Yo nunca sé cuándo es el Día Mundial del Cáncer realmente, porque son tantos los «pásalo» que circulan por Facebook y Whatsapp que comienzan con «Hoy es el día mundial del cáncer,…» que a veces me da la sensación de que es varios días al año.
Para el caso, da igual, si hablo hoy de esto es porque me ha surgido así tras leer esta entrada: «Ni batallas ni perdedores…» en la que se reflexiona sobre la puñetera equiparación de esta enfermedad con una «batalla» que un paciente debe pelear, y luchar, y afrontar, y vencer. Como un jodido héroe. Y no es así.
No es así, simplemente porque el cáncer es una putada enfermedad a menudo muy grave en la que, creedme, las posibilidades de curación poco tienen que ver con el ánimo luchador del paciente. El curarse o no depende del tipo de cáncer (no es lo mismo un basocelular de piel que un microcítico de pulmón), de la situación basal del enfermo (no es lo mismo ser un joven de 20 años sin otras enfermedades que un señor de 68 con diabetes y bronquitis crónica), del estadiaje del tumor (más localizado o más extendido), y de muchas otras variables que la Oncología escudriña cada día al afrontar otro nuevo caso.
Y me parece que transmitir a un paciente que acaba de enterarse de una noticia que es verdaderamente una mierda descorazonadora, que tiene que ser «valiente y optimista» y «luchar y pelear», es una putada desacertada actitud. Porque, encima de estar enfermo, encima, resulta que se le exige que luche, cuando no se ha encontrado más débil en toda su vida, y se le exige que sea optimista, cuando jamás se ha encontrado más desolado. Pero, ¿qué coño necesidad hay de esto? Manda huevos.
Mi madre pasó por uno de los cánceres más devastadores que hay: adenocarcinoma de páncreas que al diagnóstico era ya incurable. Y creo que sufrió más de la cuenta precisamente por eso, por «pelear» como se esperaba de ella que «pelease». Hubo muchas veces que, seguro, prefirió quedarse en casa con su sofá y su manta, pero como se suponía que había que echarle huevos se vistió con la ropa que encontró adecuada a sus decenas de kilos perdidos, se puso la peluca que odiaba porque le picaba y le daba calor, e hizo el esfuerzo enorme (puesto que estaba tremendamente debilitada) de ir a bodas, bautizos, comuniones, y lo que se le pusiera por delante. Seguro que, en parte, lo hacía por nosotros, su familia; pero estoy convencida de que también se amoldaba a lo que creía se esperaba de ella.
Pues no estoy de acuerdo. Al enfermo de cáncer hay que cuidarlo. Hay que darle lo que le apetezca. No tiene que luchar, es la medicina la que tiene que luchar por él. Porque los cánceres con buen pronóstico se curan con ciencia, no «luchando», y los que tienen peor pronóstico se curarán en el futuro con lo mismo: investigación y trabajo. Además de la prevención, la prevención, así en negrita. Qué batalla ni qué niño muerto batalla, seamos serios. O al menos, no seamos crueles: ¿O es que mi madre, como tantos otros, perdió esa batalla? ¿Luchó poco? ¿No fue lo suficientemente valiente? ¿O será que su estrategia bélica no fue acertada? Nos ha jodido Anda ya.
Mamá, lo hiciste DE PUTA MADRE lo mejor que pudiste, que nadie diga que perdiste.
Bueno, hoy salió el post lleno de improperios, pero… ésta también soy yo. 🙂