diría que el 100% de ellos, llegaban adultos jóvenes (de entre 15 y 25 años) en coma etílico. Aunando mi experiencia en los dos campos de batalla (Urgencias Pediátricas y Urgencias Generales), tengo algunas reflexiones.

Esta vez, la foto es mía. Hecha al final de una de tantas guardias.

Esta vez, la foto es mía. Hecha al final de una de tantas guardias.

Sospecho que el aumento del consumo de alcohol en niños se ha visto favorecido por el acceso de éstos a redes sociales e internet en general. Mis hijas, que tienen 10 y 11 años recién cumplidos, ya muestran claros síntomas de adicción a distintas plataformas (Musical.ly, Hangouts…). Y aunque aún no tienen móvil, pelean por conseguir el mío aunque sea sólo por tres minutos, para imitar a sus amigas grabando vídeos. No sé, pero intuyo que en el primer botellón habrá un cierto componente de imitación de lo observado en internet.

Pero creo que más importante que esto, que no deja de ser la universal tendencia de cualquier preadolescente a buscar ser aceptado por sus congéneres, influye la tolerancia social que hay al alcohol. Creo que hoy día se ven como cosas bastante distintas el alcohol y el tabaco, por ejemplo. Y ya no te digo el alcohol y otras drogas. Pero parece que, si todos tenemos claro que fumar NO, no transmitimos tan claramente a nuestros niños que beber tampoco. No lo perciben lo suficientemente peligroso. Porque socialmente está aceptado y se ve en todos lados, y además en la dosis está el quid de la cuestión.

También he observado que las circunstancias que rodean una intoxicación etílica en los niños son bastante diferentes que las del adulto joven. 

  • El veinteañero ya ha probado el alcohol antes; sabe distinguir los síntomas de embriaguez; y suele saber qué cantidad de alcohol le produce un determinado estado. A menudo lo que sucede es que en esta ocasión perdió el control y bebió más de lo que tolera, pero enseguida y con las medidas necesarias (suero glucosado, vitamina B1…) se recupera. Duermen en Urgencias y después, a casa. El niño que viene a Urgencias intoxicado, a menudo es la primera vez que bebe una bebida alcohólica de ALTA graduación. Porque esto también es importante: que yo sepa, no recuerdo haber atendido nunca a ningún adulto ni niño intoxicado por cerveza. Siempre ha sido ron, vodka, whisky. En cualquier caso, el niño que bebe por primera vez lo hace de forma tremendamente imprudente: media botella de cualquiera de esas bebidas en un corto espacio de tiempo. Y las consecuencias son, claro, nefastas. Diría que, de los niños intoxicados que yo he atendido, han acabado en la UVI pediátrica al menos el 80%. Son intoxicaciones en mi opinión más severas que las del adulto joven, teniendo además en cuenta -lógicamente- la propia fisiología del niño, que sin entrar en temas médicos (no voy a ponerme a hablar del glucógeno que os machacaría 🙂 …) le hacen más vulnerable.
  • Otra cosa que he notado es que al chaval de 20 años lo traen sus amigos a Urgencias, y normalmente han intentado remedios populares como intentar hacerle vomitar. Al niño lo trae una ambulancia, a él solo. Esto es así porque los niños de 12 años se asustan al ver a su amigo inconsciente… ¿y qué hacen? pues muchas veces, huyen. Se escapan, y abandonan a su amigo inconsciente. Esto hace que el cuadro clínico a menudo se complique con una hipotermia importante entre otras cosas (atragantamiento con el propio vómito, por ejemplo). En fin, un horror.
  • En cambio, la intoxicación etílica en niños no se suele acompañar de consumo de otras drogas, como sí sucede en el grupo adulto (insisto: en mi no muy extensa experiencia!) . No obstante, hay que comprobarlo, normalmente con tests de análisis rápido en orina que detectan la presencia de diversas drogas de abuso.

Total, que ando ya dándole vueltas a qué les vamos mi partner y yo a explicar a nuestras hijas. Porque tendremos que ir empezando a hablar de esto… se aceptan ideas! Al final no me he resistido y he tecleado rápidamente en Google, encontrando esto: cómo prevenir el consumo de alcohol en menores: pautas para padres y madres.

Cierro el post de hoy (que ha quedado SÚPERserio, no me digáis, ¡no parezco yo!) contándoos que, finalmente, ¡he quedado en el puesto 32 de los Bitácoras! En dos palabras: IM-PRESIONANTE. Gracias, salaos. Mil gracias. 🙂

 

El aborto.

Villamocos se pone seria. Hace tiempo que tenía pensado escribir sobre este tema. Porque creo que se infravalora lo que sienten las mujeres que lo sufren: así, sin más. Motivo más que suficiente.

Como no sabía cómo enfocarlo, decidí «innovar», y pedir opiniones. ¿A quién? Pues a aquellas mujeres que sabía que habían sufrido uno o más abortos. Cogí lápiz y papel y anoté todas las que se me ocurrieron: algunas muy amigas mías, otras tan sólo conocidas. Luego, contacté con ellas, por whatsapp o Facebook. Contacté también conmigo misma, claro. 😉 Algunas me contestaron; otras (las menos), no. Escribí a todas planteándoles las premisas de este atípico estudio «de campo» (por emplear un término habitual en bioestadística). A saber:

  • ¿Qué sentisteis al sufrir un aborto?
  • ¿Qué actitudes por parte de vuestro entorno NO os ayudaron, o directamente os hicieron daño?
  • ¿Qué actitudes por parte de vuestro entorno os ayudaron?

Este post nace para reflejar los resultados de mi encuesta, en primer lugar y como objetivo principal. Los objetivos secundarios (sigo empleando lenguaje bioestadístico) los expongo al final. 🙂

Y esto es lo que he recopilado (lo entrecomillado y en cursiva son frases literales de mis colaboradoras).

Sentimientos ante el aborto.

En esto, casi todas coincidimos. Desolación, decepción, tristeza, rabia. Fracaso. Incluso culpa. Y una inmensa pena. Sensación de un proyecto que se derrumba, pero multiplicado por mil. La mayor ilusión de tu vida, que de golpe se evapora. Porque aun no buscando un embarazo, desde el momento en que el test vira a positivo, se convierte en la mayor ilusión imaginable para la mayoría de las mujeres. La pena cuando todo se trunca, además, dura mucho tiempo, sobre todo si no hay un nuevo embarazo. En mi encuesta, ha habido bastantes bajas de al menos un mes y el motivo era el estado de ánimo, no otro. Tengo una amiga desde hace 25 años y nunca la había visto llorar, nunca. Hasta que abortó.

«No quería hablar con nadie. Sólo quería estar yo sola con mi pena». «Pensé que no saldría, que nunca más podría volver a ser feliz». «Nunca seré capaz de tener un bebé sano». «Aunque me avergüence decirlo, desde entonces siempre que veía una embarazada sentía mucha envidia, mucha rabia y aún más pena». 

También: sentimiento de NO VALER. De ser no apta. Esto se acentúa en caso de dificultad para lograr el embarazo.

«Me pregunto por qué todas pueden y yo no. ¿Por qué soy yerma?» «Sentía que no servía para nada. Para nada». «Me daba vergüenza ver a las personas que sabían de mi embarazo, como si me costara confesar que lo había perdido».

Todas, todas las mujeres que conozco, visualizan a su bebé en el momento mismo en que saben que están embarazadas. Y cada día que pasa se añaden detalles: sexo, color de pelo y de ojos, carácter, estatura… y nombre. Por supuesto, el nombre. La mayoría de las veces, cuando se produce el aborto nuestro hijo ya tiene nombre.

«Era mío, lo quería a él; estuviese enfermo o no, ya existía, era mi pequeño M».

Podría escribir muchas otras cosas acerca de los sentimientos que genera un aborto, pero me importa más lo que viene a continuación.

Actitudes que no ayudan.

Vaya por delante que sé (sabemos todas) que las palabras que nos habéis dedicado tras un aborto venían con la mejor intención. Pero curiosamente, todas coincidimos en las que nos hicieron daño, y se resumen en: que nadie le quite importancia a lo que me ha pasado, por favor. Ejemplos:

  • Mujer, es mejor así, habrá ocurrido porque venía mal. No, no es mejor así, qué va a ser mejor así. Lo mejor habría sido que hubiera salido todo bien.
  • Piensa que mejor ahora, al principio del embarazo, y no más adelante. No. Es falso, no lo vemos así, duele muchísimo igualmente, suceda cuando suceda. «Como no era un bebé formado, ni se me notaba ni nada, no esperaría tener derecho a un proceso de duelo… qué tontería».
  • Así, antes de la semana 12, es como si no hubiera pasado. Y una mierda gaita. Esta es la peor frase de todas. «Nadie parecía ser capaz de saber/poder contener el dolor que yo sentía».
  • Piensa que ya tienes dos hijas preciosas. Esta frase la escuché por activa y por pasiva. Como si no lo supiera. Cada vez que alguien me decía eso sentía, por un lado, que me estaban infantilizando; y por otro, que no tenían ni idea de que se quiere a todos los hijos que una tiene. Es como si pierdes un amigo en un accidente de tráfico y te dicen: «Mujer, piensa que tienes otros muchos amigos». Yo lo sentía exactamente así. Me parecía tremendamente injusto y una especie de insulto para el bebé que había perdido.
  • Ya verás cómo dentro de nada estás otra vez embarazada. Esta frase, tan repetida (incluso hay dichos: «mujer legrada, mujer embarazada», por ejemplo) a algunas de nosotras nos ayudaba y a otras no: aquéllas que habían esperado mucho el embarazo. Antes de decirle esto a una mujer que acaba de abortar, hay que pensar que a lo mejor era el primer embarazo que lograba en 4 años. «¡Me hacía los predictors cuando llevaba 1 hora de retraso de regla!» No, realmente puede no ser fácil volver a gestar. Y ante otro embarazo, hay miedo, mucho, a perderlo. «También recuerdo con pavor cómo me temblaban las piernas cada vez que tenía que ir al baño por lo que me pudiera encontrar… cualquier síntoma o sensación te hace estar alerta».

Actitudes que sí ayudan.

  • Comprende que lo que me ha pasado es terrible para mí, y muéstrame que lo entiendes. Porque estoy sufriendo mucho, aunque lo que me haya pasado sea bastante común. «Encima, tener que aparentar que lo llevas bien es un desgaste agotador». 
  • Reconoce, respeta, y espera, mi dolor. No lo tapes ni hagas como que nada ha pasado. El aborto ha sido y es un tema tabú: se esconde, se considera algo malo. No debe ser así, porque genera sentimiento de culpa en las madres (y seguro que en más padres de los que imaginamos) y las despoja del derecho al apoyo. Una madre que aborta sufre un duelo, un duelo del que debe recuperarse. «El día después de tener el rollo médico donde te quitan los productos de la gestación (término grimoso donde los haya), me fui directa a trabajar. No era nada grave lo que me había pasado, ¿no?». «No sé por qué las mujeres en general ocultan sus abortos como si fueran una lacra, o una vergüenza… y no, señor». 
  • Cuida de mí, como cuidarías de cualquier persona que haya tenido un trance médico. En ocasiones puede que haya pasado por una anestesia general, una cirugía urgente o incluso un parto para abortar un feto muerto; mi cuerpo también está dañado.

Los objetivos «secundarios» de este post son:

Por un lado, poner mi granito de arena en la reivindicación de muchas mujeres de que se respete el proceso por el que hemos pasado; y por otro, atreverme por fin a hablar en el blog de algo tan íntimo como importante. Reto superado.

Para terminar, muchísimas gracias a las amigas que habéis colaborado en la redacción de este post aportando vuestras vivencias generosamente, incluso aunque os haya dolido. 

PD: Si os pido que compartáis este post, no es por mi blog; es por todas las mujeres que han abortado y se han sentido incomprendidas. Y, si os pido que me votéis en los Bitácoras (tenéis el botoncito por aquí a la derecha abajo del todo), eso sí que es por mí y por mi blog. 🙂 GRACIAS.

 

Día mundial del Alzheimer.

Alzheimer.

Qué palabra tan presente en los medios de comunicación y en las facultades, y también suscitadora de opiniones, de emociones, de vivencias. Todos tenemos cerca alguien que lo ha sufrido, o que lo sufre. Normalmente no sólo el paciente afectado, sino sus cuidadores principales.

Mucho se ha escrito en los periódicos sobre las demencias en general y sobre el Alzheimer en particular. Y aún más se ha publicado en revistas científicas y libros médicos especializados.

Pero no todo el mundo sabe la realidad de la enfermedad desde una óptica médica. Yo reconozco que lo tengo ya lejos (once años) y quizá meta la pata es mis siguientes frases.

El paciente con Alzheimer empieza a no recordar lo que hizo esa mañana. Por ejemplo, dónde dejó las gafas. Pero el problema se percibe, a menudo, cuando no recuerda que las lentejas están al fuego desde hace 4 horas y todo el edificio huele a quemado; o cuando sale de la frutería de su barrio y no sabe llegar a casa.

El paciente con Alzheimer empieza a mostrar trastornos de conducta, y se enfada con su cónyuge por una historia imaginada. El problema se hace más patente cuando agrede a sus familiares o cuando grita de madrugada.

El paciente con Alzheimer acaba perdiendo muchas habilidades motoras. La situación se hace peliaguda cuando es difícil que se mueva o cuando aparecen las caídas (que por otro lado no son exclusivas en absoluto de los pacientes con demencia).  También acabará perdiendo el control sobre sus esfínteres y la capacidad de tragar sin atragantarse.

El paciente con Alzheimer suele ser anciano. Y, como tal, suele padecer otras enfermedades crónicas como insuficiencia cardíaca o bronquitis. Y suele necesitar medicación para tratar las mismas.

El paciente con Alzheimer puede no tener una familia que le cuide y puede no tener medios económicos holgados.

El paciente con Alzheimer se descompensa si tiene una infección de orina, o si se rompe la cadera, o si le sube el azúcar, o si coge la gripe, o si le institucionalizan en una residencia.

Estudio de la cabeza de un anciano, de Rubens.

Estudio de la cabeza de un anciano, de Rubens.

En definitiva, el paciente con Alzheimer es un reto para la Medicina.

Hay que diagnosticar la causa de su demencia (no vaya a ser un hipotiroidismo o un hematoma subdural). Hay que tratar según dicte la medicina basada en la evidencia para intentar frenar la enfermedad. Hay que medicar para controlar los trastornos de conducta, a menudo impactantes para la familia. Hay que cuidar el aspecto social, porque no es lo mismo un paciente con cinco hijos solventes económicamente que una viuda sin hijos y con una ínfima pensión. Hay que prevenir la pérdida de capacidad funcional evitable, que la hay. Hay que bregar con las infecciones respiratorias derivadas de los atragantamientos, o las retenciones agudas de orina que pueden no detectarse. Y por supuesto, hay que controlar la insulina en caso de diabetes, los betabloqueantes o los diuréticos en caso de patología cardíaca, los antiagregantes, los hipotensores, qué sé yo. Son tantas cosas… es un paciente complejísimo ante el cual reconozco que a día de hoy me vería completamente impotente.

Y además, hay que tomar decisiones cuando vayan surgiendo avatares médicos, que surgirán. Atendiendo al paciente pero también a su familia.

Y uno puede preguntarse qué médico está capacitado para manejar de forma íntegra algo tan complicado.

¿Quién sabe manejar los aspectos sociales, cognitivos, funcionales y médicos de un paciente con demencia, todos ellos a la vez? La respuesta está clara y así lo ha demostrado la evidencia: EL GERIATRA. El geriatra, junto a un equipo de enfermería, auxiliares, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales  y médicos rehabilitadores (y quien me deje en el tintero, perdón, pero escribo a toda prisa) es EL QUE SABE.

Por eso me resulta desalentador leer noticias como ésta. Porque ya sabéis que fui geriatra antes que pediatra y ya publiqué del tema aquí.

Posdata: el blog Hablando de geriatría vuelve con fuerza. ¡¡Enhorabuena a sus impulsores!! 🙂

 

Dalsy: un poquito de por favor.

Menuda la ha liado FACUA ayer.

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Aquí tenéis la noticia. No se hablaba de otra cosa en twitter. Incluso se comentaba en los típicos corrillos whatsapp de padres y madres, tal y como pude comprobar ante la decimoquinta madre que me preguntó al respecto:

¿Que el Dalsy tiene efectos secundarios sobre la atención de los niños por el colorante E-110?

¿Y que, encima, el prospecto ocultaba esta información?

¿Te puedes creer que ya hay piojos en el colegio? (vale: esto no tiene que ver, pero realmente está preocupando ya a muchos progenitores) 🙂

Cuando una ya tiene una edad (cronológica y médica) se pone en guardia automáticamente ante estas corrientes súbitas de alarmas injustificadas que, afortunadamente, suelen durar ná y menos. Y no les hago mucho caso, incluso antes de profundizar en el tema. Pero es que, ay amigo, esta vez el tema tocaba nada más y nada menos que al Dalsy, médicamento pediátrico por excelencia junto al Apiretal.

Y por eso recibí con satisfacción la reacción casi inmediata de otros blogueros absolutamente fiables desde el punto de vista científico, que en nada de tiempo (eso es alma periodística de la buena) se documentaron, se lo curraron, redactaron y publicaron. Todos con las mismas conclusiones poco más o menos:

Gloria Colli:

colli

Boticaria García:

boti

Scientia:

scientia

Así que mi conclusión es esta:

Si hablamos de excipientes, aditivos, colorantes y otras sustancias que entran por la boca de nuestros hijos, os aseguro que antes que el Dalsy deberían preocuparnos mucho más otras cosas; por ejemplo, la cantidad de azúcar que toman a diario, «explícita» o «escondida» en otros alimentos. Pero ésa es otra historia…

Y, cambiando de tema: el blog ha cumplido ya DOS AÑOS.

Quiero desde este rinconcito agradecer a todos los que estáis y sois, a los que me habéis animado y a los que me habéis criticado constructivamente, :-), a los que me habéis parado por el hospital para decirme que os ha gustado algo que he escrito, a los que me habéis escrito al correo del blog, y a los que me habéis dado ideas para escribir. A los compis blogueros que siempre me habéis dado un respaldo que para mí no tiene precio, y por supuesto, a los que habéis compartido mis contenidos en Facebook y Twitter.

Porque aunque esta es una parcelita pequeña de mi vida, para mí es importante. Gracias por seguir ahí.

Y hale, que me voy a pelar patatas para la cena de Miss Trotona y Miss Berrinche (y darle a esta última una dosis de Dalsy, que tiene dolor de garganta). 🙂

 

Bexsero: más actualidad informativa.

Como soy consciente de lo mucho que os interesa este tema a todos los padres, me ha parecido importante dar difusión a una noticia que en los últimos días he recibido con alegría y satisfacción. Se ha compartido profusamente por las RRSS, así que este es sólo mi granito de arena.

Es la siguiente: en el Reino Unido, donde se vacuna sistemáticamente con Bexsero a todos los bebés, han comprobado tras realizar los oportunos estudios epidemiológicos que los casos de meningitis B se han reducido casi a la mitad en el período que va de septiembre de 2015 a mayo de 2016. En números: se notificaron 37 casos en este período, cuando la media de casos a lo largo de los mismos meses en los años previos a la vacuna era 74.

Es una buena noticia porque, digamos, no es lo mismo la efectividad supuesta de una vacuna tras desarrollarla en el laboratorio que la efectividad en el campo real de batalla, o sea, en la población vacunada. Y parece que Bexsero cumple con las expectativas…

Bien, espero que pronto entre en el calendario vacunal español.

Esto mismo que os cuento pero más explicado, lo cuenta aquí Pediatra de Urgencias (post en el que me he basado para escribir éste).

Hasta el próximo post!

PD: ¡Feliz Día de Asturias!

¿Que mi hijo tiene reuma?

El otro día me escribió una lectora al email del blog sugiriéndome que hablara «de lo mío».

A su hijo le acababan de diagnosticar Artritis Idiopática Juvenil, y haciendo búsqueda en Internet se topó con mi nombre en la web de la Sociedad Española de Reumatología Pediátrica; y ató cabos y pensó «¡Anda! ¡Pero si ésta es Fonendo en Villamocos!». Es lo que tiene este mundo 2.0… 🙂 El caso es que me escribió un email en el que me contaba que le sorprendía que no hubiera hablado en mi blog de la enfermedad que -de largo- más tratamos los reumatólogos pediátricos: la AIJ (siglas de la anteriormente mencionada). Pos es verdad, pensé. De Reuma Pediátrica, sólo he hablado de sinovitis transitoria de cadera y de miositis aguda benigna. Pero de AIJ, que es mi día a día, no he dicho esta boca es mía (perdón por el pareado).

La AIJ es la enfermedad reumática crónica más frecuente en la infancia. Para que os hagáis una idea, afecta a 1 de cada 1000 niños, aproximadamente. Cuando digo que es la más frecuente entre las enfermedades reumáticas crónicas del niño, lo digo comparándola con las demás: dermatomiositis, vasculitis, autoinflamatorias, lupus (sí, la de la serie House)… y otras con nombres tan raros como infrecuentes que son.

De hecho, creo que si no hablé antes en el blog de la AIJ fue porque, al tratarse de una enfermedad relativamente rara (si la comparamos, qué sé yo, con la gripe o la otitis), di por hecho que no iba a interesar a nadie. Pero me doy cuenta de que sois muchos los padres que habéis buscado información en la web y no siempre habéis arribado a buen puerto… así que, con la intención de ofrecer información clara, simple y fidedigna, os hago aquí un resumen.

Artritis de rodilla izquierda.

Artritis de rodilla izquierda.

Empecemos por el nombre. AIJ significa inflamación articular (Artritis) de causa desconocida (Idiopática) en un individuo menor de 16 años (Juvenil). Aunque la causa no se conoce del todo, el mecanismo sí: es una enfermedad autoinmune. Es decir, que el sistema inmune del niño afectado (o sea, sus defensas) ataca no sólo a los virus, bacterias, etc, sino que erróneamente ataca al propio cuerpo, concretamente a la membrana que cubre las articulaciones (membrana sinovial). Ésta se inflama y produce líquido en exceso; que es el que «hincha» la articulación y provoca disminución de la movilidad de la misma. Puede ser sólo una articulación la que se vea afectada, o varias. Y también se pueden implicar los tendones y la zona en la que éstos se adhieren al hueso. Y, algo importante: también pueden inflamarse ciertas estructuras de los ojos, produciendo uveítis.

Puede afectar a niños de todas las edades, pero es importante saber que NO es una sola enfermedad; tiene varios tipos o categorías. Alguna, de hecho, muy diferente del resto (como la «sistémica»). He resumido mucho porque el tema es complejo.

En mi opinión, los puntos más importantes acerca de la AIJ son:

  • Para sospecharla es necesario, como pediatra, conocer el sistema músculo-esquelético de un niño normal y cómo explorarlo. Un tobillo hinchado a los 3 años no es un esguince.
  • Esta enfermedad no conlleva habitualmente ningún riesgo vital (salvo excepciones como el síndrome hemofagocítico en la AIJ sistémica), ni suele ser una urgencia. Pero, de no tratarse adecuadamente, puede acarrear importantes secuelas músculoesqueléticas de por vida. Lo cual es algo intolerable en pleno siglo XXI.
  • Algo obvio: los niños con AIJ deben ser seguidos en centros especializados en esta enfermedad.
  • En cuanto a su tratamiento, se empieza por corticoides infiltrados intraarticularmente y fármacos inmunomoduladores como el metotrexato; pero si éstos no funcionan, están los fármacos biológicos. He de decir que ha habido un antes y un después desde la aparición de los mismos hace unos 15 años. Han sido una auténtica revolución, y aseguro que no exagero. Hoy en día, la meta en el tratamiento de esta enfermedad es la resolución de los síntomas, o lo que es lo mismo, la remisión de la artritis.
  • Por lo anteriormente mencionado, buscamos que nuestros niños con AIJ tengan una vida totalmente normal, quizá con la excepción de que cada 7, 14 o 30 días (depende de cada fármaco) tengan que recibir una medicación con escasos efectos secundarios. Vida normal implica entrenar a fútbol, hacer ballet, tocar el violín o irse de intercambio a Irlanda.

Creo que como pequeño resumen he abarcado todo lo que quería abarcar, pero seguro que me he dejado muchas cosas en el tintero. Si los papás de niños con AIJ llegáis a esta entrada del blog, lo cual es probable, os recomiendo sin duda que consultéis estas dos webs:

  • La página web de la Sociedad Española de Reumatología Pediátrica
  • La página web de la Pediatric Rheumatology InterNational Trials Organization

Pues ea, mira que decía yo que no iba a escribir tanto de Pediatría y por la boca muere el pez. 🙂

Hasta la próxima, amigos villamoquistas. 🙂

 

 

Lactancia materna.

Han pasado ya diez años desde que parí,

…y diez años por tanto desde mi primer y verdadero encontronazo con la lactancia materna. En otro post contaré mi experiencia lactante; el resumen es fracaso y sensación de autoculpabilidad y poco apoyo. No quiero yo ponerme dramática pero lo cierto es que me apena comprobar que diez años después muchas cosas han mejorado, pero no lo suficiente. Sigo percibiendo gran desconocimiento en este campo, tanto desde pediatría como desde ginecología. ¿Por qué? …Pues no lo sé.

Pero me joroba, qué queréis que os diga. Me fastidia porque:

  • Que una madre bien informada prefiera no amamantar a su hijo recién nacido por la razón que sea, es totalmente respetable y comprensible. Pero que no tiene leche NO es cierto en la inmensa mayoría de los casos.
  • Que una madre tenga el pezón grande, pequeño, plano, salido, hundido, morado o con pelos: todo es posible. 🙂 Pero que su pezón le hará imposible la lactancia, NO es cierto.
  • Que una madre reciente esté muy delgada, muy rellenita, sea alérgica al polen, reciba tratamiento con hormona tiroidea, tenga intolerancia a la lactosa o sea celíaca, es habitual. Lo que es extraordinariamente infrecuente es que su leche sea aguada, de poca calidad o mala.
  • Que a una madre NO le apetezcan la leche y otros lácteos (porque es alérgica o porque no le gustan, y punto) no es nada del otro mundo. Y esto no va a influir en su producción de leche. Los adultos de cualquier especie nos manejamos bien sin beber leche de otro animal.
  • Que una madre lactante se angustie pensando que su hijo puede reclamarla en cualquier momento y se agobie por la separación, es lo más normal y fisiológico del mundo (es lo que tiene la hipófisis, el hipotálamo, la amígdala cerebral y vete tú a saber cuántas cosas más…). Lo que no tiene nada de normal es que su entorno se empeñe en decir que está malacostumbrando al bebé por atenderlo tan rápido y siempre que quiere.
  • Que una madre necesite que le echen un cable (o 120) durante los primeros días (o sea apañar al hermano mayor, ocuparse de que despensa y lavadora estén al día, o despejar visitas) es justo y necesario. Lo que es injusto, innecesario y además falso es decir que los bebés tienen que mamar cada tres horas. Los bebés maman cuando les da la real gana. Pueden ser 3 veces entre las 6 y las 7 de la tarde, ninguna entre las 8 y las 11 de la noche, y trescientas entre las 6 y las 11 de la mañana. Es lo que tiene. Los caminos del neonato son inescrutables. 😉
  • Que la madre del niño necesite un rato al día para dibujar, oír música o ver el capítulo de su serie es totalmente esperable, y desde luego lo que todo su entorno le recomienda para su merecida desconexión y su entendida liberación: todos lo entienden. Pues los bebés también tienen un «hobby» o más bien auténtica necesidad: succionar aunque no tenga hambre. Y si es la teta de su madre, mejor. Porque así se tranquiliza y se siente a gusto. Y no, no la está usando de chupete, está empleando su forma lícita y natural de autoconsuelo.
  • Que una madre decida en qué momento destetar a su hijo por motivos laborales, personales, o del tipo que sea, es cosa de ella y debe respetarse (de esto hablaré en el post acerca de mi experiencia: porque yo desteté). Lo que no tiene que importarle a nadie es si decide seguir amamantando 15 meses, 25 o 36. Mamar a los 3 años ES fisiológica y evolutivamente normal.

    Y podría seguir y seguir y seguir con falsos mitos (destetar en mastitis, caries por mamar frecuentemente, falta de vínculo con el padre, carencias alimenticias y demás)… Pero todas las pataletas tienen un principio y un fin y la mía ya se está pasando. :-))))

¡Halaaaaa! ¡Mamando a los 15 meses!

Hala! Mamando a los 15 meses!

Post dedicado a esa mami que lloró en mi consulta por sentirse frustrada (nunca mais! le dije); y a mis «profesoras de lactancia»: todas mis amigas que dieron a luz después que yo; muy especialmente a Mamen, enfermera de neonatos de mi hospital; y cómo no… a mi hermana.

Y ¡oh casualidades!, un superbloguero pediátrico acaba de abordar este tema, pero en plan serio y bien, no como yo con rabieta. Aquí os lo enlazo si queréis profundizar.

PD: Ajá!!!! la que no iba a escribir de temas médicos! ejem ejem

 

Cambio de rumbo de esta bitácora.

…O mejor dicho, cambio de rumbo por el momento. No sé lo que durará. Pero os cuento a los que leéis este blog, que para mi sorpresa sois unos cuantos cada día: me voy a separar un poco de la Medicina. En el blog sólo, claro. ¿Y por qué?… Pues porque tengo ya mucha, en mi día a día. Y ha llegado un momento en el que mantener el ánimo divulgador del blog me resulta difícil,… este es uno de mis hobbies, y quiero que siga siéndolo; no debe ser más trabajo. 🙂

Así que, sin saber aún muy bien de qué voy a escribir, me imagino que serán más posts villamoquiles, de mi opinión como madre/médico y también de mis reflexiones (aka idas de olla). Salvo cuando me dé por escribir de algún tema médico propiamente dicho por tener el viento a favor (o sea, porque me lo pida el cuerpo, como me está pidiendo escribir acerca de la exagerada alarma por enterovirus… muehehehehe). Por tanto, Pepe Pediatre: sáqueme usted sin pudor de su legendaria Lista de Pepe, que creo que no voy a alcanzar objetivos ningún mes. :-). Y sí, asumo que perderé lectores, pero ya sabéis que nunca busqué un gran número de seguidores sino simplemente pasármelo bien escribiendo.

No obstante, es cierto es que uno de los principales «vientos desfavorables» que he encontrado al intentar escribir sólo de pediatría es que me quedo sin temas; así que, si queréis ayudarme en esto, me podéis enviar propuestas de temas o «preguntas al pediatra» al correo del blog, unfonendoenvillamocos@gmail.com, e intentaré ser una brújula pediátrica (es decir, al menos orientar). 🙂 O vía whatsapp, of course. Ya sabéis que aunque más o menos activa en el blog, la pediatría whatsappeña me acompaña día y noche. 🙂

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Y por hoy os dejo, que he salido de guardia y tengo la cabeza enlentecida. Por cierto, una guardia en la que observé una mayor afluencia de niños mayores con cuadros febriles sin importancia que me hicieron pensar que, efectivamente, hay una injustificada alarma en relación al enterovirus… y, como otras son más trabajadoras que yo y ya han escrito posts estupendos al respecto, aquí os lo enlazo. 🙂 Y una guardia en la que, de nuevo, comprobé cómo el alcohol y la marihuana han entrado a formar parte de los motivos de consulta pediátricos. Quién me iba a decir a mí que los cuatro años que pasé como residente en urgencias generales atendiendo a población adulta me iban a ayudar en mis futuros años de pediatra, concretamente en el tema drogas de abuso. Pero esa es otra historia (que quizás aborde algún día).

Y nada más: me voy a atender a Miss Trotona, que ha tenido a bien caer con una faringoamigdalitis estreptocócica del copón de la baraja de ayer a hoy (las que sois madres y médicos: ¿también vuestros hijos se ponen malos juuuuuusto cuando estáis de guardia? 🙂 ). Eso sí, sin escarlatina, aunque como os expliqué aquí no es una enfermedad por la que debáis perder el sueño. 🙂 Y aprovecho para dejar constancia: una parte de mí disfruta cuando están pachuchas… porque me dejan que las mime y que las apretuje, cosa que ya no siempre aceptan a sus 9 y 10 años. Y en esta semana en la que he tenido bastantes tambaleos, achucharlas es tener la sensación de amarrar en buen puerto. 🙂

¡Hasta la próxima! …espero que no me dejéis de leer demasiados por virar el rumbo de mi navegación: la bitácora seguirá viva, con galerna o sin ella. 🙂

[Conversación de ahora mismo: «Mamá, ¿qué me pasa? me duele la garganta como si me clavaran agujas y también la barriga y la cabeza». «Te pasa que tienes una infección por estreptococo beta hemolítico del grupo A, cariño». «Jo, pues espero que no haya grupo B, ni C…«].

La importancia del parto.

Yo tuve mucha, mucha suerte.

Con Miss Trotona, estaba yo embarazada de 40+5, y me encontraba sola en mi casa cuando noté un ligero dolor de tripa, que me pareció retortijón. Eran las 8:30 de la mañana. Tan campante, me acurruqué en el sofá y me eché una cabezadita, hasta que una hora más tarde otro «retortijón» me espabiló. Por si acaso, me duché, y al tercer «retortijón» llamé a Ironman para que viniera. Eran las 11:30. Sobre las 12, claramente supe que estaba de parto porque las contracciones (que evidentemente no eran retortijones) eran cada vez más intensas y avanzaban por mi barriga como una ola de dolor, que luego se retiraba dejándome un gran alivio. No había tenido más de 4 ó 5 contracciones de éstas, cada 4 ó 5 minutos, cuando llegamos al hospital a las 13:30.  Allí, me dijeron que estaba poco dilatada, pero de parto, me ubicaron en una sala de dilatación y se me practicó una amniorrexis (rotura de bolsa). Ya eran las 14h, y mi matrona me dijo: «Ahora es cuestión de que dilates un poco más y vendrá el anestesista a ponerte la epidural», y salió a controlar a otra parturienta dejándome en la habitación tranquila, dolorida (tras la amniorrexis las contracciones eran cada minuto o eso me parecía a mí), y expectante. Pero no había casi ni cruzado el umbral de la puerta cuando sentí que paría. Me invadieron unas ganas de empujar como nunca en mi vida había sentido, le dije a Ironman: «¡llámala, llámala!» y 10 minutos más tarde tenía en mis brazos a Miss Trotona, 3,440 kg, enganchada a la teta (izquierda). Sin epidural, aunque sí con una gran episiotomía… y un susto en el cuerpo de agárrate y no te menees. 🙂 Porque nunca estuvo en mis planes dar a luz «a pelo», y el dolor tan intenso de las contracciones finales por un lado y la sensación tan atemorizante que sentí en el expulsivo (noté que me partía en dos y creo que de ahí debe de venir el término «parto») me dejaron asustadísima durante varios días. Asustada, sí, pero también contenta, satisfecha, orgullosa de mi cuerpo… plena.

Miss Berrinche nació en el hospital de milagro, y con eso lo digo todo. Su hermana (que tenía sólo 14 meses) me despertó a las 8 de la mañana y fue entonces cuando noté que tenía algún dolor. Si no llega a ser por ella, creo que me habría despertado a punto del expulsivo. Camino del hospital la guardia civil nos impidió acceder a Castellana (cortada por el desfile de las fuerzas armadas) y recuerdo muy angustiosos esos 15 minutos de rodeo, con contracciones muy dolorosas y muy seguidas y un miedo enorme a dar a luz en el coche. Pero llegamos y pim-pam-púm, parí. 🙂 Como anécdota, Ironman tuvo que hacer de celador junto con la matrona para llevarme en camilla hasta la sala de partos; no había tiempo de esperar dos minutos a que el celador de verdad llegara… De nuevo, me invadió la misma sensación de plenitud y me maravillé de lo extraordinario que era mi cuerpo (y eso, siendo médico y todo).

Creo que se entiende por qué digo que tuve mucha suerte,

incluso cuando no pude catar las maravillas de la epidural. El caso es que durante los años siguientes a mis partos, que como conté otras veces fueron los primeros de mi entorno, fui conociendo las historias de los partos de mis amigas, primas y hermana. Porque si hay algo cierto es que la mayoría de las mujeres necesitamos contar nuestro parto, nos gusta, nos reconforta compartir ese momento. Y esto es así por el título de este post: parir tiene importancia. Me refiero a que es importante más allá de su propio fin de dar a luz de forma exitosa para madre y niño, lo cual es obvio; es también importante porque supone una experiencia clave, única, trascendental, para la mujer. Supongo que no todas lo habrán sentido así; yo misma no fui muy consciente de lo que habían supuesto mis partos para mí hasta que viví malas experiencias de mujeres cercanas.

Por eso no me gusta que se infravalore lo que las mujeres queremos y sentimos acerca de nuestro parto. Me molesta que se reste importancia al deseo de muchas madres de tener un parto respetado. Me duele que tantas mujeres que conozco hayan sentido que las cosas no se hicieron bien. Y no, un parto respetado no es un parto en casa, o bajo el agua, o con muchas pelotas de esas grandes. No: un parto respetado puede ser un parto con epidural, o mediante cesárea, o en el que se empleen fórceps. Porque un parto respetado es aquél en el que la madre es informada de la situación y participa de las decisiones. Aquí tenéis una buena entrada al respecto.

Captura de pantalla 2016-04-24 a la(s) 10.17.43¿Por qué escribo de esto hoy?

…Partiendo de que estos días no puedo (o no debo) dedicarle tiempo al blog porque tengo mucho trabajo acumulado, he sentido el impulso de escribir. Mi hermana (la Tita Geóloga) ha tenido a su segunda niña… Enhorabuena de todo corazón. 🙂 Pero no voy a hablar de su parto, porque ella ya sabe que tiene mi blog abierto a lo que quiera escribir y cuando quiera hacerlo. 🙂 Sólo diré que estoy muy, muy contenta; y enormemente orgullosa de ti, por la firmeza y vehemencia que has demostrado, en esto como en tantas otras cosas, para hacerte respetar.

Pienso que el mundo necesita muchas mujeres como mi hermana. 🙂

PD: Sobri Campanilla: no le des tantos morreos a la Sobri Macaquilla, que aún ronda la gripe y el enterovirus por esos lares!… 🙂

Hoy hablo de… miositis aguda benigna.

Hace bastante tiempo que no abordo un tema puramente pediátrico; últimamente me he estado yendo, a través de los pocos posts que he publicado, por las ramas de la blogosfera y la maternidad. 🙂 Pero, dado el clarísimo aumento de casos que hemos atendido en los últimos días en la consulta de niños con esta enfermedad, se me ocurrió revisar qué había ya escrito por el mundo 2.0… y resulta que hay muy poco. Así que allá voy, que además es de lo mío.

Cuadro clínico típico:

«8 de la mañana de un día de febrero. Miguelito tiene 6 años y es un niño sano. Eso sí, lleva toda la semana pasada malo, con catarro y fiebre alta, aunque ya se está recuperando. Se despierta y nota algo raro y molesto… realmente molesto, ahora que intenta ponerse de pie: le duelen tanto las pantorrillas que no puede ni caminar. Asustadísimo rompe a llorar y llama a gritos a sus padres, a la vez que intenta avanzar por el pasillo, medio renqueante, de la manera en que menos le duele: de puntillas y encorvado, con las rodillas flexionadas, con pasitos pequeños. Sus padres se llevan un susto morrocotudo, porque además temen que esto tenga algo que ver con el cuadro febril del que aún se está recuperando, y lo llevan a Urgencias a toda velocidad…». 

Pues esta es ni más ni menos la pintura de la miositis aguda benigna, que todo lo que tiene de benigna lo tiene de aparatosa y alarmante. 

¿En qué consiste?

Así empieza el artículo original de Lundberg.

Así empieza el artículo original de Lundberg.

El primero en describir este cuadro fue Lundberg en 1957. Ante todo, hay que saber que es un cuadro bastante infrecuente: no se dan muchos casos al año. La miositis aguda benigna (MAB para los amigos, y así abreviamos) es una inflamación muscular autolimitada que sucede unos días después de una infección casi siempre vírica. El virus que se ha encontrado más frecuentemente implicado es el de la gripe (Influenza A y B). La causa de por qué sucede, no se sabe: si es el sistema inmune (las «defensas») que se alborotan un poco más de la cuenta y atacan al propio cuerpo -concretamente al músculo- o si es un daño directo que provoca el virus.  Parece ser que esto último es lo más plausible. Tampoco se sabe por qué ataca sólo a unos pocos niños de todos los que pasan la gripe cada año (y por cierto más frecuentemente varones), y de hecho por qué casi nunca afecta a adultos. Lo que sí está bien definido es el cuadro clínico, que os he intentado escenificar más arriba: niño de entre 3 y 9 años que al poco de atravesar una infección respiratoria presenta de forma repentina dolor intenso en pantorrillas que le impide caminar o le hace caminar de puntillas con las rodillas un poco flexionadas.  Y esto es porque los músculos que se inflaman son casi siempre los gemelos (pantorrillas). Los niños caminan de forma peculiar porque lo que intentan es usar lo mínimo posible los grupos musculares que les duelen. Hasta aquí, lo malo; lo bueno es que el cuadro dura tan sólo 2 ó 3 días, y sobre todo: que es benigno. Como ya os conté otras veces (y si no aprovecho para contároslo ahora), cuando los médicos llamamos «benigno» a un cuadro queremos decir que el mismo se supera sin tratamiento y sin secuelas: punto y final y capítulo cerrado. 🙂 Pero no sólo lo diagnosticamos por los síntomas y signos que observamos y nos cuentan niño y padres; también por la analítica de sangre, donde se observa un aumento de una enzima muscular, la creatinkinasa, que aumenta mucho; y se normaliza pasadas unas pocas semanas. Por si quedan dudas: este cuadro no tiene tratamiento, se cura solo… ¡y además muy rápidamente!

Peculiaridades de la MAB:

Al tratarse de una entidad no muy frecuente, sucede que no todos los médicos han atendido a un paciente con este cuadro, y esto hace que a veces el diagnóstico se retrase, o que se ingresen niños que no habrían necesitado hospitalización. Esto no suele suponer ningún problema ya que, como os dije antes, el cuadro se resuelve solo sin tratamiento específico. 🙂

Eso sí, es OBLIGATORIO comprobar la total normalización de los síntomas y la analítica.

La mayor asociación se ha encontrado con el virus de la gripe y los enterovirus, y por tanto las MAB son «epidémicas»: no hay dos sin tres. Lo cual es precisamente lo que está sucediendo estos días: agrupación de casos. Por cierto, que es muy infrecuente que un mismo niño presente dos veces una MAB.

Al tratarse de una enfermedad benigna en la inmensa mayoría de los casos (las excepciones ni las voy a mencionar) le ocurre algo típico de las enfermedades benignas, autolimitadas y cortas: no despierta un gran interés científico, y sólo encontramos a día de hoy 67 entradas en Pubmed (que es el Google de los artículos médicos, para entendernos).

Comentario de mi cosecha:

Ante un niño con cojera o dificultad para caminar, la sospecha diagnóstica acertada se alcanza casi siempre sólo mediante la anamnesis (que es lo que nos cuenta el paciente o sus padres, como os expliqué aquí) y la exploración física. Subrayo por tanto la importancia de saber explorar el aparato locomotor del niño, como una habilidad que todos los residentes de Pediatría deben adquirir, puesto que detrás de una marcha anómala puede haber muchas entidades que precisan un abordaje urgente. 😉

¡Hasta el próximo post!