De paseo por Oviedo…

Post relámpago: paseo por Lloviedín del alma en el típico día de las vacaciones de Navidad. 🙂

Parada 1: vamos a comer oricios en la sidrería Gran Vía, un clásico en los meses de invierno para recargar mi tiroides de yodo y mi alma de salitre (Jodó, Ay que ver qué poeta llevo dentro).

Hija Adolescente: «Mamá, qué asco, por favor, no sé cómo puedes comer oricios, yo passsso«.

Hija Niña: «Mami, quiero bígaros, ¿Pedimos bígaros? Porfa, porfa, porfa…»

Parada 2: se supone que es volver a casa.

Hija Adolescente: «Mamá, en serio, ¡necesito comprarme una falda y unas botas! ¡sólo tengo una falda, mamá!»

Hija Niña: «Mami, ¡mira! la Mafalda del Parque San Francisco! Hazme una foto con Mafalda, porfa porfa porfa mami…»

[En cualquier caso, no me voy a casa a dormir la siesta]

adolescente

Parada 3: Corte Inglés.

Hija Adolescente: «Mamá, vamos a la sección Joven, que en Niños todas las faldas son tutú, y no me molan nada».

Hija Niña: «Mami, tengo ganas de hacer pis, y tengo hambre, y tengo sed… Mami, tengo sed«.

[Parada técnica: cafetería]

PARADA 4: TERMINAMOS LAS COMPRAS EN EL CORTE INGLÉS.

Hija Adolescente: «Mira, mamá, un Claire’s como el de La Vaguada, ¡quiero comprarme con mi dinero ahorrado un parche para la chupa vaquera

Hija Niña: «Mami, mami, ¡mira! La estatua de Rufo, ¡hazme una foto con la estatua de Rufo!«.

PARADA 5: VUELTA A CASA.

Hija Niña: «Mami, cuéntame historias de cuando yo era pequeña, anda, porfa, anda, porfa…»

[Se las cuento. Las escenifico]

Hija Adolescente: «MA-MÁ, POR-FA-VOR, DEJA DE HACER EL TONTO POR LA CALLE».

[Me recoloco y dejo de hacer el payaso por la Calle Uría]

 

Si habéis leído hasta aquí, seguro que habéis pensado: obviamente, la hija adolescente es Miss Trotona, de 11 años, y la hija niña es Miss Berrinche, la pequeña…

PUES NO. Y aquí viene la sopresilla del post (que publico por si os sirve a progenitores de preadolescentes):

TODO lo publicado corresponde a mi hija mayor, que se debate entre la infancia y la adolescencia cada instante de su actual vida. 🙂 Salta de un estátus a otro con facilidad pasmosa y yo, lógicamente, estupefacta me quedo. No sé cuándo tengo niña y no sé cuándo tengo adolescente. Va por minutos. Pon un preadolescente en tu vida, no te aburrirás. 🙂

[Por cierto, la historia de la tarde termina así]:

Hija Adolescente: «Mamá, estoy agotada… ¿Cogemos un taxi en el Parque San Francisco? Porfa…»

Hija Niña: «Mamá, no hay taxis… ¿Y si vamos a la tirolina del Parque San Francisco? ¡¡¡Mami, vamos a la tirolina!!!

[Acabé en la tirolina, claro está, con dos cojones, con mi preadolescente, que era la mayor entre una jauría de críos de 6 años].

Post dedicado a mi referencia en adolescentes, o sea, mi amiga del alma la Dra. Ingridbergman. 😉

 

 

Los besos de los niños.

Ya sabéis que me encanta comentar lo que se cuece (tengo una prima que, en esto, es igual que yo; ya sabréis dentro de poco por qué lo digo 🙂 ), y estos días se habla mucho de este tema en las redes sociales.

¿Deben los niños dar besos siempre que se les pida?

El debate más intenso nació hace ya un tiempo, cuando a alguien se le ocurrió abiertamente cuestionar el tan habitual «Pepito, dale un beso a la señora«, proclamando que los niños NO deben dar besos si no quieren.

Como tantas veces en los asuntos relacionados con los niños y la crianza, merece la pena PARARSE Y PENSAR. Porque, aunque a primera vista pueda parecer una cuestión banal, en el fondo no lo es, ni mucho menos.

  1. ¿Recuerdas, madre o padre hoy adulto, cuando eras un niño y te pedían que dieras un beso a un señor que no conocías? ¿Te gustaba? ¿O más bien te desagradaba?
  2. ¿Qué tiene de bueno que tu hijo/a obedezca esta orden? ¿Es una mera cuestión de educación?
  3. ¿Y qué tiene de malo?
  4. Cuando a tu hijo/a de 16 años le pida un beso un compañero/a del instituto, ¿Quieres también que obedezca a pies juntillas?

… Y, como tantas veces en los asuntos relacionados con los niños y la crianza, la respuesta «esto se hace así porque siempre se ha hecho así» puede no ser válida, y de hecho en mi opinión no lo es.

Los besos de otros nenes se soportan mejor. Aunque vengan cargaícos de virus, como en este caso (Miss Trotona y Miss Berrinche a los 14 y 0 meses).

Los besos de otros nenes se soportan mejor. Aunque vengan cargaícos de virus, como en este caso (Miss Trotona y Miss Berrinche a los 14 y 0 meses).

Yo me decanto:

No obligo a mis hijas a dar besos y abrazos a quien no quieren. Las razones que para mí son válidas (PARA MÍ) son las siguientes, respondiendo a las preguntas que planteé líneas arriba:

  1. Respondo que no: no solía gustarme. Y cuanto mayor era el solicitante del beso, menor era mi inclinación natural a dárselo. Los niños tienen escrúpulos, más que los adultos incluso. Qué horroroso era para mí, a los 6 años, tener que besar a una persona «mayor» que olía a tabaco y me dejaba «babas» en mi mejilla.
  2. Educación: soy partidaria completamente de enseñar a los niños normas de civismo, por supuesto. Y creo que un «buenos días», un «encantado de conocerte» o un «Feliz Año Nuevo» son fórmulas del todo adecuadas en niños de cierta edad. Pero un beso es algo bastante íntimo, y los niños así lo sienten. Los adultos, en realidad, lo sentimos igual: no damos besos así como así, fuera de la consabida fórmula (española) de los-dos-besos-junta-mejillas. Un SOLO beso tiene mucho más significado que dos, ¿o no?
  3. Por un lado, dicen que lo que tiene de malo es que los niños pequeños pueden confundirse y pensar que cualquiera tiene derecho a «contactar con su cuerpo» y permitir en ulteriores ocasiones que otro adulto traspase una barrera que no debe traspasarse (no, no penséis que hablo de fantasmadas, que estas cosas ocurren más de lo que la gente cree). Yo no tengo tan claro el peso de esta razón: creo que a los niños hay que explicarles desde bien pequeños que nadie puede traspasar dicha barrera, independientemente de los convencionalismos sociales. En cambio, lo que sí me parece cierto es que forzar al niño a dar besos es exigir que un niño haga algo que le disgusta sin ningún fundamento sólido. Y esto, creo yo, recala en lo de siempre: falta de respeto al menor, considerada a menudo como algo normal. Que un niño quiera cruzar la calle cuando el semáforo está en rojo y pasan coches es algo que todos comprendemos que debe prohibírsele, y explicársele. Pero, ¿qué explicación razonable tenemos para obligarle a dar un beso a un desconocido? Realmente, ninguna.
  4. No, no quiero que besen, ni abracen, ni se acuesten, con nadie que no deseen. Nada más que añadir, señoría. 🙂

A menudo, los papás de los nenes de mi consulta les animan a darme un beso cuando se van.

Muchas veces me lo dan con diligencia (de momento; ya veremos cuando tenga 20 años más, no el paciente, sino yo 🙂 ), pero cuando les veo dubitativos, rápidamente corto con un «Bueeeeeeno, los besos son un poco rollo, ¡mola más chocar los cinco!» y les ofrezco mi mano… Os imagináis la respuesta, ¿no? ¡¡¡Give me five!!! Y todos contentos. 🙂

Al respecto, me ha gustado y mucho el post que escribió hace nada Mónica, de Desmadreando, os lo recomiendo. Y, como siempre, no soy una fundamentalista ni en esto ni en otras cosas. Pero hay nenes que… lo pasan mal.

PD: Este post ha surgido a raíz de la conversación mantenida anoche con mis amigas de siempre, en Oviedo. Gracias por sacar el tema, C. 🙂

PD2, añadida al día siguiente y tras ver el revuelo organizado. Mis hijas suelen dar besos a sus abuelos, tíos y primos, y supongo que es básicamente por simple imitación. Como siempre han visto que entre familiares nos damos besos, pues ellas lo hacen también. Nunca se han negado, la verdad es que no; nunca. Y reconozco que quizás me habría resultado incómodo que les negaran un beso a sus tías o abuelos… no lo sé. 🙂 Y ya, acabo por hoy! 🙂

… Que se acaba 2016!

Se acaba 2016, sí. Un año que para mí empezó más bien mal (hospitalizada, de hecho) y que luego fue mejorando sin parar hasta convertirse en uno de los mejores años de mi vida. 🙂 Será porque me convertí en cuarentañera, ¡quién sabe!

¿Qué ha pasado con el blog?

Pues lo que me imaginaba ya el año pasado, y el anterior: el blog ha seguido vivo. Y dándome alegrías… los hijos tardíos suelen hacer eso. 🙂

Estadísticas

  • Tráfico: en 2016 han entrado a bucear por Un fonendo en Villamocos 70.000 personas. 🙂 El post más visitado sigue siendo, como en 2015, Consejos que me hubiera gustado recibir de R1. Coñe: jamás habría imaginado que este post tendría tanto tirón, pero así es el mundo blogger. Inescrutable. 🙂 Otras entradas muy visitadas han sido las relacionadas con dos trending topics pediátricos: la vacuna Bexsero y los piojos.
  • El país que más visitas ha registrado es, cómo no, España. En segundo lugar, México, seguido de cerca por R. Dominicana y después EEUU/Argentina. Sigo alucinando con los lectores que cada día me leen desde el Caribe. 🙂
  • Términos de búsqueda: como diría mi madre, «Vive Dios que esta sección es divertidísima, nena«. 🙂 Como conté aquí (vale la pena rememorarlo, aunque sólo sea por el «retoño en los pastos produce fiebrón» o «consecuensias de jugar chiligüili) los términos de búsqueda son las palabras que tecleadas en buscadores conducen a mi blog. Las más graciosas de este año han sido: «tos desesperación» (así sin anestesia, directo al corazón), «Porqué se me hizo una bomba de agua en un moco« (no tengo palabras), «Bexsero no hace crecer cabeza del bebé« (que yo sepa, no), «Qué hay que hacer en guardias de Urgencias« (¡esto es el paradigma del residente optimista: buscar en Google el día antes de la primera guardia!), «Síndrome del residente saliente de guardia» (ya te lo digo yo: pues es que puedes hasta comprarte un coche en un arranque de valentía; o cortarte el pelo al uno; o no estar saliente sino salido de guardia, que es lo mismo pero no é iguá), «Cuál es el récord de más piojos sacados» (no quiero pensar en la pobre madre que escribió esto).
  • Top moments (Lo he puesto en inglés porque me ha salido la vena cosmopelotita). Sin duda fueron: cuando anuncié que mi bitácora cambiaba de rumbo. Lo haría hacia un blog más intimista y menos pediátrico, pero fiel a mi espíritu un tanto majara siguió siendo bastante pediátrico… :-). Otro golden hit fue cuando hablé de la lactancia materna, por supuesto. También gustaron los posts relacionados con el aborto y con el parto, y para finalizar el año, el post en el que me destapé a mis 40. 🙂
    En este carpeta vino mi contrato.

    En este carpeta vino mi contrato.

Aunque lo gordo estaba por llegar.

No me imaginaba yo, con la pedazo fiesta que tuve, y con el montón de regalos que recibí, que al llegar agotada a casa de mis padres en Oviedo a intempestivas horas de la madrugada, mi consorte y mis queridas hijas se iban a venir arriba con la entrega entusiasmada del último y más importante regalo. Nada más y nada menos que un contrato con una editorial para escribir un libro. Autopublicación, le llaman, susto para mis entretelas, lo llamo yo. Que eso es como si cojo y le compro a mi santo un dorsal para correr la maratón de Boston. Que digo yo que igual le hace ilusión, quién sabe, pero un poco de intríngulis por sus carnes seguro que le transmite…

Así que sí, afrontemos el 2017 escribiendo más (la tesis, de paso… que presume de telarañas), y lo que se tercie.

Gracias por seguir todos ahí, villamoquistas. Se os quiere. 🙂

 

 

A mis cuarenta.

Los que me seguís en Instagram y en Facebook sabréis, porque lo he anunciado a bombo y platillo, que acabo de cumplir los cuarenta. Y me siento estupendamente. 🙂

A mis 40, ya tengo medio idea de cuál es mi papel en este mundo. Tengo asumidos mis defectos y, por qué no, mis virtudes; lo que no quiere decir que no intente potenciar éstas y compensar aquéllos. Pero sé qué quiero, personal y profesionalmente.

A mis 40, llevo más de la cuarta parte de mi vida siendo madre. La maternidad es un camino trepidante y totalmente contrario a la monotonía. Cada día supone un nuevo escenario que exige improvisación. Por malos ratos que me hayan hecho pasar esas dos elementas, no ha habido ni un solo día en que no me hayan infundido una buena dosis de felicidad. 🙂

A mis 40, he aprendido bastante ya. Pero continúo aprendiendo cada día que nunca es tarde para aprender, ni para emprender, ni para aprehender. Y, siendo médico como soy, comprendo y acepto que nunca debo dejar de hacerlo. También caí del guindo hace tiempo, aceptando que ser mejor pediatra sólo se consigue con esfuerzo. Me peleo con esta obviedad cada día, porque soy de naturaleza perezosa en lo que a estudiar se refiere. 🙂

A mis 40, sé que he sido desafortunada en el juego y, por lo tanto,… ya me entienden. 🙂

A mis 40, estoy convencida de que nunca es tarde para casi nada. Escribir un libro, tocar un instrumento, probar deportes nuevos, lanzarse a pintar con acrílico, cocinar sushi o aprender otro idioma. Se puede una iniciar en todo esto y mucho más. Aunque acepto que hay experiencias que ya no voy a vivir, y no pasa nada.

Gracias, Juan, por la foto!

Gracias, J, por la foto!

A mis 40, sé que si algo no me gusta en mi vida voy y lo cambio. Así, sin más, cueste lo que cueste.

A mis 40, sé que todos tenemos alguna habilidad especial, más o menos útil. Entre las útiles: se me da bien explicar y organizar planes. Entre las inútiles: sé imitar acentos y hacer una cosa con la mano derecha y otra con la izquierda. 🙂

A mis 40, sé que no es cierto que a partir de cierta edad ya no se hacen amigos. Es falso: se hacen amigos a cualquier edad. 🙂 Por otro lado, sé que inevitablemente hay personas que se quedan por el camino, porque no nos hemos gustado lo suficiente. Con qué facilidad asume una a los 40 el no gustar a la gente, ¡con lo difícil que era a los 18!

A mis 40, sé que necesito música, lectura y naturaleza. No necesariamente por este orden.

A mis 40, sé que mi pelo va a ser siempre indomable y además, con muchas canas. Y castaño, ¡no rubio! También sé que mi altura implica una talla 38-40 mínimo (ojalá alguien me lo hubiera contado a los 16 años). Sé que me gusto vestida de rojo, verde o negro, y me he reconciliado con mis piernas. Además, creo que no me ha tocado una mala piel. Pero por encima de todo, y por manido que suene, me preocupo más por mi alma que por la cáscara.

A mis 40, sé que nada es tan serio como parece y que todo pasa. Además, la cuestión no es esperar a que amaine la tormenta; sino aprender a caminar bajo la lluvia.

 

 

¿Qué comen nuestros niños?

La reflexión de hoy viene dada por esta entrevista que mi hermana la Tita Geóloga compartió el otro día en Facebook. Ayer la pude escuchar atentamente. No me ha contado nada nuevo porque hace ya mucho tiempo que sigo a Aitor Sánchez de «Mi dieta cojea«, a Julio Basulto, a Juan Revenga («El nutricionista de la general«) y cómo no a mi amiga África de «Cómo entender a tu endocrino«. Todos ellos (y más que me dejo en el tintero) son grandes comunicadores, rebosan ciencia y sentido común por todos sus poros y hacen un esfuerzo loable por transmitir a la población general lo que es una alimentación saludable.

Pero (y esta es mi reflexión de hoy) su mensaje llega insuficientemente. Tanto a los padres de familia que hacen la compra del mes (llenando el carro de galletas y cereales para el desayuno, Actimel que es buenísimo y zumos industriales), como a la abuela que le lleva la merienda a su nieto al recogerle del cole (una napolitana de crema recién horneada), como a la madrina que lleva un regalo a su ahijado (un cucurucho enorme de golosinas). Y, lo que es más preocupante aún, parece que el mensaje no ha calado aguas arriba, es decir, en los organismos oficiales que regulan el consumo en nuestro país.

Comemos mal. El hambre pasada en la posguerra y la abundancia actual, entre otros factores, han estropeado nuestra alimentación. La dieta mediterránea deja de ser saludable si se le suma la cantidad de alimentos procesados y llenos de azúcar omnipresentes en las estanterías del supermercado. Y la publicidad es enormemente engañosa. A «calorías sin ningún valor nutricional» lo llaman «energía». ¿Qué madre no querría cargar las pilas de su retoño de energía a las 8 de la mañana antes de ir al cole? ahora bien, vaya paradoja: algunos alimentos procesados (dulces en su mayoría) que se vendían como «fuente de energía» ahora añaden en letra pequeña que «sólo» tienen equis calorías. Porque lo que ha pasado en España es eso: que nuestros niños han consumido tanta energía, que tienen sobrepeso e incluso obesidad.

No seré yo quien erradique totalmente el azúcar y los alimentos procesados de la dieta de mis hijas. Porque es imposible, al menos en este país hoy por hoy. Pero al menos intentaré limitarlos. Y, como dice el autor de la entrevista: «más mercado y menos supermercado», entre otros simples pero grandes consejos.

Recomiendo a todo el mundo bucear por las webs de los autores antes citados. 🙂

Feliz finde y puente próximo!

Diagnosticar no es tan fácil como parece.

Desde que comencé a escribir el blog, hace ya dos años y dos meses, mis posts han sido más bien largos, y en cada uno desarrollaba el tema que me hubiera rondado la cabeza días atrás. Incluso, a veces, he anotado en el bloc de notas del iPhone «pinceladas» que quería plasmar en un futuro planeado post.

Últimamente me he visto de nuevo metida en más trabajo del habitual, así que he tenido que priorizar; el blog ha salido perdiendo. 🙂 No he pensado en ningún tema sobre el que escribir (exceptuando una colaboración con el blog Hablando de Geriatría, que tengo a medias) y por tanto mucho me temo que lo que publique de aquí a un tiempo va a ser un tanto improvisado.

Por ejemplo, ea, hoy: qué difícil es a veces diagnosticar. Y, a menudo, al menos no es tan fácil como parece.

Cuando me embarqué en esto de la Medicina, y hablo de mi época de estudiante, mis apuntes eran un arcoiris dependiendo de la sección en cada enfermedad. Etiología: en verde. Clínica: en rojo. Diagnóstico: en azul. Tratamiento: en naranja. Así visualicé todas y cada una de las enfermedades que estudié durante la carrera. El apartado azul era de los que más me costaba. No entendía, a menudo, por qué en una enfermedad infecciosa el cultivo ayudaba mucho, y en otra no; o por qué en una patología ósea el TAC era infinitamente mejor que la resonancia. También, adoraba -como casi cualquier estudiante de Medicina- la palabra patognomónico y lo que ello implica (síntoma que aparece únicamente en el marco de una enfermedad específica; es decir, DA el diagnóstico). 🙂 Todo esto es comprensible analizado ahora: la experiencia clínica construye al médico en un porcentaje mayor que los conocimientos previos, o eso creo. Siempre y cuando el médico siga estudiando, claro. 🙂

El caso es que al empezar a trabajar con pacientes ya me di de bruces con la realidad. A menudo el diagnóstico NO es fácil, porque los pacientes frecuentemente no tienen una sola enfermedad, o porque las pruebas diagnósticas están sujetas a una sensibilidad y una especificidad. Además, el proceso diagnóstico no depende casi nunca de una prueba, sino de la suma de varias, que actúan como las piezas de un puzzle. Y la verdad es que siempre queda alguna pieza descolgada («Al final todo apunta a que era infeccioso» «¿Y cómo se explica esa PCR baja a mitad de proceso?» «Pues no lo tengo claro»…). Una vez asumido esto, lo cual es fácil para cualquier galeno con que lleve sólo un mes trabajado, queda lo difícil: hacer entender a los pacientes y sus familias que el diagnóstico no siempre es sencillo. Fíjate si no lo es, que dio para una serie entera de bastantes temporadas (House). 🙂

Los que estéis preparando el MIR, superad la tentación de ver House. Os liará

Los que estéis preparando el MIR, superad la tentación de ver House. Os liará

«Lleva cinco días ingresado y no dan con lo que tiene», «Pues que le hagan más pruebas», «Dicen que parece un virus pero no le encuentran qué virus es», «Pues que le hagan un escáner completo»… son frases que oímos a menudo. Muchas están basadas en la concepción frecuentemente errónea que las series de televisión y las películas transmiten de la Medicina, pero la realidad es que, a menudo, una busca y busca y no encuentra. Eso, por no hablar de las sorpresas, que también se dan. En mi especialidad, las enfermedades autoinflamatorias nos ponen a menudo contra la espada y la pared. No es casualidad que la única enfermedad que el Dr. House no diagnosticó fuera un CAPS. 😉

Y no sé qué piensan otros médicos, pero en mi caso suelo optar por explicar a la familia del niño nuestra hipótesis, las dudas que nos planteamos y el plan diagnóstico que proponemos. Creo que el futuro de la Medicina apunta sin dudas al empoderamiento del paciente… pero eso es otro cantar.

Seguimos… 🙂

El aborto.

Villamocos se pone seria. Hace tiempo que tenía pensado escribir sobre este tema. Porque creo que se infravalora lo que sienten las mujeres que lo sufren: así, sin más. Motivo más que suficiente.

Como no sabía cómo enfocarlo, decidí «innovar», y pedir opiniones. ¿A quién? Pues a aquellas mujeres que sabía que habían sufrido uno o más abortos. Cogí lápiz y papel y anoté todas las que se me ocurrieron: algunas muy amigas mías, otras tan sólo conocidas. Luego, contacté con ellas, por whatsapp o Facebook. Contacté también conmigo misma, claro. 😉 Algunas me contestaron; otras (las menos), no. Escribí a todas planteándoles las premisas de este atípico estudio «de campo» (por emplear un término habitual en bioestadística). A saber:

  • ¿Qué sentisteis al sufrir un aborto?
  • ¿Qué actitudes por parte de vuestro entorno NO os ayudaron, o directamente os hicieron daño?
  • ¿Qué actitudes por parte de vuestro entorno os ayudaron?

Este post nace para reflejar los resultados de mi encuesta, en primer lugar y como objetivo principal. Los objetivos secundarios (sigo empleando lenguaje bioestadístico) los expongo al final. 🙂

Y esto es lo que he recopilado (lo entrecomillado y en cursiva son frases literales de mis colaboradoras).

Sentimientos ante el aborto.

En esto, casi todas coincidimos. Desolación, decepción, tristeza, rabia. Fracaso. Incluso culpa. Y una inmensa pena. Sensación de un proyecto que se derrumba, pero multiplicado por mil. La mayor ilusión de tu vida, que de golpe se evapora. Porque aun no buscando un embarazo, desde el momento en que el test vira a positivo, se convierte en la mayor ilusión imaginable para la mayoría de las mujeres. La pena cuando todo se trunca, además, dura mucho tiempo, sobre todo si no hay un nuevo embarazo. En mi encuesta, ha habido bastantes bajas de al menos un mes y el motivo era el estado de ánimo, no otro. Tengo una amiga desde hace 25 años y nunca la había visto llorar, nunca. Hasta que abortó.

«No quería hablar con nadie. Sólo quería estar yo sola con mi pena». «Pensé que no saldría, que nunca más podría volver a ser feliz». «Nunca seré capaz de tener un bebé sano». «Aunque me avergüence decirlo, desde entonces siempre que veía una embarazada sentía mucha envidia, mucha rabia y aún más pena». 

También: sentimiento de NO VALER. De ser no apta. Esto se acentúa en caso de dificultad para lograr el embarazo.

«Me pregunto por qué todas pueden y yo no. ¿Por qué soy yerma?» «Sentía que no servía para nada. Para nada». «Me daba vergüenza ver a las personas que sabían de mi embarazo, como si me costara confesar que lo había perdido».

Todas, todas las mujeres que conozco, visualizan a su bebé en el momento mismo en que saben que están embarazadas. Y cada día que pasa se añaden detalles: sexo, color de pelo y de ojos, carácter, estatura… y nombre. Por supuesto, el nombre. La mayoría de las veces, cuando se produce el aborto nuestro hijo ya tiene nombre.

«Era mío, lo quería a él; estuviese enfermo o no, ya existía, era mi pequeño M».

Podría escribir muchas otras cosas acerca de los sentimientos que genera un aborto, pero me importa más lo que viene a continuación.

Actitudes que no ayudan.

Vaya por delante que sé (sabemos todas) que las palabras que nos habéis dedicado tras un aborto venían con la mejor intención. Pero curiosamente, todas coincidimos en las que nos hicieron daño, y se resumen en: que nadie le quite importancia a lo que me ha pasado, por favor. Ejemplos:

  • Mujer, es mejor así, habrá ocurrido porque venía mal. No, no es mejor así, qué va a ser mejor así. Lo mejor habría sido que hubiera salido todo bien.
  • Piensa que mejor ahora, al principio del embarazo, y no más adelante. No. Es falso, no lo vemos así, duele muchísimo igualmente, suceda cuando suceda. «Como no era un bebé formado, ni se me notaba ni nada, no esperaría tener derecho a un proceso de duelo… qué tontería».
  • Así, antes de la semana 12, es como si no hubiera pasado. Y una mierda gaita. Esta es la peor frase de todas. «Nadie parecía ser capaz de saber/poder contener el dolor que yo sentía».
  • Piensa que ya tienes dos hijas preciosas. Esta frase la escuché por activa y por pasiva. Como si no lo supiera. Cada vez que alguien me decía eso sentía, por un lado, que me estaban infantilizando; y por otro, que no tenían ni idea de que se quiere a todos los hijos que una tiene. Es como si pierdes un amigo en un accidente de tráfico y te dicen: «Mujer, piensa que tienes otros muchos amigos». Yo lo sentía exactamente así. Me parecía tremendamente injusto y una especie de insulto para el bebé que había perdido.
  • Ya verás cómo dentro de nada estás otra vez embarazada. Esta frase, tan repetida (incluso hay dichos: «mujer legrada, mujer embarazada», por ejemplo) a algunas de nosotras nos ayudaba y a otras no: aquéllas que habían esperado mucho el embarazo. Antes de decirle esto a una mujer que acaba de abortar, hay que pensar que a lo mejor era el primer embarazo que lograba en 4 años. «¡Me hacía los predictors cuando llevaba 1 hora de retraso de regla!» No, realmente puede no ser fácil volver a gestar. Y ante otro embarazo, hay miedo, mucho, a perderlo. «También recuerdo con pavor cómo me temblaban las piernas cada vez que tenía que ir al baño por lo que me pudiera encontrar… cualquier síntoma o sensación te hace estar alerta».

Actitudes que sí ayudan.

  • Comprende que lo que me ha pasado es terrible para mí, y muéstrame que lo entiendes. Porque estoy sufriendo mucho, aunque lo que me haya pasado sea bastante común. «Encima, tener que aparentar que lo llevas bien es un desgaste agotador». 
  • Reconoce, respeta, y espera, mi dolor. No lo tapes ni hagas como que nada ha pasado. El aborto ha sido y es un tema tabú: se esconde, se considera algo malo. No debe ser así, porque genera sentimiento de culpa en las madres (y seguro que en más padres de los que imaginamos) y las despoja del derecho al apoyo. Una madre que aborta sufre un duelo, un duelo del que debe recuperarse. «El día después de tener el rollo médico donde te quitan los productos de la gestación (término grimoso donde los haya), me fui directa a trabajar. No era nada grave lo que me había pasado, ¿no?». «No sé por qué las mujeres en general ocultan sus abortos como si fueran una lacra, o una vergüenza… y no, señor». 
  • Cuida de mí, como cuidarías de cualquier persona que haya tenido un trance médico. En ocasiones puede que haya pasado por una anestesia general, una cirugía urgente o incluso un parto para abortar un feto muerto; mi cuerpo también está dañado.

Los objetivos «secundarios» de este post son:

Por un lado, poner mi granito de arena en la reivindicación de muchas mujeres de que se respete el proceso por el que hemos pasado; y por otro, atreverme por fin a hablar en el blog de algo tan íntimo como importante. Reto superado.

Para terminar, muchísimas gracias a las amigas que habéis colaborado en la redacción de este post aportando vuestras vivencias generosamente, incluso aunque os haya dolido. 

PD: Si os pido que compartáis este post, no es por mi blog; es por todas las mujeres que han abortado y se han sentido incomprendidas. Y, si os pido que me votéis en los Bitácoras (tenéis el botoncito por aquí a la derecha abajo del todo), eso sí que es por mí y por mi blog. 🙂 GRACIAS.

 

Día mundial del Alzheimer.

Alzheimer.

Qué palabra tan presente en los medios de comunicación y en las facultades, y también suscitadora de opiniones, de emociones, de vivencias. Todos tenemos cerca alguien que lo ha sufrido, o que lo sufre. Normalmente no sólo el paciente afectado, sino sus cuidadores principales.

Mucho se ha escrito en los periódicos sobre las demencias en general y sobre el Alzheimer en particular. Y aún más se ha publicado en revistas científicas y libros médicos especializados.

Pero no todo el mundo sabe la realidad de la enfermedad desde una óptica médica. Yo reconozco que lo tengo ya lejos (once años) y quizá meta la pata es mis siguientes frases.

El paciente con Alzheimer empieza a no recordar lo que hizo esa mañana. Por ejemplo, dónde dejó las gafas. Pero el problema se percibe, a menudo, cuando no recuerda que las lentejas están al fuego desde hace 4 horas y todo el edificio huele a quemado; o cuando sale de la frutería de su barrio y no sabe llegar a casa.

El paciente con Alzheimer empieza a mostrar trastornos de conducta, y se enfada con su cónyuge por una historia imaginada. El problema se hace más patente cuando agrede a sus familiares o cuando grita de madrugada.

El paciente con Alzheimer acaba perdiendo muchas habilidades motoras. La situación se hace peliaguda cuando es difícil que se mueva o cuando aparecen las caídas (que por otro lado no son exclusivas en absoluto de los pacientes con demencia).  También acabará perdiendo el control sobre sus esfínteres y la capacidad de tragar sin atragantarse.

El paciente con Alzheimer suele ser anciano. Y, como tal, suele padecer otras enfermedades crónicas como insuficiencia cardíaca o bronquitis. Y suele necesitar medicación para tratar las mismas.

El paciente con Alzheimer puede no tener una familia que le cuide y puede no tener medios económicos holgados.

El paciente con Alzheimer se descompensa si tiene una infección de orina, o si se rompe la cadera, o si le sube el azúcar, o si coge la gripe, o si le institucionalizan en una residencia.

Estudio de la cabeza de un anciano, de Rubens.

Estudio de la cabeza de un anciano, de Rubens.

En definitiva, el paciente con Alzheimer es un reto para la Medicina.

Hay que diagnosticar la causa de su demencia (no vaya a ser un hipotiroidismo o un hematoma subdural). Hay que tratar según dicte la medicina basada en la evidencia para intentar frenar la enfermedad. Hay que medicar para controlar los trastornos de conducta, a menudo impactantes para la familia. Hay que cuidar el aspecto social, porque no es lo mismo un paciente con cinco hijos solventes económicamente que una viuda sin hijos y con una ínfima pensión. Hay que prevenir la pérdida de capacidad funcional evitable, que la hay. Hay que bregar con las infecciones respiratorias derivadas de los atragantamientos, o las retenciones agudas de orina que pueden no detectarse. Y por supuesto, hay que controlar la insulina en caso de diabetes, los betabloqueantes o los diuréticos en caso de patología cardíaca, los antiagregantes, los hipotensores, qué sé yo. Son tantas cosas… es un paciente complejísimo ante el cual reconozco que a día de hoy me vería completamente impotente.

Y además, hay que tomar decisiones cuando vayan surgiendo avatares médicos, que surgirán. Atendiendo al paciente pero también a su familia.

Y uno puede preguntarse qué médico está capacitado para manejar de forma íntegra algo tan complicado.

¿Quién sabe manejar los aspectos sociales, cognitivos, funcionales y médicos de un paciente con demencia, todos ellos a la vez? La respuesta está clara y así lo ha demostrado la evidencia: EL GERIATRA. El geriatra, junto a un equipo de enfermería, auxiliares, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales  y médicos rehabilitadores (y quien me deje en el tintero, perdón, pero escribo a toda prisa) es EL QUE SABE.

Por eso me resulta desalentador leer noticias como ésta. Porque ya sabéis que fui geriatra antes que pediatra y ya publiqué del tema aquí.

Posdata: el blog Hablando de geriatría vuelve con fuerza. ¡¡Enhorabuena a sus impulsores!! 🙂

 

Cuando vienes a Madrid…

Hubo un día en que la torre de La Paz imponía. :-)

Hubo un día en que la torre de La Paz imponía. 🙂

Siempre que regreso a Madrid desde mi antiguo hogar en Asturias, aparte de sentir mucha un poco de pena, me acuerdo de nuevo de todas las cosas que me llamaron la atención cuando me mudé aquí hace ya 15 años. Y el caso es que, hablando con otras personas emigradas desde «provincias», me he dado cuenta de que todos hemos vivido más o menos lo mismo… 🙂 Concretamente mis ya habituales colaboradoras Tita Geóloga, Dra. Rayoquenocesa, Dra. Spock y Dra. Ingridbergman, que también plasman aquí sus vivencias.

Cuando vienes a vivir a Madrid,

  • Vas a saber lo que son los atascos. Pero los de verdad, de dos horas parados en la A6 o una hora en Plaza Castilla. Al principio, te enfadarás, dirás que no es posible, que nadie en su sano juicio puede arriesgarse a salir de Madrid un puente, que es incompatible con la vida. 😉
  • Y hablando de tráfico: calles de 5 carriles incluyendo las rotondas, motos por todos lados, el galimatías de la M30, 40, 50, radiales, túneles bajo la ciudad, radares intempestivos,… te parecerá un sindiós. 🙂
Aunque me gustan los deportes de riesgo, no tanto: la foto está sacada desde un paso de cebra con semáforo.

Aunque me gustan los deportes de riesgo, no tanto: la foto está sacada desde un paso de cebra con semáforo.

  • Principalmente si vienes del norte, el clima te pillará desprevenid@. Mi querido Ironman siempre (SIEMPRE) acaba contando la misma anécdota de mis primeras tardes en Madrid, en julio, en un ático sin aire acondicionado: se partía de risa viéndome metiendo la cara en el congelador de la nevera una y otra vez preguntando a los cielos si aquello era normal. 🙂 Y pocos meses después, pasé tanto cutiu que en mi armario entró una prenda que desde mi época ochentera no tenía: un plumífero. 🙂 Y además Madrid es SEEEECO. ¿Del norte y con lentillas? sufrirás. Todo se seca: ojos, piel, mocos, whatever. ¿Talones en agosto? lija es poco, reina. 🙂
  • Enseguida te entrará la tontería con las cañas. Pues sí, porque tú vivías en tu ciudad del norte, donde se bebe sidra y cacharros básicamente, y llegas aquí y todo el mundo habla de las cañas bien tiradas (o mal). Y te das cuenta de que es bueno. Y adorarás las cañas bien tiradas sobre todas las cosas. 🙂
  • También puede que te fascine la oferta gastronómica. Pero parte de esta fascinación te durará lo que tardes en comprender que, hagas lo que hagas, en Madrid comer fuera te sale por el doble o el triple que en tu ciudad. Y se te quitará la tontería de golpe y añorarás esos cachopos tamaño edredón nórdico por 15 leuros… 🙂
  • Si vienes de Asturias, dejarás de oir en tu día a día: «Tarjetina de puntos de Alimerka no tendrás, ¿eh vida?«, para oír «¿Tienes la tarjeta de puntos VIPs?«.
  • En Madrid la gente no te mira. Tú vas por la calle y todo el mundo va a su aire aunque vayas en albornoz. Porque en Madrid, lo normal es que no conozcas a nadie por la calle. Y he de reconocer que adoro este anonimato. 🙂
  • Aunque casi seguro que, en algún momento dado, te encuentres con algún famoso. Y aunque no tiene la menor importancia, pues irás y lo contarás. 🙂
  • Madrid es enorme. Puede que te desespere comprobar que un desplazamiento cortito es media hora, y si haces transbordo, 50 minutos… y que cuando un madrileño dice «ahí al lado» significa entre 3 y 7 kilómetros. Porque menos de 3 km es «aquí mismo». 🙂
  • En verano, los habitantes de Madrid nos desvivimos buscando terrazas y sobre todo piscinas. Todo lo contrario que en Asturias, donde buscamos playas y a menudo sitios cubiertos porque llueve. Esta pasión de todos por buscar la piscina perfecta me llamó poderosamente la atención en su día. 🙂
  • Porque no, en Madrid no hay playa (ranciofact: vaya-vaya).
Una playa de Llanes.

Llanes.

  • Que levante la mano al que, viniendo de fuera, no le han robado. A mí, sí: un monedero y el móvil (y encima, esto, hace dos meses). Mi amiga la Dra. Ingridbergman tiene varias anécdotas al respecto, y alguna de ellas casi acaba conmigo de un ataque de nervios tras recibir una llamada de la comisaría de El Escorial a horas intempestivas. 🙂
  • En Madrid tenemos una enorme oferta cultural: cines, teatros, exposiciones, parques temáticos, museos, de todo. Ahora bien, que pasen dos años o tres sin que pises cualquiera de estos sitios, es posible y hasta probable, pero ¿y qué? tenerlo lo tienes, ¿no? pues ya está. 🙂
  • En Madrid no hay casi nadie de aquí. Casi todos venimos de fuera; de hecho una de las primeras preguntas que haces al conocer gente es «¿Y tú de dónde eres?».
Este es mi pueblo paterno, Prelo (Boal, Asturias). Asturias, Paraíso Natural.

Este es mi pueblo paterno, Prelo (Boal, Asturias).

Y el caso es que…

Sitios maravillosos muy cerca de Madrid. :-)

Sitios maravillosos muy cerca de Madrid. 🙂

En Madrid habrá atascos, de acuerdo; pero estamos en el centro de España y desde aquí se llega en coche a cualquier sitio el fin de semana. 🙂 Y vale, el tráfico es infernal, pero el Metro es el mejor de Europa (¡y punto!) y el Car2Go una maravilla. 🙂 Y el clima es seco, sí, pero ya sabéis, amigas que venís del húmedo norte, lo que esto supone para vuestras melenas. 🙂 Y hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano, que sí; peeeero, ay: la luz. Esa luz de Madrid, ese sol y ese cielo… 🙂 Y sí, Madrid es grande, pero es que alberga varias ciudades distintas, todas con su propia idiosincrasia; qué tendrá que ver Chamberí con Lavapiés, o Salamanca con Tetuán… 🙂  Y, lo más importante en mi opinión: sí, casi todos venimos de fuera, y eso es lo que hace que todos nos sintamos bien recibidos en Madrid; ni más ni menos, en nuestra casa.

Total, que aquí la que esto escribe tiene el corazón partío entre el cocido y la fabada… 🙂

¡Hasta otra!

Maternityfacts-2: Y llega el día en que…

No sé en qué se me ha pasado el tiempo, no lo sé;

Si entre mis guardias, los viajes de su padre y clases extraescolares; planificaciones de cenas y compras de uniformes; suturas de brechas y cambios de talla vertiginosos, o probablemente un poco de todo; pero el caso es que… estas dos han crecido. Las nenas han crecido mucho. Así que, para los que tenéis niños pequeños y estáis agotados (como digo yo, en la edad oscura, y un poco al hilo de lo que publicaba La Mamá Pediatra en este post), os cuento que:

… Llegará el día en que las salidas con la familia y/o amigos dejen de ser algo «trabajoso»: Es así. 🙂 Cuando te quieras dar cuenta, tus hijos ya no reclamarán insistentemente tu atención haciéndote imposible mantener cualquier conversación con cualquier adulto que tengas al lado, que además suele no tener hijos aún. Y lo mejor: en cafeterías y restaurantes irán al baño solos y se fijarán en si la taza está limpia. Y si no lo está, la limpiarán por iniciativa propia. 🙂

…Llegará el día en que dejen de comer «poco» y empiecen a comer créeme que MUCHO. Preadolescencia rules!! De hecho a menudo devorarán todo lo que se les ponga por delante sin ningún tipo de miramiento (imagínese la escena: quedada con amigos y «Qué raro, ¿no nos han puesto tapas?» Sí, pero las termitas de mis hijas han acabado con ellas en nanosegundos) 🙂

Llegará el día en que no tengas que pelearte para que se pongan la ropa que tú consideras adecuada (que no es calzarse unas sandalias en diciembre o un jersey de cuello alto en agosto), y elegirán bien. Y por cierto: verás qué gustazo cuando empiecen a prepararse ellos solitos la ropa del día siguiente (teniendo en cuenta si tienen gimnasia o baloncesto o baile). Eso sí que es un hito del desarrollo pediátrico, pardiez. 🙂

…Llegará el día en que no te necesiten en absoluto para entretenerse. Los días de «mamá, me abuuuuuurro…» terminarán, y se encerrarán en su habitación a hacer vete tú a saber qué, o verán la tele zapeando febrilmente, o buscarán vídeos en YouTube y canciones en Spotify. 🙂 Quién me lo iba a decir en esos salientes de guardia de UVI cuando era residente de pediatría (tenían 2 y 3 añitos) en los que mi cerebro sólo servía para mantener la respiración espontánea y poco más. 🙂

…Ahora que estamos en verano: llegará el día en que puedas bajar la guardia habiendo piscina o mar de por medio. Es uno de esos lujos que la maternidad concede. Pocos placeres son comparables al que te inunda cuando un buen día llegas a playa con tu tropa y sólo tienes que preocuparte de que no se vayan a quemar. 🙂

Captura de pantalla 2016-08-08 a las 19.02.03

…Y también llegará -cómo no- el día en que te superen. En lo que sea, da igual que sea algo importante o no, pero en un momento determinado harán algo mejor que tú (por ejemplo, pronunciar otro idioma). Incluso harán algo que tú no has hecho nunca (por ejemplo, tocar el chelo). Ten cuidado: lo pueden usar como arma arrojadiza. :-))))

…Llegará el día en que te los puedas llevar en tren, a la compra, al cine, en el metro, a la farmacia, a la peluquería,… a donde sea, sin sufrir ningún tipo de estrés. 🙂 ¡Me parecía impensable hace pocos años!

…Llegará, por cierto, el día en que sea bastante extraordinario que tengan fiebre. O que se pongan malos, en definitiva. Pero claro, esto tiene su lado «malo»… incluso siendo pediatra, a día de hoy si se ponen en 39ºC sin foco, me mosqueo muy mucho. 🙂

…Importante, o al menos relevante: llegará el día en que te ayuden. Sea llevando una bolsa de la compra, sea recordándote la cita en el dentista, o sea abrazándote cuando estás triste. Es impagable y muy valiosa, esa ayuda. Yo, medio en broma medio en serio, cuando alguien (en el trabajo por ejemplo) me insinúa si mis hijas me dan mucho trabajo, respondo que ahora ya no; que ahora, con 9 y 10 años ya trabajan para mí. 🙂 Y es verdad: menudas pinches de cocina que tengo, por ejemplo. 🙂

… Y, tachán-tachán, lo que todos los padres de niños pequeños piensan… llegará el día en que DUERMAN. De hecho, te puede pasar que empiecen a dormir demasiado, y las pases canutas para que se levanten para ir al colegio. La versión seguir durmiendo poco, que la tengo en casa con Miss Berrinche, también existe. Pero no pasa nada, porque ella sola se pone el desayuno (gourmet, de hecho) y santas pascuas. Cualquier día le digo que, ya si eso, nos lo ponga a nosotros y nos lo traiga a la cama. 🙂

... Y, algo que me dio mucho que pensar: llegará el día en que no lloren en toda la mañana, ni en toda la tarde, ni en toda la noche. Quiero decir que, en el momento en que una tiene hijos, se acostumbra a temer su llanto; al principio muy frecuente y por cosas muy básicas y progresivamente menos frecuente y por razones más «complejas», pero llanto diario durante muchos años. Y de repente un buen día no eres capaz de recordar la última vez que lloraron. 🙂

Y mención especial merece el día en que, sin consultarte, se descargan el Pokémon Go y el Hangouts y te funden los datos el día 25 del mes, pero estas lindezas ya las contaré en otro post… 🙂

Hasta la próxima (que me pillará en modo vacacional)!!