Que los que mandan en España faciliten la conciliación.

Hoy, 20 de octubre, hablo sobre conciliación. Aviso: no voy a tener pelos en la lengua en este post. En mi opinión, es absolutamente urgente un cambio en España. Lo que está ocurriendo en el ámbito laboral y familiar me parece inaceptable, teniendo en cuenta los millones de niños y progenitores que sufren por la enorme dificultad que existe en nuestro país para conciliar (hasta la palabra me disgusta) familia y trabajo.

Pero, ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Muchos dirán que arranca en el mismo momento en que la mujer ha salido al mercado laboral, pero discrepo. El varón español lleva mucho tiempo trabajando hasta muy tarde. Cuando hace 5 años fui de viaje a Portugal, me sorprendió que el horario allí coincidiera con el «europeo». Porque, ilusa de mí, yo creía que lo de comer a las 3 de la tarde y cenar a las 10 de la noche era consecuencia del horario solar de España, que es el mismo que el de Portugal. Así que investigué, y me enteré de que en España las cosas no habían sido siempre así. Hasta hace 70 años, se comía a las 12-1 y se cenaba a las 7-8. Pero, en 1942, Franco decidió que España sincronizara sus relojes con Alemania, aunque estamos más al oeste (y eso Alicante, porque Galicia es mucho más occidental de hecho). Así que nuestra hora no va con el sol, pero… nuestra hipófisis y nuestro hipotálamo sí lo hacen, y por eso nos piden comer cuando el sol está más alto o dormir cuando es de noche. En fin. Spain is different, desde luego. Y no sólo es esta la diferencia con nuestros vecinos europeos: parar entre 2 y 3 horas para el almuerzo es algo typical spanish también. He leído que esta costumbre también es relativamente reciente (años 40-50, cuando por la crisis de la posguerra muchos trabajadores debían hacerlo a doble jornada; descansando algo más entre ambas, durante la comida).

Total: que vivimos en un país en el que los padres tienen un horario (que se extiende hasta la noche) y los niños otro. Donde, por eso mismo, muchos niños no están con sus padres por las tardes. Un país en el cual se duerme muy poco, porque cuando toda Europa está apagando la luz nosotros estamos encendiendo la tele. En definitiva, que no hay que profundizar demasiado para concluir que nuestro estilo de vida pasará factura a unos y otros. Pero, sobre todo, me temo que a los niños de esta generación. En las anteriores, las madres no solían trabajar fuera de casa, pero ahora la mayoría lo hacemos; básicamente porque así se nos ha exigido social y económicamente.

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Y, con todo esto, y teniendo en cuenta que somos el único país que va a contracorriente, ¿Por qué no un cambio? Evidentemente no tengo respuesta, pero sí me aventuro a rebatir los argumentos que he encontrado cada vez que he planteado esta pregunta a propios y extraños. E, insisto, como siempre en este blog: estas opiniones son mías y sólo mías. Quien esté en desacuerdo, estoy dispuesta al debate. Argumentos, por tanto, en contra del cambio:

  • No es momento de plantearse políticas de conciliación que reduzcan las horas de trabajo, porque atravesamos una importante crisis económica. No estoy de acuerdo. Ya ha sido comprobado en múltiples ámbitos empresariales que el trabajo basado en el alcance de objetivos y la flexibilidad de horario del empleado son medidas que aumentan la productividad. Además, no creo que los españoles seamos los únicos del mundo que lo estén haciendo bien.
  • El horario partido fomenta las comidas de trabajo, que favorecen alcanzar acuerdos y cerrar negocios fructíferos en un ambiente distendido. No estoy de acuerdo. Lo mismo se puede hacer desayunando, momento en el que además la mente está fresca y mucho más activa.
  • La ley de la oferta y la demanda hace imposible cerrar tu negocio a las 5 de la tarde cuando la competencia continúa trabajando hasta las 8. Lo siento, pero de nuevo no estoy de acuerdo, al menos en lo que a muchos sectores se refiere. Por la sencilla razón de que hace 25 años era necesario estar físicamente en la oficina para atender el teléfono (fijo). Hoy no es así, y se pueden hacer pedidos online y atender llamadas al móvil. Sé que esto no es aplicable a muchos trabajos que implican presencia, pero sí a gran número de ellos. Y, volvemos a lo mismo: el calentar la silla no debe ser la actitud esperada y premiada en el siglo XXI, digo yo… sino cumplir objetivos.
  • Lo que más necesitan los niños es tiempo de calidad, no cantidad de tiempo. Me parece un argumento muy consolador, no os digo que no… pero me chirría. Los niños (sobre todo los pequeños) necesitan estar con sus padres cuanto más mejor. Esto lo tengo claro.
  • La mujer ha luchado mucho por hacerse un hueco en el mundo laboral y no puede quedarse atrás. Esto me pone de los nervios: es que nadie debería «quedarse atrás», sea hombre o mujer, para desempeñar el trabajo para el que se ha formado en un horario que permita ejercer de progenitor. Si no es así, nuestro planteamiento social me parece que va francamente mal.

Y tengo más respuestas a otros tantos argumentos pero no quiero encenderme, que este blog no suele ser peleón. 🙂 Eso sí, quiero contar lo que veo día a día. Cerca del colegio de las niñas hay muchas cafeterías y restaurantes en los que por la mañana, tanto hombres y mujeres -prácticamente a partes iguales- que trabajan en las oficinas de la zona están desayunado o comprando sus cafés para llevar. Cuando recojo a las nenas a las 5 de la tarde y caminamos de vuelta a casa, esos mismos locales siguen llenos por las sobremesas de comidas de trabajo, a esas horas ya con los Gin Tonics… pero la proporción hombres/mujeres varía considerablemente. Más o menos, 6 a 1. No creo que haga falta que especifique. Y no os echéis encima de mí por lo que he dicho: es la verdad. Las que concilian -o lo intentan- son mayoritariamente las madres.

Y no puedo terminar el post sin manifestar mi agradecimiento al conjunto de Malasmadres que están peleando por hacer visible este problema, y han tenido la valiente y necesaria actitud de pasar de las palabras a los hechos lanzando una campaña en Change.org que -faltaría más- ya he firmado. Pero también a los padres (he dicho padres, no madres) que han entendido la importancia de estar presentes durante la crianza de sus hijos, y que cada vez son más. En mi entorno cercano tengo varios (hooooola, Ironman y Dr. Pyp!!!) 🙂 … pero creo que no son plenamente conscientes del paso gigante que están dando. Para que las políticas de conciliación calen, hace falta que los padres (no sólo madres) estén concienciados.

Ojalá a Miss Trotona y Miss Berrinche no les tenga que decir esa frase que tantas veces he dicho en los últimos años: «Si estoy con las nenas me siento culpable por no estar adelantando trabajo… pero si me siento al ordenador me siento culpable por no estar con las nenas».

Qué a gusto me he quedado escribiendo esto, ea. Si estás de acuerdo con lo importante que es para nuestra sociedad las políticas que mejoren la conciliación laboral, no estés callad@… porfa.

Lecturas que me han parecido interesantes:

http://www.publico.es/culturas/franco-desfaso-horario-espanol-sintonizar.html

http://alexrayon.es/2012/07/05/por-que-tenemos-vacaciones-en-verano-jornada-partida-y-nos-dormimos-muy-tarde-sobre-espana-y-su-productividad/

http://elpais.com/elpais/2015/07/27/opinion/1438022698_745229.html

http://politica.elpais.com/politica/2015/07/15/actualidad/1436962049_624216.html

¡Hasta el siguiente post!

 

 

Notición: hemos vencido a los piojos.

Nunca pensé que acabaría pronunciando la frase que da título a este post, pero SÍ. Por fin.

Llevo días, qué digo días, ¡semanas! pensando en escribir nuestra experiencia. Pero pensaba que cuanto más tiempo pasara, más consistencia tendrían mis conclusiones. Y ya ha pasado más de un mes.

Tiemblo de emoción (snif) al manifestar: creo que hemos visto la luz al final del túnel. 🙂 Después de 6 años: ahí es nada. Ése es el tiempo que llevan los piojos invadiendo Villamocos periódicamente, desde el mismo momento en que las nenas empezaron a ir al cole.

¡¡¡Victoria!!!

¡¡¡Victoria!!!

Cierto es que los «pipis» (qué nombre más cursi) han afectado a esta nuestra familia de forma desigual. ¡Vamos! y tanto: siempre he dicho que con que UN SOLO PIOJO habitara en Madrid norte acabaría residiendo en la cabeza de Miss Berrinche. Su hermana, su padre y yo somos meras estancias temporales, escalas, estaciones de paso. La receptora universal de piojos y liendres en Villamocos, es la Petite.

Tan es así, que en casa tenemos (¡no! ¡teníamos!) un protocolo DEF CON DOS que se activaba entre 2 y 6 veces al mes, principalmente para despiojar a la presunta infestada. Dicho protocolo -razonablemente efectivo- consistía en comprar una loción con permetrina al 1,5%, empapar cabezas, dejar actuar una hora, y lavar con champú «antipiojos»… para posteriormente, entre llantos y peleas embadurnar cabelleras con suavizante y pasar la liendrera miltropecientas veces. Y, como conté aquí, nuestro problema no era llevar a cabo repetidamente dicho proceso; NO. Nuestro problema ha sido, durante 6 años, evitar el nuevo contagio. Porque para desesperación mía, a los 3-7 días de la fumigación, irremediablemente volvía a encontrar liendres en las cabezas de mi descendencia.

Y hete aquí que a quien esto escribe le llegó una nueva esperanza, en forma de post: éste, en el cual Boticaria García presentaba el que podría ser, por fin, un repelente de piojos verdaderamente eficaz, según habían mostrado diferentes investigaciones. Y ni corta ni perezosa, servidora se plantó en las farmacias de su barrio día sí y día también desde el 20 de agosto… hasta que conseguí adquirir dicho producto.

Vaya por delante que este post no lo patrocina ni Rita. Yo no tengo patrocinadores, 🙂 aunque teniendo en cuenta que esta semana figuro como el blog número 61 de casi 3000 en la plataforma Madresfera (¡¡¡oh yeah!!!), vaya usted a saber si cualquier día de éstos me contactan. 😉 Por lo pronto, no es el caso, así que lo que aquí cuente es totalmente cine independiente.

Prosigo. Desde la vuelta al cole hasta que me hice con el producto, a los inefables piojos les dio tiempo a infestar Villamocos 2 ó 3 veces. Y un buen día de mediados de septiembre la gama Neositrín entró en Villamocos, y todo cambió. Me pongo dramática, lo sé, pero así ha sido.

El producto en cuestión. Insisto: nadie me patrocina. :-)

El producto en cuestión. Insisto: nadie me patrocina. 🙂

Consta de dos productos. El producto «piojicida» está compuesto por DIMETICONA, el cual –como explica aquí Pediatra de Urgencias– mata a los piojos y liendres «asfixiándolos». Pero como ya he contado, erradicarlos no era nuestro problema: sí lo era evitar el contagio. El segundo producto es Neositrín Protect, un spray a base de OCTANEDIOL, que ha demostrado científicamente (cosa que no ha hecho el aceite del árbol del té, por ejemplo) ser eficaz como repelente de piojos.

El día D, las despiojé como siempre. Pasé liendrera a diestro y siniestro y les dejé la cabeza como una patena. Y desde el día siguiente hasta hoy, cada mañana, las hemos estado rociando con el spray protector. Y, la verdad: mano de santo. Ni uno. Ni una liendre. Ni un rascado. Nada. Vamos, que aún no me lo creo.

Sé que muchos estaréis pensando que somos un ejemplo de «amimefuncionismo» más. Pero no: insisto en que la eficacia de este producto ha sido testada de manera controlada (comparada con placebo). Por otro lado, sólo pretendo mostrar nuestra experiencia, aunque no puedo evitar plasmar aquí mi sorpresa y también mi alegría… parece que por fin, los viernes noche no serán días de desPioje-Pizza-Peli sino de sólo las dos últimas «pes».

Estos son alguno de los artículos que he encontrado en relación con el octanediol:

Head lice. Burgess IF, Silverston P. BMJ Clin Evid. 2015 Jan 14;2015. pii: 1703. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25587918

Treatment of pediculosis capitis: a critical appraisal of the current literature. Am J Clin Dermatol. 2014 Oct. Feldmeier H. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25223568.

 Prevention of head louse infestation: a randomised, double-blind, cross-over study of a novel concept product, 1% 1,2-octanediol spray versus placebo. Burgess IF, Brunton ER, French R, Burgess NA.
BMJ Open. 2014 May 30;4(5):e004634. doi: 10.1136/bmjopen-2013-004634. http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24879825

Y por una vez os pido a los lectores villamoquistas una cosa que nunca os pedido: dad a conocer este producto, como queráis hacerlo (compartiendo este post, por ejemplo). Creo que muchos progenitores desesperados os lo agradecerán. ¡Hasta la próxima!

Vacuna Bexsero: pues sí, yo también os hablo de ella.

Fiel a mi estilo un poco contracorriente en lo que a postear se refiere, no tenía pensado escribir sobre la nueva vacuna que ha saltado a la palestra, básicamente porque me parece que no hace falta: los referentes blogosféricos ya han escrito sobre ello, mucho y muy bien. Peeeeeero, no contaba yo con que me lo iban a pedir unos cuantos seguidores del blog… Y no está la cosa como para no complacer a los fieles lectores villamoquistas (que no son tantos, pero haberlos haylos, y cada vez son más para mi asombro).

Así que, no sólo fiel a mi estilo sino también a mi costumbre, me aprovecho del estupendo trabajo de otros y aquí os lo presento. Con la verdad por delante, como veis. 🙂

Antes de entender por qué los pediatras hemos recibido esta nueva vacuna con ilusión y alegría, hay que situarse en lo que supone la enfermedad que causa el germen implicado: la meningitis bacteriana. Nadie mejor para exponerlo que Pediatra de Urgencias, que a la sazón ha vivido en primera línea del campo de batalla durante las últimas tres décadas la lucha contra neumococos y meningococos de diverso pelaje, como os cuenta en su última entrada. El punto de partida -o background, que está muy de moda- es, por tanto: la meningitis bacteriana se te lleva al niño por delante en cuestión de horas. Así de simple. ¿Que no es una infección muy frecuente? No lo es, cierto. Pero a quien le toque, las probabilidades de que las cosas vayan mal son altas. Además, este tipo de meningococo, el B, es el que está detrás de la mayoría de las meningitis en España. Quiero decir con esto que estamos, por fin, ante el método de prevención de la temida meningitis más eficaz que ha habido hasta el momento. No es de extrañar que todos los pediatras (podéis leer a Amalia, a Lucía, a Guillermo, a María) nos sintamos de enhorabuena… Y ahora nos toca transmitir esta sensación a vosotros, los padres.

Expuesto lo anterior, uno piensa: «Bueno, pues entonces, ¿qué problema hay? A recomendar la vacunación y listo». Pero no ha sido así, porque en España estas decisiones no dependen de los médicos, entre otras cosas. Y la realidad es que esta vacuna ha atravesado también su via crucis particular que desembocó como otras veces en turismo sanitario (viajes a Portugal para adquirirla), confusión en el ciudadano de a pie, desinformación incluso entre los sanitarios y obviamente carnaza para los antivacunas. Todo el culebrón, masticadito y rigurosamente expuesto cronológicamente, os lo cuenta aquí la reportera más dicharachera en cuanto a vacunas se refiere: Boticaria García.

Parafraseándola: como bien está lo que bien acaba, finalmente tenemos la vacuna en España disponible en farmacias. Quien la quiera administrar a sus hijos, puede hacerlo, previo pago. ¿Y cómo se hace? ¿Es una vacuna aplicable a cualquier niño, de cualquier edad? Pues SÍ, pero como el sistema inmune tiene sus particularidades dependiendo de la edad de cada infante, hay que seguir unas pautas que aquí os muestro. Y en forma de tabla:

Y os cuento… Me acuerdo perfectamente de mi primer contacto con la meningitis.

Era residente de segundo o tercer año en mi especialidad anterior (Geriatría), y tenía guardia de Urgencias generales. Sobre las 6 de la madrugada unos padres irrumpieron en el filtro con una niña de 16 años, a la que llevaban en volandas. Estaba semiconsciente, tenía fiebre alta, sólo balbuceaba cuando le hacíamos preguntas y tenía esas inconfundibles manchas rojo vinoso en la piel. El adjunto de Urgencias, experimentado, practicó una punción lumbar en un abrir y cerrar de ojos: líquido cefalorraquídeo turbio. Vía central, antibióticos, expansión de volumen, UVI y… rezar si eres religioso. Nunca me olvidaré. La madre sólo sabía decir: «Ay, ay, ay… algo me dio mala espina cuando se fue a acostar a las diez de la noche, antes de lo habitual… por eso cuando me desperté a las cinco de la madrugada fui a verla y ya me la encontré así». Perdonadme el recurso dramático, pero no quito ni pongo una coma: así fue. Salió bien. No sé si habría salido bien de haber esperado su madre a que sonara el despertador a las 8 de la mañana, como cada día.

Como otras veces: Emma Cano.

Como otras veces: Emma Cano «Luz en Hipocratia».http://www.emmacano.com/portafolio/luz-en-hipocratia

Bien, yo también quiero aportar mi granito de arena. Mi propuesta, recomendación, idea, o como queráis llamarlo no es otra que: REGALA VACUNAS. Cuando un bebé llega al mundo, lo tradicional -y práctico- es juntarse varios amigos de la pareja para regalarle la silla del coche, el cambiador o la trona. Todo esto está muy bien, pero yo pienso: ¿Qué mejor obsequio para un bebé recién nacido que las vacunas que aún son de pago, por ejemplo la que da título a este post? Sinceramente, a mí me parece un regalazo: nada más ni nada menos que inmunidad. Sé que esto ya se está haciendo y que probablemente le falte poco para ponerse de moda, y deseo que así sea. Pero no podía dejar de manifestarlo aquí.

Dicho esto, creo que voy a empezar una nueva sección en el blog: recomendaciones para familias con hijos. 🙂 ¡Hasta la próxima entrada!

«Mi primera vez»: hitos del desarrollo.

Algo que casi todos los padres habréis comprobado al llevar a vuestro retoño al pediatra es que, sea cual sea el motivo de la consulta (asma, estreñimiento, cojera o lombrices), se os pregunta acerca del desarrollo psicomotor del niño. No lo hacemos exactamente así, sino que lanzamos preguntas tales como: «¿A qué edad se sostuvo sentado?» o bien, «¿cuándo empezó a hablar?». Nuestro objetivo es detectar cualquier problema para poder identificar pronto – porque el tiempo es oro- a aquéllos niños que no se estén desarrollando de forma adecuada. ¿Y qué es lo adecuado? Bien, para determinarlo se han elaborado diferentes escalas basándose en el análisis de cientos -miles- de niños; y contemplan diversas vertientes del desarrollo, que son, a grandes rasgos: capacidad motora, verbal y emocional/social. Pero claro está que cada niño tiene su propio patrón de progreso; no todos consiguen una determinada habilidad en un determinado momento.

Lo de los hitos del desarrollo viene a ser algo parecido al asunto de los percentiles (de los que os hablaba aquí) en varios aspectos:

Un hito como cualquier otro: primera tirolina, con colaboración fraterna.

Un hito como cualquier otro: primera tirolina, con colaboración fraterna.

Primero: las escalas que utilizamos para evaluar el adecuado desarrollo infantil están pensadas para pescar aquéllo que se sale de lo normal, pero debemos tener en cuenta que el que un niño no camine a los 17 meses no indica necesariamente que tenga algún problema. Exactamente igual que un nene en percentil 2 de talla no tiene por qué tener una alteración en el crecimiento. Digamos que estas escalas son vigilantes de seguridad muy celosos en sus funciones, a los que no se les escapa nada que sea mínimamente sospechoso… porque es verdad que, a veces, cuando el río suena, agua lleva. 

Segundo: que un niño camine y hable más tarde que su hermano, su primo o su vecino no quiere decir que las notas que vaya a sacar en 6º de primaria vayan a ser peores que las de los susodichos. Ni mucho menos. Lo mismo que un percentil 20 de peso no significa en absoluto que ese niño vaya a ser delgado toda su vida (de hecho, ojalá lo significase). Es como ese compañero de clase en el que no nos fijábamos a los 15 años pero nos lo encontramos a los 35 y… le miramos con otros ojillos. Como la vida misma: el tiempo pone a cada uno en su sitio. 🙂

Tercero: Al igual que un niño puede ir alto en percentil de talla y bajo de peso o viceversa, puede hablar como un loro a los 15 meses pero aún no caminar; o gatear a la velocidad de un F1 ya a los 7 meses y no decir ni pío hasta los 24. Hay de todo, como en botica.

Pediatra comparando los rasgos anatómicos de padres e hijo.

Pediatra comparando los rasgos anatómicos de padres e hijo.

Cuarto: herencia. Si comprobar que un niño «va bajito» no nos extrañará cuando sus padres no superan el metro sesenta, lo mismo ocurre con los hitos del desarrollo; y es frecuente oír a la abuela decir: «Es igual de vaguete que su padre, que no caminó hasta los 18 meses». Por cierto, los pediatras os miramos atentamente a los papás, a veces sin ningún tipo de disimulo, lo reconozco. 🙂 Pero es totalmente necesario. Ya se sabe: quien a los suyos se parece, honra merece.

Quinto: si los percentiles provocan «competiciones» verbales en el parque y en la puerta del colegio («mi niño se sale de las tablas», «pues el mío nunca ha llegado a entrar en ellas»…) ocasionando bastantes quebraderos de cabeza a los progenitores, el asunto de los hitos del desarrollo no se queda atrás. Culo veo, culo quiero. Y acerca de esto, proclamo: que levante la mano quien no se haya preocupado porque su hijo aún no camina, o aún no hace frases. Seas pediatra, maestro, fontanero o astronauta. Yo reconozco haberme agobiado porque Miss Trotona no dijo ni pío hasta los dos años largos… aunque también es verdad que en todos lados cuecen habas.

Sexto: para evaluar el desarrollo global de un niño no es suficiente con consultar las tablas de hitos del desarrollo y ya está: qué va. Pasa lo mismo que en la valoración de la curva de peso y talla, no basta con mirar el percentil y punto. Al pediatra le preocupará un niño que siempre ha ido en el percentil 70 de talla y en pocos meses se coloca en el 20, por muy normal que sea el percentil 20. Lo mismo sucede con el desarrollo: el que mejor puede discernir si éste no es el adecuado es el pediatra de cabecera del niño y por supuesto el neuropediatra. Aunque ya sabéis lo que pienso, porque lo he contado otras veces: doy mucha importancia a lo que me cuentan los padres, y si éstos dicen que les parece que el desarrollo del niño no es normal… me pongo en alerta. Para mí, en la mayoría de los casos, lo que me dicen los padres va a misa.

Observar cómo nuestro retoño va superando hito tras hito es de lo mejorcito que tiene ser padres, y antes de darnos cuenta estamos mandando por whatsapp –cada loco con su tema– a todos los abuelos y tíos el vídeo de la primera vez que dice pa-pá (que manda narices pero siempre lo dicen antes que ma-má). 🙂 Y también es divertidísimo, sobre todo en lo que al lenguaje se refiere (aquí y aquí encontraréis unas cuantas perlas lingüísticas reales como la vida misma).

Por otro lado, hay habilidades determinadas que, sin venir en ningún test o tabla, llenan de orgullo y satisfacción al infante protagonista. Tal es el caso de mi sobri Campanilla, que últimamente ha aprendido a chasquear los dedos y está todo el día haciéndolo, igual que cuando aprendió a silbar y nos puso a todos la cabeza como un bombo… 🙂

En fin, me callo ya, que ya se sabe que por la boca muere el pez… no sin antes descubrir el motivo de tanto dicho y refrán en este post: hoy quiero felicitar a mi amiga la Dra. Ingridbergman, que ya es doctora de verdad pasando además el trago de leer la tesis con un bombo de 38 semanas. De todas las personas que conozco, es la persona que más refranes por hora suelta. 🙂 Enhorabuena, doctorina, y esta es mi cita para tí: lo que sorprende, sorprende una vez, pero lo que es admirable lo es más cuanto más se admira. 

¡Hasta la próxima, amigos villamoquistas!

Un año de blog.

Pues sí, ya ha pasado un año desde que finalmente me decidiera a empezar el blog, y he conseguido seguir escribiendo más o menos cada pocos días. Bastante mérito para una procrastinadora nata como yo, he de decir. Así que debe de ser que me gusta escribir.

Al principio, todo me daba vergüenza: que no fuera a encadenar más de un par de posts seguidos, que nadie absolutamente me leyera, que alguien estuviera en desacuerdo con lo que escribía,… y sobre todo, que al abrir el blog todo el mundo pensara: «¿Pero ésta se ha creído que a la gente le va a interesar lo más mínimo lo que escribe?». 🙂 Así que, inicialmente, el blog fue «secreto», o mejor dicho anónimo; o, más bien, empleando seudónimos. Con los meses, vi que el asunto rodaba; y no sólo eso, sino que lo disfrutaba. Fui perdiendo la vergüenza y di a conocer mi bloguete a mis amigos de Facebook, entre ellos todos mis compañeros del hospital. Pero a estas alturas les he cogido tanto cariño a aquéllos motes iniciales, que no los voy a cambiar, aunque permitidme aclarar una vez más que mi marido no es un hombre hercúleo de proporciones halterofílicas pese a apodarse Ironman; como conté aquí, el sobrenombre se lo puse por su profesión, aunque se me ha puesto más cachas últimamente, sí, es cierto. 🙂 También lleva con bastante elegancia lo de ser bloguero consorte, y más le vale, porque fue el que más me insistió para que me pusiera a ello por fin.

La otra persona que me azuzó muchas veces a escribir de nuevo (tuve un fotolog, Villamocos, hace eones…) fue mi madre. Mi madre, que nos dejó hace ahora un año y un mes. Su pérdida fue el gatillo definitivo que me hizo arrancar Un fonendo en Villamocos. Sentía que se lo debía; o que al menos debía intentarlo.

Antes de escribir la primera entrada, antes siquiera de decidir su nombre, ya supe que no iba a ser un blog típico. Porque indagué acerca del mundo blogueril y resultaba que todos los gurús del tema aconsejaban CENTRARSE en una temática. Pero yo no podía, ni puedo. Me gusta escribir de Pediatría, pero también de la vida en el hospital, de mis hijas y sus aventurillas, y a veces de Historia de la Medicina… así que quebranto la regla número 1 de los bloggers. Qué se le va hacer, pero el blog es mío y escribo lo que quiero, chincha rebincha. 🙂

Ésta soy yo, y mi muñeca regalada por una pacientita que me vio con ojos azules (y qué va).

Ésta soy yo, y mi muñeca regalada por una pacientita que me vio con ojos azules (y qué va).

Y fueron pasando los meses y viví algunos momentos «estelares» del blog (no crea el lector de estas líneas que fueron nada del otro mundo; pero ¡ay, qué ilu!). Sin duda, uno de ellos fue mi primer post «medio viral», éste. Rompía una lanza en favor de los pediatras y ellos respondieron; con una satisfacción inmensa para mí. 🙂 Desencadenó además una situación divertida, porque un pediatra veterano de mi hospital, también bloguero, compartió ese post y me lo comentó en un pasillo del hospital,… ¡sin saber que lo había escrito yo! 🙂 …¡Lo que nos reímos al descubrirlo! Otra gran sorpresa fue con mi primer post viral de verdad: éste, en el que me lié la manta a la cabeza dando consejos a los próximos R1. Lo publiqué un jueves por la noche y empezó a rodar en serio el viernes. Ese fin de semana, Ironman y yo nos fuimos -sin hijas, cosa que intentamos hacer un fin de semana o dos al año- al Monasterio de Piedra, en Zaragoza. Cuando abrí el ojo el sábado por la mañana, vi que tenía el WordPress plagado de alertas… consulté las estadísticas y me dio un corazón el vuelco: todos aquéllos números no me los podía creer. De hecho, las visitas aumentaban por segundos. Oh my dog. Ahí me di cuenta de verdad, y no sin vértigo, del alcance que tiene Internet y de que lo que uno publica puede llegar muy lejos. Razón de más para intentar publicar de forma rigurosa, sobre todo si hablamos de ciencia.

Otro momento sorprendente para mí llegó con este post, en el que hice una resumen de una historia de la Medicina que me apasiona, la de la Real Expedición de la Vacuna de la viruela. Pulsé a «publicar» y en cuestión de diez minutos saltó un comentario de una persona que amablemente ponía en mi conocimiento que la serie de televisión acerca de dicha aventura estaba en marcha. 🙂 Otro momento que me llenó de orgullo y satisfacción fue que #lalistadepepe me incluyera entre sus filas. Es el Gran Hermano de los blogueros pediátrico-sanitario-científicos: nos tiene a todos vigilados. Dice Pepe que al que gane le regalará un jamón, y se curra mucho las puntuaciones. Ni Operación Triunfo, vamos.

Y cuando ví que los visitantes diarios aumentaban, decidí crear el perfil de Twitter y la página de Facebook: a ver si les hago más caso. 🙂 También me hice de Madresfera, lo cual es divertido porque cada lunes me sitúan en un ránking según el número de visitas. Llegué a estar entre los 10 primeros la semana posterior al post viral, pero luego nunca mais: con estar entre los 500 primeros me doy con un canto en los dientes. Además, no me importa demasiado el número de visitas, en serio, de verdad, no lo digo por decir. Lo que más me presta (este verbo asturiano, me vais a perdonar pero es intraducible al castellano) es ver cómo los que me leéis lo seguís haciendo. Comentáis más en Facebook que en el propio blog, y lo entiendo (wordpress no lo pone fácil para los comentarios…), pero sois mi acicate para seguir.

Leches, qué tienna me estoy poniendo. Debe de ser que con un añazo ya, el blog -mi tercer hijo- se me está haciendo mayor. 🙂

Hasta la próxima, amigos villamoqueros!

De tosferina, bebés, embarazadas y vacunas.

¡Hola a todos! Espero que me hayáis echado un poquito de menos este mes. Mi intención no era hacer parón veraniego, ya que a fin de cuentas «sólo» he estado dos semanas de vacaciones; pero ya se sabe, se deja una llevar y cuanto menos hago menos quiero hacer. En verano, como ya he contado alguna vez, los pediatras solemos tener menos trabajo. Y a eso, le añado que mis queridas MissTrotona y MissBerrinche han estado con los distintos abuelos todo el verano, permitiéndonos a su padre y aquí a servidora llevar una vida bastante más relajada que durante el curso. Ito ito ito, viva el veranito! 🙂

Por otro lado, ya sabéis que este blog se alimenta frecuentemente de vuestras consultas whatsappeñas y facebookeras, las cuales en verano han caído drásticamente (me habéis preguntado acerca de oxiuros, estreñimientos y picaduras; pero fiebre y tos, ¡ni una sola vez! qué bien se está sin virus, ¿verdad?). Sin embargo ha habido un tema que he notado está muy en el candelero materno-paternal: la vacunación (y ahora impedimentos para la vacunación) a la embarazada frente a la tosferina.

¿Qué es la tosferina?

Es una infección respiratoria producida por una bacteria, Bordetella pertussis, para la cual existe tratamiento antibiótico. Pero algo tendrá de especial para causar tanto revuelo, ¿no? pues ahí van algunas de sus particularidades:

  • El ciclo de la enfermedad es largo: en total puede durar muchas semanas de principio a fin. Primero hay un período de incubación, luego el catarral (indistinguible de otros catarros) y a continuación la fase que le da nombre: la de la tos paroxística. Finalmente, hay una convalecencia de duración variable en la cual la tos puede seguir dando coletazos.
  • Características de la tos. No es una tos cualquiera: sucede en «ataques» o salvas de muchas toses seguidas que cansan al niño, y que finalizan con un ruido o «gallo» que se produce al coger aire por fin de forma bastante forzada. Aquí tenéis un ejemplo.
  • Es una enfermedad peligrosa para los bebés pequeños. ¿Por qué? Pues por lo mismo -más o menos- que lo es la bronquiolitis: porque el lactante pequeño se cansa más al toser (entre otras cosas), y esta enfermedad puede provocarle pausas de apnea (que significa parar de respirar) o que rechace totalmente comer. Es decir: es una infección que puede ser fatal sobre todo en los neonatos. En cambio, en los niños mayores y en los adultos se suele pasar con bastante elegancia, sin mayores consecuencias… salvo las derivadas del contagio a algún bebé.
  • Y resulta que es una infección muy contagiosa, sobre todo en la fase catarral.
  • Ni la infección «natural» ni la vacuna confieren inmunidad permanente. Es decir, que a medida que pasa el tiempo desde una u otra dejamos de tener defensas y podemos volver a enfermar.
  • Por todo la anterior, sucede que aunque ha disminuido mucho gracias a la vacunación, la tosferina está ahí fuera, como la verdad en Expediente X. Y, de hecho, en los últimos años han aumentado los casos declarados. Y sucede también que tenemos un sector de la población totalmente desprotegido: los bebés desde que nacen hasta que empiezan a recibir la vacuna DTP (difteria-tétanos-tosferina) a los dos meses. ¿Por qué no se les vacuna antes? pues sin entrar en diatribas inmunológicas, (que el sistema inmune es, en dos palabras, im-prezionante), digamos que los recién nacidos no son maduros -inmunológicamente hablando- para responder de forma adecuada.Captura de pantalla 2015-09-09 a la(s) 18.18.13

¿Soluciones al problema?

Dada esta coyuntura, se propuso hace ya años que quizá vacunando a las embarazadas se conseguiría proteger a los recién nacidos. En los enlaces que os adjunto abajo podréis encontrar información seria al respecto, pero os la resumo: por un lado, al vacunar a la madre, se consiguen defensas directas para el bebé puesto que estas defensas (anticuerpos) atraviesan la placenta y llegan al feto. Por otro lado, se alcanza una protección indirecta, ya que si la madre está recién vacunada no enfermará; y ya hemos visto que la principal fuente de contagio a los recién nacidos son los adultos que pasan la enfermedad tosiendo sin mayores consecuencias. El motivo de que la vacuna deba administrarse en el tercer trimestre del embarazo es que la respuesta inmune puede «apagarse» a lo largo de las semanas: si se vacuna al principio de la gestación, en el momento del parto podría no haber ya suficientes defensas.

… Pero aparecen nuevos problemas.

Hasta aquí todos contentos, y todo más o menos claro…  y nuevo giro en el guión debido a la aparición de problemas de desabastecimiento a nivel mundial de la vacuna. Era algo que podía pasar, y pasó… tenéis información aquíaquí y aquí. Y que, espero, se solucionará.

En cualquier caso, lo que me ha llamado la atención es que me consta que ya hay futuras madres realmente angustiadas por no poder disponer de la vacuna. Y me temo que en muchos casos es porque a la hora de explicar las cosas, los sanitarios unas veces no llegamos y otras nos pasamos… y hemos sido tan vehementes apoyando la vacunación que ahora las embarazadas que no disponen de ella temen que sus hijos estén expuestos a un riesgo altísimo de padecer la enfermedad. Bien: tranquilidad. Lo deseable es, por supuesto, que la cobertura vacunal sea universal, pero mientras tanto debemos saber que las posibilidades de que nuestro bebé padezca la enfermedad son bajas, sobre todo siguiendo algunas pautas que por otro lado son de sentido común cuando hay un recién nacido. Una de ellas es restringir al máximo las visitas y por supuesto aquéllas de personas tosedoras. Mi paisana Lucía se «ha mojado» acerca de esto aquí y aquí (y no puedo estar más de acuerdo).

Y con esto finalizo el post-postvacacional con la reflexión post-post de hoy, que no es otra que: MAÑANA ESTE BLOG CUMPLE UN AÑO. QUÉ FUERTE QUÉ FUERTE QUÉ FUERRRRTEEEEE. Gracias a todos los que habéis hecho que siga vivo, con vuestros comentarios y vuestro apoyo, y por supuesto con vuestras críticas siempre constructivas. 🙂 Seguiremos adelante.

Algunas fuentes consultadas en este post:

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25573035

Haz clic para acceder a TosFerina.pdf

Haz clic para acceder a Tos_ferina_en_Espana_2013.pdf

http://enfamilia.aeped.es/prevencion/embarazo-tosferina

Mamá, me duelen las piernas…

Hoy en el blog, un motivo de consulta estrella en Pediatría: los dolores de crecimiento, a raíz de varias consultas whatsappeñas que he tenido en los últimos días.

Primer punto importante: Los dolores de crecimiento, como las meigas, haberlos haylos.

Pues sí, duelen de verdad. Y además, se trata de un tipo muy frecuente de dolor músculo-esquelético en la infancia. Lo que ya no está tan claro es su causa, aunque hoy día no se atribuyen al crecimiento sino más bien a sobrecarga muscular tras el ejercicio habitual del niño. Al final del post os cuento algo más acerca de las posibles causas…

Segundo: el diagnóstico es clínico.

¿Qué quiere decir esto? pues quiere decir que no suele hacer falta pedir pruebas (análisis o radiografías), sino que con lo que nos cuentan los padres o el niño y con la exploración física podemos diagnosticarlos.

¿Y cómo son los dolores de crecimiento? son propios de escolares (no bebés ni adolescentes), y afectan a ambas piernas (a veces más a una que a otra); los suelen referir como difusos, entre las rodillas y los tobillos y más en la cara anterior, y típicamente aparecen al final del día y primera parte de la noche. Incluso pueden dificultar que el niño concilie el sueño, o despertarle. Otro dato muy típico es que mejoran con «masajes», aunque probablemente sin ellos también, en un ratito. Al día siguiente, no hay dolor en absoluto y mucho menos cojera. Pueden aparecer varias veces al mes, o incluso en «rachas» de varias veces a la semana para desaparecer después durante un tiempo variable. Normalmente cuando se consultan con el pediatra ya llevan un tiempo sucediendo.

¿Y qué encuentra el pediatra en la exploración física? Nada anormal.

"Los problemas crecen" era en realidad "Dolores de crecimiento"... aunque no sé si yo hubiera visto una serie con ese nombre.

«Los problemas crecen» era en realidad «Dolores de crecimiento»… aunque no sé si yo hubiera visto una serie con ese nombre.

Tercero: son benignos.

Quiere esto decir que no producen secuelas a corto, medio ni largo plazo. Lo único malo que tienen es lo molestos que son, pero se acaban pasando. Por cierto: el que la duración de los dolores sea ya de meses no le aporta gravedad, más bien al contrario.

Finalmente, no es propio de los dolores de crecimiento:

El cuadro clínico es tan característico que es necesario un estudio en mayor profundidad cuando los síntomas «se salgan del guión», a saber: que afecten siempre a una sola pierna; que sean de comienzo reciente y coincidan con empeoramiento del estado general del niño; que se asocien a fiebre; que se detecte hinchazón de alguna articulación; que sean de predominio matutino; que provoquen cojera durante el día; etc. Si existen dudas, una analítica o prueba de imagen pueden ayudar a detectar enfermedad. En internet encontraréis kilos de información al respecto, porque entre otras cosas esta entidad (¡porque no voy a llamarlo enfermedad!) es una vieja conocida de los pediatras y reumatólogos/traumatólogos infantiles.

Volviendo a las causas, y aquí me dirijo sobre todo a mis compañeros pediatras: últimamente he percibido (en la literatura científica, congresos, secciones de salud de los periódicos, etc) que la vitamina D es «el perejil de todas las salsas» o mejor dicho que sus bajos niveles podrían ser los culpables de infinidad de patologías. Vaya por delante que no he investigado en serio al respecto aún (lo intentaré), pero -por probar- puse en PubMed «growing pains vitamin D», y me salen nada menos que 20 artículos. Ojeando, encontré lo que suponía: se busca evidencia acerca de la asociación entre déficit de dicha vitamina y los dolores de crecimiento. Como siempre: hacen falta más estudios…

Apunte pos-post: Puede que las causas no estén claras, pero que doler, duelen, doy fe. ¡Yo aún me acuerdo! 🙂

 

 

Felicidades, hija mayor.

Siguiendo con el espíritu ecléctico de este blog, cambio completamente de tema y dedico el post de hoy a mi recientemente cumpleañera hija mayor, alias Trotandovoy (trotandovengo… mmmmmmlalalalá me entretengo). Es justo que lo haga: hace 10 meses, en la época neonatal de esta bitácora, hice lo mismo por el octavo cumple de Miss Berrinche.

Así que, Miss Trotona, ahí van DIEZ cosas muy tuyas como los DIEZ añazos que cumples:

1.- Eres el optimismo personificado. El ver siempre el lado divertido de las cosas. El no prestar más que la atención justa a lo negativo, y enseguida encontrar el lado bueno. 🙂 A lo mejor (¿quién sabe?) esto tiene que ver con tu fecha de nacimiento, el 1 de agosto, día en el que -como bien apuntó tu AbuSegoviano- media España se coge vacaciones. Ojalá sigas siendo así siempre, pero que eso no te haga conformarte con poco…

2.- Lo difícil lo haces fácil. Hablo de retos propios de tu edad, aunque alguna vez me has dejado boquiabierta encontrando soluciones «felices» a imprevistos cotidianos. Yo creo que tu primera demostración de esta virtud fue el mismo día en que naciste: pesando tú 3,500 y siendo yo primeriza, nadie vaticinaba que a las dos y media de la tarde estarías en mis brazos habiéndome puesto de parto a la una del mediodía. 🙂

3.- Tienes unos ojos enooooormes. Pues sí, y además para mi sorpresa no tienes miopía (aún), yo que daba por hecho que mi descendencia llevaría gafas desde la más tierna infancia. Y eres alta y delgada, no exactamente como tu madre, morená-saladá: yo no era tan flacucha. Normal: trotando como estás todo el día por esos mundos, tu gasto energético debe de ser bastante alto. 🙂

4.- Eres tremendamente creativa, y ya nos pasa desapercibido -por habitual- el puzzle que te inventas con dos servilletas a trocitos haciendo tiempo en una cafetería, el «soneto» o la adivinanza que te sacas de la manga en la cola del supermercado o el tirachinas que te construyes con una goma y dos ramitas en la puerta del conservatorio. Y siempre tirándome de la manga: «mamá, mamá, mira lo que hecho». Y lo siento si no siempre te presto atención suficiente. Tiene mucho mérito lo que haces, o al menos lo tiene para mí, que no he sido bendecida con semejante virtud.

5.- Se te dan bien las matemáticas, el cálculo y la lógica. En cambio, metes unas patadas a la ortografía que dejan temblando el cuaderno… 

6.- Tu manera normal de desplazarte no es caminar: es trotar. Pensaba que sería así sólo mientras fueras pequeña, pero no: a día de hoy, básicamente, correteas. Y saltas. Y te subes a las alturas que encuentras. En definitiva, no paras quieta -al menos, comparado con tus plácidos padres y hermana-. Siempre me deja alucinada cómo tras despertarte, cosa que te cuesta mucho, te bajas de la cama medio dormida pero aún así te diriges a la cocina trotando. En probable relación con esto, se te dan bien los deportes; sobre todo los que implican equilibrio. Patines en línea, skate, patinete, zapatos con ruedas, bici… todos se te dan bien.

¿Para qué son las cerraduras medievales si no es para fisgar a través de ellas?

¿Para qué son las cerraduras medievales si no es para fisgar a través de ellas?

7.- Te abstraes con facilidad. Lo de prestar atención durante una hora seguida no va contigo… y no he utilizado la palabra «distraes» sino «abstraes» con total conocimiento de causa. Porque tú misma me has confesado que, cuando la clase te aburre -y no es siempre así, en Coro no te aburres nunca- necesitas dejar de escuchar a tu profe y empezar a imaginarte «muchas cosas guays». Menudos viajes te debes de pegar en algunas clases. 🙂 Y, no sé si tendrá algo que ver o no: pero necesitas dormir mucho. Quiero decir MUCHO. Dos horas más, de media, que tu hermana pequeña. 🙂

8.- Eres bastante inocente para tu edad. Y que siga siendo así; no te me «resabies» pronto, por favor. Aunque muchas de las niñas de tu edad te superen ampliamente en picardía. 🙂

9.- Tienes buen oído melódico; y cantas bien. Son los genes del AbuAstur. Además pienso (aunque no soy yo la más indicada para decir esto) que tienes aptitud suficiente como para seguir progresando con tu chelo: espero que el próximo curso los horarios nos lo permitan. Y si no, no te preocupes: a tu ritmo… 🙂

10.- Eres contenida en tus emociones. Te tiene que hacer mucha gracia algo para que te rías a carcajadas, y te tiene que dar mucha pena lo que sea para que llores. Y no te enfadas en serio casi nunca. 🙂 

Y cumples 10, y entras oficialmente en la adolescencia… Felicidades, bombón. Mamá.

[Miss Trotona, leyendo esto en el futuro… «Mamá: ¿Qué es ecléctico?» 🙂 ]

 

 

Los niños y el dolor.

Se me ha ocurrido hablar hoy del dolor infantil a propósito de algunas situaciones vividas en los últimos días, algunas en la consulta y otras en el ámbito villamoquil. Esto nos pasa frecuentemente a los pediatras, por cierto: cuando tenemos hijos, a menudo vivimos lo mismo en el hospital y en casa, y de ambos entornos aprendemos. 🙂

Históricamente y hasta no hace mucho se concedía escasa importancia al DOLOR (así, en mayúsculas) como parte importante del proceso de enfermedad en un niño; los esfuerzos se centraban en diagnosticar la enfermedad, averiguar sus causas, e iniciar el tratamiento. Me refiero a todo tipo de situaciones clínicas frecuentes en Pediatría, tanto una brecha en la barbilla como una neumonía. En el pasado, se creía que los niños incluso sentían menos dolor, a consecuencia de una supuesta inmadurez de su sistema nervioso; y que, si lo sentían, se les olvidaba más fácilmente. En definitiva, existía una corriente minimizadora del dolor en el niño. Pero… nada más lejos de la realidad.

Lo que está claro es que el dolor es un síntoma con particularidades en el paciente pediátrico. Para empezar, porque muchos no saben hablar, y el dolor hay que interpretarlo. Además, porque el niño es un individuo que LLORA con más frecuencia que un adulto (vale: no siempre 🙂 ), lo que implica que nos impresione más el llanto de éste que el de aquél. También porque se tiende a medicar menos a los pacientes infantiles, incluyendo la analgesia; y, por qué no decirlo: en épocas pretéritas (¡qué palabra!) el niño ocupaba lo más bajo del escalafón social.

Como muchos sabéis, me dedico a la Reumatología infantil, una de las subespecialidades de la Pediatría. Veo todos los días niños cuyo motivo de consulta es el dolor de distintos colores y pelajes. También hago guardias en Urgencias y en planta. Todo esto significa que estoy familiarizada con el dolor en el niño, y que en estos años he sacado algunas conclusiones que os pongo aquí, con intención también de conocer vuestras opiniones (¡que los comentarios en un blog dan solera y vidilla! 🙂 ), que no siempre coincidirán con las mías, claro.

Si la madre (o el padre) dice que le duele, es que le duele. Punto. Esto me parece una verdad casi absoluta.

Los niños son muy nobles con su cuerpo, muchísimo más que los adultos. Si algo les duele, aunque sea por un motivo banal, lo protegen. Un niño jamás se pondría voluntariamente unos zapatos que le hacen daño (por muy bonitos que le parezcan), ni un jersey con una etiqueta que le roza (aunque tenga un dibujo del mismísimo Doraemon). Así, podemos encontrar rechazo a caminar en un nene de 20 meses que tiene una ampolla en el pie al día siguiente de estrenar sandalias. Un adulto con la misma ampolla tiene que ir a trabajar, a la compra y a recoger a los niños del colegio. Un niño pequeño no conoce obligaciones: prefiere no caminar, que así no le duele, y listo.

Los niños tienen mucho miedo al dolor. Supongo que es un instinto atávico, y desde luego en ningún modo me parece menor que en el adulto; al contrario. El adulto tiene la capacidad de entender determinadas situaciones y anticiparse a ellas (punción para analítica), y el niño a menudo no… con lo cual no está preparado para prever las situaciones dolorosas, sino que le vienen dadas de improviso. En este punto, soy totalmente partidaria de explicar a los niños los procedimientos. Mi sobrina Campanilla y Miss Trotona son dos ejemplos de niñas pinchadas a los 3 años sin inmutarse, en gran parte gracias a la explicación previa (y a la pericia de la enfermera, claro está). 🙂

– En cambio, ya hablando de síntomas muy frecuentes en los niños: se tiende a tratar más la fiebre que el dolor, y eso que se usan los mismos fármacos. La fiebre da más respeto y creo que incluso hay (en general) sobretratamiento de la misma.

– Por supuesto que un niño se puede inventar un dolor. Pero si sospechamos que es así, de ningún modo esto le quita importancia. Sigue siendo necesario prestar atención al síntoma, porque puede ser la punta del iceberg de otros problemas más serios.

– Además, los niños son malos simuladores, en general. Se les caza pronto. Angelicos. 🙂 Enternecedor pillar a Miss Berrinche cojeando ahora de una pierna, ahora de la otra, por error. Pero ya he contado otras veces que nada la haría más feliz que llevar amuletas por un día… 🙂

 Y me pongo seria de nuevo: la práctica pediátrica debe encaminarse a EVITAR el dolor, bien previéndolo, bien tratándolo. Esto no lo digo yo, que no soy nadie en la materia: esto lo dicen los expertos en el dolor pediátrico. Pero de lo que soy responsable como pediatra es de poner todo de mi parte para que sea así; por muy liada que esté la guardia o por rápido que vaya a ser el procedimiento, debemos darle al dolor la importancia que tiene, que es MUCHA.

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Miss Berrinche cojeando tras su hermana, en Saint Emilion.

[Miss Berrinche, cuando lea este post en el futuro: «Mamá, ya sé por qué escribiste ese post ese día de julio… fue por mis ampollas de los pies después de tanto bailar en la boda de los primos, ¿a que sí?»]

Felicidades, M y J: ¡que seáis muy felices! 🙂

¿Qué buscas en tu pediatra?

Aunque no tengo muchos años de experiencia como pediatra (servidora es treintañera… por poco tiempo, 🙂 pero treintañera), algo que me suscita bastante curiosidad es la respuesta a la pregunta que da título al post. Como padre o madre, ¿Qué esperas de tu pediatra? ¿Crees que coincide con lo que tu pediatra aspira a mejorar como profesional?

Le he dado alguna vuelta al tema y he llegado a la conclusión de que padres y pediatras no siempre coincidimos totalmente en los objetivos a alcanzar mediante la visita médica. Me gustaría saber vuestra opinión, y aquí os pongo la mía:

Creo que los padres valoráis mucho que os den un diagnóstico acertado. Pero esto no siempre es posible, qué más quisiéramos los pediatras; es más, diría que un alto porcentaje de los motivos de consulta pediátricos se solventan de forma totalmente correcta con un diagnóstico orientativo y con unas indicaciones claras. Ejemplo: la fiebre parece corresponder a un catarro (o lo que es lo mismo, no corresponde a una causa más grave, como os explicaba aquí), y es suficiente con vigilarlo y aliviar los síntomas. O bien: el nene tiene una gastroenteritis (aunque no sepamos el bicho culpable) y lo importante es reponer las pérdidas y vigilar el grado de hidratación. Sin embargo, muchas veces a los papás os extraña que no podamos decir exactamente por culpa de qué microbio el niño tiene fiebre o diarrea. Esto creo que a menudo es un error nuestro: debemos explicaros mejor lo que implica nuestro juicio clínico «síndrome febril de probable origen vírico», porque creedme que muchas veces nos cuesta -MUCHO- llegar a esa conclusión por otro lado tan habitual. En este aspecto, a veces podéis echar de menos que hagamos más pruebas para alcanzar el diagnóstico definitivo. En cambio, nosotros aspiramos a pinchar y radiar a los niños lo menos posible, si es que estas pruebas no nos van a hacer cambiar la actitud (el tratamiento de un catarro es el mismo, sea por un virus u otro). Y lo hacemos, evidentemente, por el bien de los niños.

Captura de pantalla 2015-07-15 a la(s) 23.09.30

Autora Emma Cano (sacado de su web). Me encanta su obra y en particular «luz en hipocratia». http://www.emmacano.com

Siguiendo en la misma línea, creo que los padres valoráis mucho que vuestro pediatra os EXPLIQUE las cosas, os ofrezca la posibilidad de preguntar cuanto más mejor, y os dedique el mayor tiempo posible. Como ya he dicho, quizá en esto a veces nos quedamos cortos, lo reconozco; pero la presión de tener otros 20 niños por atender juega en nuestra contra. Por otro lado, la Urgencia no es el ámbito más adecuado para hablar largo y tendido de la alimentación complementaria del niño o la retirada del pañal. Pero no me cabe duda de que esta es una asignatura pendiente en las facultades… enseñar a mejorar la comunicación médico-paciente. Normalmente, lo que busca un pediatra con la sala de espera a rebosar es ser eficaz y operativo; es decir, detectar los niños más graves para darles prioridad y decidir rápidamente la actuación más adecuada en cada caso. Y optimizar el tiempo, siempre (creedme: no nos gusta nada que estéis tres horas en la sala de espera de Urgencias)… y por eso a veces no podemos (literalmente no tenemos más minutos disponibles) pararnos demasiado a explicar.

Otra de mis impresiones es que, además de buscar un diagnóstico riguroso, los padres esperáis que os indiquemos un tratamiento… y de nuevo os extraña si no lo hay. Además, este es el escenario de la mayoría de enfermedades pediátricas, es decir las víricas: que no tienen tratamiento específico. Nada nos gustaría más a los pediatras que apareciera un fármaco (o familia de fármacos… por soñar, que no quede) que sirviera para curar el catarro al igual que un antibiótico cura una neumonía bacteriana. Pero no lo hay. Los pediatras, en general, aspiramos a indicar cuantos menos tratamientos, mejor. Porque NO hay fármaco sin efectos secundarios, por leves que éstos sean; y si un fármaco no nos va a reportar un beneficio, NO hay que pautarlo.

Algo que he observado también muchas veces es que los padres valoráis la concordancia en la información entre varios médicos. Este es un punto importante y peliagudo, porque efectivamente a menudo dos pediatras no piensan igual acerca del estreñimiento del niño (por ejemplo). Pero lo importante no es esto… lo importante es que es muy posible que la actuación que sugiere el pediatra A sea correcta y la que propone el pediatra B, también. Quiero decir que un mismo problema de salud puede tener distintas formas de abordaje siendo todas correctas. Por supuesto, no estoy hablando de los errores diagnósticos, que desafortunadamente a veces los hay; estoy hablando del día a día, de lo que os sorprende que un pediatra os indique Positón para la dermatitis del pañal y otro, Mycostatín. En este aspecto soy de las que piensa que no es buena idea consultar con muchos pediatras diferentes… suele generar confusión en los papás.

Y para terminar: me parece que obviamente los padres buscáis un profesional accesible y asertivo, y que sepa lidiar con los nenes. Esto es lógico: todos buscamos una actitud amable en cualquier profesional al que nos dirigimos. Pero creo que en Medicina en general y en Pediatría en particular esto es un dato importante. Uno se siente muy frágil como paciente o como familiar, y cada afirmación de nuestro médico, cada gesto, cada exclamación y cada sugerencia se nos quedan grabados de forma indeleble. Porque hablamos de la salud de nuestros nenes y eso es lo más importante, ¿verdad? En este aspecto pienso, de nuevo, que hay mucho que mejorar (y como veis no se me caen los anillos al reconocerlo).

Seguro que se me ocurrirían más cosas de no haber escrito este post en media hora escasa… y me encantaría saber vuestras opiniones.

(Miss Berrinche dentro un tiempo, al leer este post: «Pues mami, tú decías que mi estilo era el «chaqueta de un guardia style», pero el tuyo… ¡el tuyo es «camisa de once varas style»!)