De la epidemia de bronquiolitis y otras noticias.

Estos días ha habido revolución en los medios, y sobre todo en las redes sociales, por el colapso que han sufrido las UVIs pediátricas con la epidemia de bronquiolitis (ejemplo aquí). Unos cuantos amigos me han preguntado que qué pasaba este año, que si había un virus nuevo como cuando la gripe A (que tampoco era nuevo, por cierto) y que si la situación era grave.

Pues bien, no es ni más ni menos grave que otros años. Me explico: la epidemia estacional anual de bronquiolitis por virus respiratorio sincitial (VRS) es tan previsible como la vuelta al cole, la cuesta de enero o los atascos de la operación salida. O sea, que sucede SIEMPRE, año tras año. Por ejemplo, escribiendo en google «bronquiolitis colapso» aparece esto, esto y esto. Qué casualidad, ¡noticias publicadas el 23 de diciembre del año pasado! Yo misma en este blog he hablado de la bronquiolitis puntualmente cada invierno: la primera vez aquí, la segunda aquí.

Y todo apunta a que la epidemia anual seguirá siendo igual -quizá unos años más agresiva que otros, pero con pocas diferencias- hasta que se invente una vacuna eficaz si es que llega a inventarse algún día, o se descubre un tratamiento efectivo (el sueño de todo pediatra).

Dicho todo lo anterior, los sanitarios que tratamos niños sí pensamos que hay algo «muy mejorable»: la falta de previsión en cuanto a dotación de medios que se vive año tras año. Os recomiendo encarecidamente que leáis esta fantástica entrada del blog Curar a veces, donde no se puede explicar mejor el tema del que hablo. Me quedo con la última frase: «A lo imprevisto responderemos lo mejor que podamos, gestionar lo previsible depende de nosotros».

 

A mis cuarenta.

Los que me seguís en Instagram y en Facebook sabréis, porque lo he anunciado a bombo y platillo, que acabo de cumplir los cuarenta. Y me siento estupendamente. 🙂

A mis 40, ya tengo medio idea de cuál es mi papel en este mundo. Tengo asumidos mis defectos y, por qué no, mis virtudes; lo que no quiere decir que no intente potenciar éstas y compensar aquéllos. Pero sé qué quiero, personal y profesionalmente.

A mis 40, llevo más de la cuarta parte de mi vida siendo madre. La maternidad es un camino trepidante y totalmente contrario a la monotonía. Cada día supone un nuevo escenario que exige improvisación. Por malos ratos que me hayan hecho pasar esas dos elementas, no ha habido ni un solo día en que no me hayan infundido una buena dosis de felicidad. 🙂

A mis 40, he aprendido bastante ya. Pero continúo aprendiendo cada día que nunca es tarde para aprender, ni para emprender, ni para aprehender. Y, siendo médico como soy, comprendo y acepto que nunca debo dejar de hacerlo. También caí del guindo hace tiempo, aceptando que ser mejor pediatra sólo se consigue con esfuerzo. Me peleo con esta obviedad cada día, porque soy de naturaleza perezosa en lo que a estudiar se refiere. 🙂

A mis 40, sé que he sido desafortunada en el juego y, por lo tanto,… ya me entienden. 🙂

A mis 40, estoy convencida de que nunca es tarde para casi nada. Escribir un libro, tocar un instrumento, probar deportes nuevos, lanzarse a pintar con acrílico, cocinar sushi o aprender otro idioma. Se puede una iniciar en todo esto y mucho más. Aunque acepto que hay experiencias que ya no voy a vivir, y no pasa nada.

Gracias, Juan, por la foto!

Gracias, J, por la foto!

A mis 40, sé que si algo no me gusta en mi vida voy y lo cambio. Así, sin más, cueste lo que cueste.

A mis 40, sé que todos tenemos alguna habilidad especial, más o menos útil. Entre las útiles: se me da bien explicar y organizar planes. Entre las inútiles: sé imitar acentos y hacer una cosa con la mano derecha y otra con la izquierda. 🙂

A mis 40, sé que no es cierto que a partir de cierta edad ya no se hacen amigos. Es falso: se hacen amigos a cualquier edad. 🙂 Por otro lado, sé que inevitablemente hay personas que se quedan por el camino, porque no nos hemos gustado lo suficiente. Con qué facilidad asume una a los 40 el no gustar a la gente, ¡con lo difícil que era a los 18!

A mis 40, sé que necesito música, lectura y naturaleza. No necesariamente por este orden.

A mis 40, sé que mi pelo va a ser siempre indomable y además, con muchas canas. Y castaño, ¡no rubio! También sé que mi altura implica una talla 38-40 mínimo (ojalá alguien me lo hubiera contado a los 16 años). Sé que me gusto vestida de rojo, verde o negro, y me he reconciliado con mis piernas. Además, creo que no me ha tocado una mala piel. Pero por encima de todo, y por manido que suene, me preocupo más por mi alma que por la cáscara.

A mis 40, sé que nada es tan serio como parece y que todo pasa. Además, la cuestión no es esperar a que amaine la tormenta; sino aprender a caminar bajo la lluvia.

 

 

¿Qué comen nuestros niños?

La reflexión de hoy viene dada por esta entrevista que mi hermana la Tita Geóloga compartió el otro día en Facebook. Ayer la pude escuchar atentamente. No me ha contado nada nuevo porque hace ya mucho tiempo que sigo a Aitor Sánchez de «Mi dieta cojea«, a Julio Basulto, a Juan Revenga («El nutricionista de la general«) y cómo no a mi amiga África de «Cómo entender a tu endocrino«. Todos ellos (y más que me dejo en el tintero) son grandes comunicadores, rebosan ciencia y sentido común por todos sus poros y hacen un esfuerzo loable por transmitir a la población general lo que es una alimentación saludable.

Pero (y esta es mi reflexión de hoy) su mensaje llega insuficientemente. Tanto a los padres de familia que hacen la compra del mes (llenando el carro de galletas y cereales para el desayuno, Actimel que es buenísimo y zumos industriales), como a la abuela que le lleva la merienda a su nieto al recogerle del cole (una napolitana de crema recién horneada), como a la madrina que lleva un regalo a su ahijado (un cucurucho enorme de golosinas). Y, lo que es más preocupante aún, parece que el mensaje no ha calado aguas arriba, es decir, en los organismos oficiales que regulan el consumo en nuestro país.

Comemos mal. El hambre pasada en la posguerra y la abundancia actual, entre otros factores, han estropeado nuestra alimentación. La dieta mediterránea deja de ser saludable si se le suma la cantidad de alimentos procesados y llenos de azúcar omnipresentes en las estanterías del supermercado. Y la publicidad es enormemente engañosa. A «calorías sin ningún valor nutricional» lo llaman «energía». ¿Qué madre no querría cargar las pilas de su retoño de energía a las 8 de la mañana antes de ir al cole? ahora bien, vaya paradoja: algunos alimentos procesados (dulces en su mayoría) que se vendían como «fuente de energía» ahora añaden en letra pequeña que «sólo» tienen equis calorías. Porque lo que ha pasado en España es eso: que nuestros niños han consumido tanta energía, que tienen sobrepeso e incluso obesidad.

No seré yo quien erradique totalmente el azúcar y los alimentos procesados de la dieta de mis hijas. Porque es imposible, al menos en este país hoy por hoy. Pero al menos intentaré limitarlos. Y, como dice el autor de la entrevista: «más mercado y menos supermercado», entre otros simples pero grandes consejos.

Recomiendo a todo el mundo bucear por las webs de los autores antes citados. 🙂

Feliz finde y puente próximo!

Diagnosticar no es tan fácil como parece.

Desde que comencé a escribir el blog, hace ya dos años y dos meses, mis posts han sido más bien largos, y en cada uno desarrollaba el tema que me hubiera rondado la cabeza días atrás. Incluso, a veces, he anotado en el bloc de notas del iPhone «pinceladas» que quería plasmar en un futuro planeado post.

Últimamente me he visto de nuevo metida en más trabajo del habitual, así que he tenido que priorizar; el blog ha salido perdiendo. 🙂 No he pensado en ningún tema sobre el que escribir (exceptuando una colaboración con el blog Hablando de Geriatría, que tengo a medias) y por tanto mucho me temo que lo que publique de aquí a un tiempo va a ser un tanto improvisado.

Por ejemplo, ea, hoy: qué difícil es a veces diagnosticar. Y, a menudo, al menos no es tan fácil como parece.

Cuando me embarqué en esto de la Medicina, y hablo de mi época de estudiante, mis apuntes eran un arcoiris dependiendo de la sección en cada enfermedad. Etiología: en verde. Clínica: en rojo. Diagnóstico: en azul. Tratamiento: en naranja. Así visualicé todas y cada una de las enfermedades que estudié durante la carrera. El apartado azul era de los que más me costaba. No entendía, a menudo, por qué en una enfermedad infecciosa el cultivo ayudaba mucho, y en otra no; o por qué en una patología ósea el TAC era infinitamente mejor que la resonancia. También, adoraba -como casi cualquier estudiante de Medicina- la palabra patognomónico y lo que ello implica (síntoma que aparece únicamente en el marco de una enfermedad específica; es decir, DA el diagnóstico). 🙂 Todo esto es comprensible analizado ahora: la experiencia clínica construye al médico en un porcentaje mayor que los conocimientos previos, o eso creo. Siempre y cuando el médico siga estudiando, claro. 🙂

El caso es que al empezar a trabajar con pacientes ya me di de bruces con la realidad. A menudo el diagnóstico NO es fácil, porque los pacientes frecuentemente no tienen una sola enfermedad, o porque las pruebas diagnósticas están sujetas a una sensibilidad y una especificidad. Además, el proceso diagnóstico no depende casi nunca de una prueba, sino de la suma de varias, que actúan como las piezas de un puzzle. Y la verdad es que siempre queda alguna pieza descolgada («Al final todo apunta a que era infeccioso» «¿Y cómo se explica esa PCR baja a mitad de proceso?» «Pues no lo tengo claro»…). Una vez asumido esto, lo cual es fácil para cualquier galeno con que lleve sólo un mes trabajado, queda lo difícil: hacer entender a los pacientes y sus familias que el diagnóstico no siempre es sencillo. Fíjate si no lo es, que dio para una serie entera de bastantes temporadas (House). 🙂

Los que estéis preparando el MIR, superad la tentación de ver House. Os liará

Los que estéis preparando el MIR, superad la tentación de ver House. Os liará

«Lleva cinco días ingresado y no dan con lo que tiene», «Pues que le hagan más pruebas», «Dicen que parece un virus pero no le encuentran qué virus es», «Pues que le hagan un escáner completo»… son frases que oímos a menudo. Muchas están basadas en la concepción frecuentemente errónea que las series de televisión y las películas transmiten de la Medicina, pero la realidad es que, a menudo, una busca y busca y no encuentra. Eso, por no hablar de las sorpresas, que también se dan. En mi especialidad, las enfermedades autoinflamatorias nos ponen a menudo contra la espada y la pared. No es casualidad que la única enfermedad que el Dr. House no diagnosticó fuera un CAPS. 😉

Y no sé qué piensan otros médicos, pero en mi caso suelo optar por explicar a la familia del niño nuestra hipótesis, las dudas que nos planteamos y el plan diagnóstico que proponemos. Creo que el futuro de la Medicina apunta sin dudas al empoderamiento del paciente… pero eso es otro cantar.

Seguimos… 🙂

Intoxicación etílica en los niños.

Estos días estamos los pediatras revolucionados. Por esta noticia.

Yo no soy especialista en Urgencias Pediátricas, pero en mi día a día como pediatra sí hago guardias en urgencias. No muchas, la verdad, pero ahí están, cada mes. Y sí: en los últimos 3 años he notado cómo las guardias de fin de semana se han visto empañadas, cada vez más a menudo, por casos de niños y niñas con importantes intoxicaciones etílicas.

El tema es preocupante, mucho. Y merece la pena pararse a analizar las causas. Aviso de que escribo este post, en esta ocasión, sólo con mis opiniones y reflexiones; quiero decir que no he hecho una «investigación previa» como hago otras veces en Pubmed y Google.  Ando muy escasa de tiempo estos días, so sorry. 🙂

Por otro lado, también he de decir que conozco «las otras» urgencias, las de los adultos. Pasé, como muchos sabéis, cuatro años haciendo guardias allí, durante mi residencia de Geriatría. Y cada fin de semana, diría que el 100% de ellos, llegaban adultos jóvenes (de entre 15 y 25 años) en coma etílico. Aunando mi experiencia en los dos campos de batalla (Urgencias Pediátricas y Urgencias Generales), tengo algunas reflexiones.

Esta vez, la foto es mía. Hecha al final de una de tantas guardias.

Esta vez, la foto es mía. Hecha al final de una de tantas guardias.

Sospecho que el aumento del consumo de alcohol en niños se ha visto favorecido por el acceso de éstos a redes sociales e internet en general. Mis hijas, que tienen 10 y 11 años recién cumplidos, ya muestran claros síntomas de adicción a distintas plataformas (Musical.ly, Hangouts…). Y aunque aún no tienen móvil, pelean por conseguir el mío aunque sea sólo por tres minutos, para imitar a sus amigas grabando vídeos. No sé, pero intuyo que en el primer botellón habrá un cierto componente de imitación de lo observado en internet.

Pero creo que más importante que esto, que no deja de ser la universal tendencia de cualquier preadolescente a buscar ser aceptado por sus congéneres, influye la tolerancia social que hay al alcohol. Creo que hoy día se ven como cosas bastante distintas el alcohol y el tabaco, por ejemplo. Y ya no te digo el alcohol y otras drogas. Pero parece que, si todos tenemos claro que fumar NO, no transmitimos tan claramente a nuestros niños que beber tampoco. No lo perciben lo suficientemente peligroso. Porque socialmente está aceptado y se ve en todos lados, y además en la dosis está el quid de la cuestión.

También he observado que las circunstancias que rodean una intoxicación etílica en los niños son bastante diferentes que las del adulto joven. 

  • El veinteañero ya ha probado el alcohol antes; sabe distinguir los síntomas de embriaguez; y suele saber qué cantidad de alcohol le produce un determinado estado. A menudo lo que sucede es que en esta ocasión perdió el control y bebió más de lo que tolera, pero enseguida y con las medidas necesarias (suero glucosado, vitamina B1…) se recupera. Duermen en Urgencias y después, a casa. El niño que viene a Urgencias intoxicado, a menudo es la primera vez que bebe una bebida alcohólica de ALTA graduación. Porque esto también es importante: que yo sepa, no recuerdo haber atendido nunca a ningún adulto ni niño intoxicado por cerveza. Siempre ha sido ron, vodka, whisky. En cualquier caso, el niño que bebe por primera vez lo hace de forma tremendamente imprudente: media botella de cualquiera de esas bebidas en un corto espacio de tiempo. Y las consecuencias son, claro, nefastas. Diría que, de los niños intoxicados que yo he atendido, han acabado en la UVI pediátrica al menos el 80%. Son intoxicaciones en mi opinión más severas que las del adulto joven, teniendo además en cuenta -lógicamente- la propia fisiología del niño, que sin entrar en temas médicos (no voy a ponerme a hablar del glucógeno que os machacaría 🙂 …) le hacen más vulnerable.
  • Otra cosa que he notado es que al chaval de 20 años lo traen sus amigos a Urgencias, y normalmente han intentado remedios populares como intentar hacerle vomitar. Al niño lo trae una ambulancia, a él solo. Esto es así porque los niños de 12 años se asustan al ver a su amigo inconsciente… ¿y qué hacen? pues muchas veces, huyen. Se escapan, y abandonan a su amigo inconsciente. Esto hace que el cuadro clínico a menudo se complique con una hipotermia importante entre otras cosas (atragantamiento con el propio vómito, por ejemplo). En fin, un horror.
  • En cambio, la intoxicación etílica en niños no se suele acompañar de consumo de otras drogas, como sí sucede en el grupo adulto (insisto: en mi no muy extensa experiencia!) . No obstante, hay que comprobarlo, normalmente con tests de análisis rápido en orina que detectan la presencia de diversas drogas de abuso.

Total, que ando ya dándole vueltas a qué les vamos mi partner y yo a explicar a nuestras hijas. Porque tendremos que ir empezando a hablar de esto… se aceptan ideas! Al final no me he resistido y he tecleado rápidamente en Google, encontrando esto: cómo prevenir el consumo de alcohol en menores: pautas para padres y madres.

Cierro el post de hoy (que ha quedado SÚPERserio, no me digáis, ¡no parezco yo!) contándoos que, finalmente, ¡he quedado en el puesto 32 de los Bitácoras! En dos palabras: IM-PRESIONANTE. Gracias, salaos. Mil gracias. 🙂

 

El aborto.

Villamocos se pone seria. Hace tiempo que tenía pensado escribir sobre este tema. Porque creo que se infravalora lo que sienten las mujeres que lo sufren: así, sin más. Motivo más que suficiente.

Como no sabía cómo enfocarlo, decidí «innovar», y pedir opiniones. ¿A quién? Pues a aquellas mujeres que sabía que habían sufrido uno o más abortos. Cogí lápiz y papel y anoté todas las que se me ocurrieron: algunas muy amigas mías, otras tan sólo conocidas. Luego, contacté con ellas, por whatsapp o Facebook. Contacté también conmigo misma, claro. 😉 Algunas me contestaron; otras (las menos), no. Escribí a todas planteándoles las premisas de este atípico estudio «de campo» (por emplear un término habitual en bioestadística). A saber:

  • ¿Qué sentisteis al sufrir un aborto?
  • ¿Qué actitudes por parte de vuestro entorno NO os ayudaron, o directamente os hicieron daño?
  • ¿Qué actitudes por parte de vuestro entorno os ayudaron?

Este post nace para reflejar los resultados de mi encuesta, en primer lugar y como objetivo principal. Los objetivos secundarios (sigo empleando lenguaje bioestadístico) los expongo al final. 🙂

Y esto es lo que he recopilado (lo entrecomillado y en cursiva son frases literales de mis colaboradoras).

Sentimientos ante el aborto.

En esto, casi todas coincidimos. Desolación, decepción, tristeza, rabia. Fracaso. Incluso culpa. Y una inmensa pena. Sensación de un proyecto que se derrumba, pero multiplicado por mil. La mayor ilusión de tu vida, que de golpe se evapora. Porque aun no buscando un embarazo, desde el momento en que el test vira a positivo, se convierte en la mayor ilusión imaginable para la mayoría de las mujeres. La pena cuando todo se trunca, además, dura mucho tiempo, sobre todo si no hay un nuevo embarazo. En mi encuesta, ha habido bastantes bajas de al menos un mes y el motivo era el estado de ánimo, no otro. Tengo una amiga desde hace 25 años y nunca la había visto llorar, nunca. Hasta que abortó.

«No quería hablar con nadie. Sólo quería estar yo sola con mi pena». «Pensé que no saldría, que nunca más podría volver a ser feliz». «Nunca seré capaz de tener un bebé sano». «Aunque me avergüence decirlo, desde entonces siempre que veía una embarazada sentía mucha envidia, mucha rabia y aún más pena». 

También: sentimiento de NO VALER. De ser no apta. Esto se acentúa en caso de dificultad para lograr el embarazo.

«Me pregunto por qué todas pueden y yo no. ¿Por qué soy yerma?» «Sentía que no servía para nada. Para nada». «Me daba vergüenza ver a las personas que sabían de mi embarazo, como si me costara confesar que lo había perdido».

Todas, todas las mujeres que conozco, visualizan a su bebé en el momento mismo en que saben que están embarazadas. Y cada día que pasa se añaden detalles: sexo, color de pelo y de ojos, carácter, estatura… y nombre. Por supuesto, el nombre. La mayoría de las veces, cuando se produce el aborto nuestro hijo ya tiene nombre.

«Era mío, lo quería a él; estuviese enfermo o no, ya existía, era mi pequeño M».

Podría escribir muchas otras cosas acerca de los sentimientos que genera un aborto, pero me importa más lo que viene a continuación.

Actitudes que no ayudan.

Vaya por delante que sé (sabemos todas) que las palabras que nos habéis dedicado tras un aborto venían con la mejor intención. Pero curiosamente, todas coincidimos en las que nos hicieron daño, y se resumen en: que nadie le quite importancia a lo que me ha pasado, por favor. Ejemplos:

  • Mujer, es mejor así, habrá ocurrido porque venía mal. No, no es mejor así, qué va a ser mejor así. Lo mejor habría sido que hubiera salido todo bien.
  • Piensa que mejor ahora, al principio del embarazo, y no más adelante. No. Es falso, no lo vemos así, duele muchísimo igualmente, suceda cuando suceda. «Como no era un bebé formado, ni se me notaba ni nada, no esperaría tener derecho a un proceso de duelo… qué tontería».
  • Así, antes de la semana 12, es como si no hubiera pasado. Y una mierda gaita. Esta es la peor frase de todas. «Nadie parecía ser capaz de saber/poder contener el dolor que yo sentía».
  • Piensa que ya tienes dos hijas preciosas. Esta frase la escuché por activa y por pasiva. Como si no lo supiera. Cada vez que alguien me decía eso sentía, por un lado, que me estaban infantilizando; y por otro, que no tenían ni idea de que se quiere a todos los hijos que una tiene. Es como si pierdes un amigo en un accidente de tráfico y te dicen: «Mujer, piensa que tienes otros muchos amigos». Yo lo sentía exactamente así. Me parecía tremendamente injusto y una especie de insulto para el bebé que había perdido.
  • Ya verás cómo dentro de nada estás otra vez embarazada. Esta frase, tan repetida (incluso hay dichos: «mujer legrada, mujer embarazada», por ejemplo) a algunas de nosotras nos ayudaba y a otras no: aquéllas que habían esperado mucho el embarazo. Antes de decirle esto a una mujer que acaba de abortar, hay que pensar que a lo mejor era el primer embarazo que lograba en 4 años. «¡Me hacía los predictors cuando llevaba 1 hora de retraso de regla!» No, realmente puede no ser fácil volver a gestar. Y ante otro embarazo, hay miedo, mucho, a perderlo. «También recuerdo con pavor cómo me temblaban las piernas cada vez que tenía que ir al baño por lo que me pudiera encontrar… cualquier síntoma o sensación te hace estar alerta».

Actitudes que sí ayudan.

  • Comprende que lo que me ha pasado es terrible para mí, y muéstrame que lo entiendes. Porque estoy sufriendo mucho, aunque lo que me haya pasado sea bastante común. «Encima, tener que aparentar que lo llevas bien es un desgaste agotador». 
  • Reconoce, respeta, y espera, mi dolor. No lo tapes ni hagas como que nada ha pasado. El aborto ha sido y es un tema tabú: se esconde, se considera algo malo. No debe ser así, porque genera sentimiento de culpa en las madres (y seguro que en más padres de los que imaginamos) y las despoja del derecho al apoyo. Una madre que aborta sufre un duelo, un duelo del que debe recuperarse. «El día después de tener el rollo médico donde te quitan los productos de la gestación (término grimoso donde los haya), me fui directa a trabajar. No era nada grave lo que me había pasado, ¿no?». «No sé por qué las mujeres en general ocultan sus abortos como si fueran una lacra, o una vergüenza… y no, señor». 
  • Cuida de mí, como cuidarías de cualquier persona que haya tenido un trance médico. En ocasiones puede que haya pasado por una anestesia general, una cirugía urgente o incluso un parto para abortar un feto muerto; mi cuerpo también está dañado.

Los objetivos «secundarios» de este post son:

Por un lado, poner mi granito de arena en la reivindicación de muchas mujeres de que se respete el proceso por el que hemos pasado; y por otro, atreverme por fin a hablar en el blog de algo tan íntimo como importante. Reto superado.

Para terminar, muchísimas gracias a las amigas que habéis colaborado en la redacción de este post aportando vuestras vivencias generosamente, incluso aunque os haya dolido. 

PD: Si os pido que compartáis este post, no es por mi blog; es por todas las mujeres que han abortado y se han sentido incomprendidas. Y, si os pido que me votéis en los Bitácoras (tenéis el botoncito por aquí a la derecha abajo del todo), eso sí que es por mí y por mi blog. 🙂 GRACIAS.

 

Día mundial del Alzheimer.

Alzheimer.

Qué palabra tan presente en los medios de comunicación y en las facultades, y también suscitadora de opiniones, de emociones, de vivencias. Todos tenemos cerca alguien que lo ha sufrido, o que lo sufre. Normalmente no sólo el paciente afectado, sino sus cuidadores principales.

Mucho se ha escrito en los periódicos sobre las demencias en general y sobre el Alzheimer en particular. Y aún más se ha publicado en revistas científicas y libros médicos especializados.

Pero no todo el mundo sabe la realidad de la enfermedad desde una óptica médica. Yo reconozco que lo tengo ya lejos (once años) y quizá meta la pata es mis siguientes frases.

El paciente con Alzheimer empieza a no recordar lo que hizo esa mañana. Por ejemplo, dónde dejó las gafas. Pero el problema se percibe, a menudo, cuando no recuerda que las lentejas están al fuego desde hace 4 horas y todo el edificio huele a quemado; o cuando sale de la frutería de su barrio y no sabe llegar a casa.

El paciente con Alzheimer empieza a mostrar trastornos de conducta, y se enfada con su cónyuge por una historia imaginada. El problema se hace más patente cuando agrede a sus familiares o cuando grita de madrugada.

El paciente con Alzheimer acaba perdiendo muchas habilidades motoras. La situación se hace peliaguda cuando es difícil que se mueva o cuando aparecen las caídas (que por otro lado no son exclusivas en absoluto de los pacientes con demencia).  También acabará perdiendo el control sobre sus esfínteres y la capacidad de tragar sin atragantarse.

El paciente con Alzheimer suele ser anciano. Y, como tal, suele padecer otras enfermedades crónicas como insuficiencia cardíaca o bronquitis. Y suele necesitar medicación para tratar las mismas.

El paciente con Alzheimer puede no tener una familia que le cuide y puede no tener medios económicos holgados.

El paciente con Alzheimer se descompensa si tiene una infección de orina, o si se rompe la cadera, o si le sube el azúcar, o si coge la gripe, o si le institucionalizan en una residencia.

Estudio de la cabeza de un anciano, de Rubens.

Estudio de la cabeza de un anciano, de Rubens.

En definitiva, el paciente con Alzheimer es un reto para la Medicina.

Hay que diagnosticar la causa de su demencia (no vaya a ser un hipotiroidismo o un hematoma subdural). Hay que tratar según dicte la medicina basada en la evidencia para intentar frenar la enfermedad. Hay que medicar para controlar los trastornos de conducta, a menudo impactantes para la familia. Hay que cuidar el aspecto social, porque no es lo mismo un paciente con cinco hijos solventes económicamente que una viuda sin hijos y con una ínfima pensión. Hay que prevenir la pérdida de capacidad funcional evitable, que la hay. Hay que bregar con las infecciones respiratorias derivadas de los atragantamientos, o las retenciones agudas de orina que pueden no detectarse. Y por supuesto, hay que controlar la insulina en caso de diabetes, los betabloqueantes o los diuréticos en caso de patología cardíaca, los antiagregantes, los hipotensores, qué sé yo. Son tantas cosas… es un paciente complejísimo ante el cual reconozco que a día de hoy me vería completamente impotente.

Y además, hay que tomar decisiones cuando vayan surgiendo avatares médicos, que surgirán. Atendiendo al paciente pero también a su familia.

Y uno puede preguntarse qué médico está capacitado para manejar de forma íntegra algo tan complicado.

¿Quién sabe manejar los aspectos sociales, cognitivos, funcionales y médicos de un paciente con demencia, todos ellos a la vez? La respuesta está clara y así lo ha demostrado la evidencia: EL GERIATRA. El geriatra, junto a un equipo de enfermería, auxiliares, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales  y médicos rehabilitadores (y quien me deje en el tintero, perdón, pero escribo a toda prisa) es EL QUE SABE.

Por eso me resulta desalentador leer noticias como ésta. Porque ya sabéis que fui geriatra antes que pediatra y ya publiqué del tema aquí.

Posdata: el blog Hablando de geriatría vuelve con fuerza. ¡¡Enhorabuena a sus impulsores!! 🙂

 

Dalsy: un poquito de por favor.

Menuda la ha liado FACUA ayer.

captura-de-pantalla-2016-09-20-a-las-19-15-39

Aquí tenéis la noticia. No se hablaba de otra cosa en twitter. Incluso se comentaba en los típicos corrillos whatsapp de padres y madres, tal y como pude comprobar ante la decimoquinta madre que me preguntó al respecto:

¿Que el Dalsy tiene efectos secundarios sobre la atención de los niños por el colorante E-110?

¿Y que, encima, el prospecto ocultaba esta información?

¿Te puedes creer que ya hay piojos en el colegio? (vale: esto no tiene que ver, pero realmente está preocupando ya a muchos progenitores) 🙂

Cuando una ya tiene una edad (cronológica y médica) se pone en guardia automáticamente ante estas corrientes súbitas de alarmas injustificadas que, afortunadamente, suelen durar ná y menos. Y no les hago mucho caso, incluso antes de profundizar en el tema. Pero es que, ay amigo, esta vez el tema tocaba nada más y nada menos que al Dalsy, médicamento pediátrico por excelencia junto al Apiretal.

Y por eso recibí con satisfacción la reacción casi inmediata de otros blogueros absolutamente fiables desde el punto de vista científico, que en nada de tiempo (eso es alma periodística de la buena) se documentaron, se lo curraron, redactaron y publicaron. Todos con las mismas conclusiones poco más o menos:

Gloria Colli:

colli

Boticaria García:

boti

Scientia:

scientia

Así que mi conclusión es esta:

Si hablamos de excipientes, aditivos, colorantes y otras sustancias que entran por la boca de nuestros hijos, os aseguro que antes que el Dalsy deberían preocuparnos mucho más otras cosas; por ejemplo, la cantidad de azúcar que toman a diario, «explícita» o «escondida» en otros alimentos. Pero ésa es otra historia…

Y, cambiando de tema: el blog ha cumplido ya DOS AÑOS.

Quiero desde este rinconcito agradecer a todos los que estáis y sois, a los que me habéis animado y a los que me habéis criticado constructivamente, :-), a los que me habéis parado por el hospital para decirme que os ha gustado algo que he escrito, a los que me habéis escrito al correo del blog, y a los que me habéis dado ideas para escribir. A los compis blogueros que siempre me habéis dado un respaldo que para mí no tiene precio, y por supuesto, a los que habéis compartido mis contenidos en Facebook y Twitter.

Porque aunque esta es una parcelita pequeña de mi vida, para mí es importante. Gracias por seguir ahí.

Y hale, que me voy a pelar patatas para la cena de Miss Trotona y Miss Berrinche (y darle a esta última una dosis de Dalsy, que tiene dolor de garganta). 🙂

 

Bexsero: más actualidad informativa.

Como soy consciente de lo mucho que os interesa este tema a todos los padres, me ha parecido importante dar difusión a una noticia que en los últimos días he recibido con alegría y satisfacción. Se ha compartido profusamente por las RRSS, así que este es sólo mi granito de arena.

Es la siguiente: en el Reino Unido, donde se vacuna sistemáticamente con Bexsero a todos los bebés, han comprobado tras realizar los oportunos estudios epidemiológicos que los casos de meningitis B se han reducido casi a la mitad en el período que va de septiembre de 2015 a mayo de 2016. En números: se notificaron 37 casos en este período, cuando la media de casos a lo largo de los mismos meses en los años previos a la vacuna era 74.

Es una buena noticia porque, digamos, no es lo mismo la efectividad supuesta de una vacuna tras desarrollarla en el laboratorio que la efectividad en el campo real de batalla, o sea, en la población vacunada. Y parece que Bexsero cumple con las expectativas…

Bien, espero que pronto entre en el calendario vacunal español.

Esto mismo que os cuento pero más explicado, lo cuenta aquí Pediatra de Urgencias (post en el que me he basado para escribir éste).

Hasta el próximo post!

PD: ¡Feliz Día de Asturias!

Cuando vienes a Madrid…

Hubo un día en que la torre de La Paz imponía. :-)

Hubo un día en que la torre de La Paz imponía. 🙂

Siempre que regreso a Madrid desde mi antiguo hogar en Asturias, aparte de sentir mucha un poco de pena, me acuerdo de nuevo de todas las cosas que me llamaron la atención cuando me mudé aquí hace ya 15 años. Y el caso es que, hablando con otras personas emigradas desde «provincias», me he dado cuenta de que todos hemos vivido más o menos lo mismo… 🙂 Concretamente mis ya habituales colaboradoras Tita Geóloga, Dra. Rayoquenocesa, Dra. Spock y Dra. Ingridbergman, que también plasman aquí sus vivencias.

Cuando vienes a vivir a Madrid,

  • Vas a saber lo que son los atascos. Pero los de verdad, de dos horas parados en la A6 o una hora en Plaza Castilla. Al principio, te enfadarás, dirás que no es posible, que nadie en su sano juicio puede arriesgarse a salir de Madrid un puente, que es incompatible con la vida. 😉
  • Y hablando de tráfico: calles de 5 carriles incluyendo las rotondas, motos por todos lados, el galimatías de la M30, 40, 50, radiales, túneles bajo la ciudad, radares intempestivos,… te parecerá un sindiós. 🙂
Aunque me gustan los deportes de riesgo, no tanto: la foto está sacada desde un paso de cebra con semáforo.

Aunque me gustan los deportes de riesgo, no tanto: la foto está sacada desde un paso de cebra con semáforo.

  • Principalmente si vienes del norte, el clima te pillará desprevenid@. Mi querido Ironman siempre (SIEMPRE) acaba contando la misma anécdota de mis primeras tardes en Madrid, en julio, en un ático sin aire acondicionado: se partía de risa viéndome metiendo la cara en el congelador de la nevera una y otra vez preguntando a los cielos si aquello era normal. 🙂 Y pocos meses después, pasé tanto cutiu que en mi armario entró una prenda que desde mi época ochentera no tenía: un plumífero. 🙂 Y además Madrid es SEEEECO. ¿Del norte y con lentillas? sufrirás. Todo se seca: ojos, piel, mocos, whatever. ¿Talones en agosto? lija es poco, reina. 🙂
  • Enseguida te entrará la tontería con las cañas. Pues sí, porque tú vivías en tu ciudad del norte, donde se bebe sidra y cacharros básicamente, y llegas aquí y todo el mundo habla de las cañas bien tiradas (o mal). Y te das cuenta de que es bueno. Y adorarás las cañas bien tiradas sobre todas las cosas. 🙂
  • También puede que te fascine la oferta gastronómica. Pero parte de esta fascinación te durará lo que tardes en comprender que, hagas lo que hagas, en Madrid comer fuera te sale por el doble o el triple que en tu ciudad. Y se te quitará la tontería de golpe y añorarás esos cachopos tamaño edredón nórdico por 15 leuros… 🙂
  • Si vienes de Asturias, dejarás de oir en tu día a día: «Tarjetina de puntos de Alimerka no tendrás, ¿eh vida?«, para oír «¿Tienes la tarjeta de puntos VIPs?«.
  • En Madrid la gente no te mira. Tú vas por la calle y todo el mundo va a su aire aunque vayas en albornoz. Porque en Madrid, lo normal es que no conozcas a nadie por la calle. Y he de reconocer que adoro este anonimato. 🙂
  • Aunque casi seguro que, en algún momento dado, te encuentres con algún famoso. Y aunque no tiene la menor importancia, pues irás y lo contarás. 🙂
  • Madrid es enorme. Puede que te desespere comprobar que un desplazamiento cortito es media hora, y si haces transbordo, 50 minutos… y que cuando un madrileño dice «ahí al lado» significa entre 3 y 7 kilómetros. Porque menos de 3 km es «aquí mismo». 🙂
  • En verano, los habitantes de Madrid nos desvivimos buscando terrazas y sobre todo piscinas. Todo lo contrario que en Asturias, donde buscamos playas y a menudo sitios cubiertos porque llueve. Esta pasión de todos por buscar la piscina perfecta me llamó poderosamente la atención en su día. 🙂
  • Porque no, en Madrid no hay playa (ranciofact: vaya-vaya).
Una playa de Llanes.

Llanes.

  • Que levante la mano al que, viniendo de fuera, no le han robado. A mí, sí: un monedero y el móvil (y encima, esto, hace dos meses). Mi amiga la Dra. Ingridbergman tiene varias anécdotas al respecto, y alguna de ellas casi acaba conmigo de un ataque de nervios tras recibir una llamada de la comisaría de El Escorial a horas intempestivas. 🙂
  • En Madrid tenemos una enorme oferta cultural: cines, teatros, exposiciones, parques temáticos, museos, de todo. Ahora bien, que pasen dos años o tres sin que pises cualquiera de estos sitios, es posible y hasta probable, pero ¿y qué? tenerlo lo tienes, ¿no? pues ya está. 🙂
  • En Madrid no hay casi nadie de aquí. Casi todos venimos de fuera; de hecho una de las primeras preguntas que haces al conocer gente es «¿Y tú de dónde eres?».
Este es mi pueblo paterno, Prelo (Boal, Asturias). Asturias, Paraíso Natural.

Este es mi pueblo paterno, Prelo (Boal, Asturias).

Y el caso es que…

Sitios maravillosos muy cerca de Madrid. :-)

Sitios maravillosos muy cerca de Madrid. 🙂

En Madrid habrá atascos, de acuerdo; pero estamos en el centro de España y desde aquí se llega en coche a cualquier sitio el fin de semana. 🙂 Y vale, el tráfico es infernal, pero el Metro es el mejor de Europa (¡y punto!) y el Car2Go una maravilla. 🙂 Y el clima es seco, sí, pero ya sabéis, amigas que venís del húmedo norte, lo que esto supone para vuestras melenas. 🙂 Y hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano, que sí; peeeero, ay: la luz. Esa luz de Madrid, ese sol y ese cielo… 🙂 Y sí, Madrid es grande, pero es que alberga varias ciudades distintas, todas con su propia idiosincrasia; qué tendrá que ver Chamberí con Lavapiés, o Salamanca con Tetuán… 🙂  Y, lo más importante en mi opinión: sí, casi todos venimos de fuera, y eso es lo que hace que todos nos sintamos bien recibidos en Madrid; ni más ni menos, en nuestra casa.

Total, que aquí la que esto escribe tiene el corazón partío entre el cocido y la fabada… 🙂

¡Hasta otra!