La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

Como conté aquí me encantan las historias de la Medicina, y aunque de Historia sepa lo justo (se perdone a servidora en caso de alguna metedura de pata), si puedo contribuir a que esta gesta que pone título al post se conozca algo más, allá voy. Porque fue la primera expedición sanitaria de la historia y una hazaña de gran envergadura. Y, por cierto, fue llevada a cabo por españoles.

Lo primero es situarse en el contexto: VIRUELA. Esta enfermedad, producida por un virus, ha sido probablemente la que más estragos ha causado a la humanidad a lo largo de la historia. Cursa con fiebre y lesiones en la piel que, al que sobrevivía, le dejaban unas cicatrices tremendas y muchas veces ceguera. En los siglos XVII y XVIII campaba a sus anchas por Europa, y morían hasta un 30% de los afectados. Hay quien dice que la viruela cambió el curso de la historia más que las guerras, porque entre las muertes que se cobró estuvieron las de varios monarcas herederos. Es imposible resumir en pocas líneas la gravedad de la enfermedad, pero imagínese uno esas epidemias apocalípticas de las películas, y no andará desencaminado.

Lady Mary Montagu (fuente: wikipedia)

Lady Mary Montagu (fuente: wikipedia)

Parece que ya antes del siglo X, en Oriente, se descubrió que si se rascaba la piel de un individuo sano con un objeto punzante que contuviera pus de las lesiones de la piel de un enfermo, se podía provocar en el sano una «miniviruela» que le confería inmunidad. Este procedimiento, que se llamó variolización, fue el antecedente a la vacunación. Por cierto, entró en Europa gracias al empeño de una mujer: Lady Montagu (1689-1762), esposa del embajador británico en Constantinopla, que había perdido un hijo por la enfermedad y estaba «picada de viruelas» (como se decía a las cicatrices faciales típicas). Durante su estancia en Turquía fue testigo de los beneficios (y riesgos) de la variolización y a su regreso a Inglaterra todos sus esfuerzos se dirigieron a implantar esta práctica. Algunos años después, la vacuna entró en escena, como ahora os cuento.

Fuente: lamedicinaenelarte.wordpress.com

Fuente: lamedicinaenelarte.wordpress.com

…Volvamos a situarnos en otro contexto: esta vez campestre. ¿Por qué, a lo largo de los siglos, en la literatura y folklore las vaqueras y ganaderas eran consideradas mozas fermosas? Podría ser porque habitualmente no tenían cicatrices de la viruela. Y esto era así porque contraían una viruela más benigna, la viruela que pasaban las vacas que ellas ordeñaban: la viruela vacuna. Ésta era causada por un virus menos agresivo, pero lo suficientemente parecido al de la viruela humana como para que una ganadera loçana e serrana adquiriera inmunidad frente a la misma si se contagiaba de la vaca enferma. Todo esto lo dedujo el médico inglés Edward Jenner (1749-1823) aun sin saber lo que era un virus, ni una bacteria; ni falta que le hizo para aplicar el «método científico». A partir de las pústulas de Sarah, una ganadera infectada de una vaca, realizó la primera vacunación (que de ahí viene el nombre: de las vacas) de la historia: al niño James Phipps, de 8 años. Y a muchos más posteriormente, a partir de pus procedente tanto de enfermos contagiados del ganado como de recién vacunados (de las vesículas que desarrollaban tras la inoculación). Publicó sus descubrimientos en 1798. Y pronto la vacuna adquirió tan buena fama que se extendió a otros países europeos, llegando a España en 1800 de la mano del Dr. Piguillem (1770-1826).

Grabado de Edward Jenner incluido en la traducción por Balmis del tratado de Moreau de la Sarthe. Obtenido de http://hicido.uv.es/Expo_medicina/Ilustracion/vacuna.html

Grabado de Edward Jenner incluido en la traducción por Balmis del tratado de Moreau de la Sarthe. Obtenido de http://hicido.uv.es/Expo_medicina/Ilustracion/vacuna.html

Vámonos entonces a la España de principios del XIX. Carlos IV, hijo de Carlos III (el «mejor alcalde de Madrid») y esposo de María Luisa de Parma, reinaba con la influencia constante del valido Manuel Godoy. Este rey ha pasado a la historia como un monarca un tanto pusilánime que dejó el gobierno en manos del valido. Pero al menos una cosa hizo e hizo muy bien (incluso enfrentándose a Godoy según he leído), y que ni se menciona en la Wikipedia: parece que se empeñó en sacar adelante lo que se llamó Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. La viruela (traída desde Europa) estaba diezmando a la población indígena americana -y a la criolla también, claro-. Una vez descubierta la vacuna, ¿no habría que intentar que la misma llegara a todos los dominios españoles de ultramar? Los ingleses también lo intentaron enviando pus («linfa vacunal») en algo parecido a un portaobjetos, pero acababa perdiendo sus propiedades infectivas. Carlos IV, cuya hija había muerto por la enfermedad, estaba especialmente sensibilizado con el tema; y decidió convocar a los expertos de la época para decidir cuál era la forma viable de hacer llegar la vacuna a las Américas.

Busto de Balmis. San Juan de Alicante

Busto de Balmis. San Juan de Alicante

…Y resultó ser con ayuda de los niños. ¿Y por qué niños? El médico alicantino Francisco Javier Balmis (1753-1819), alma de la expedición, lo vio claro; y supongo que por eso consiguió convencer a sus colegas y por tanto al rey. A América se llegaba en barco, y el viaje duraba más de un mes. Para vacunar allí, se necesitaban enfermos activos de viruela vacuna, de los que se pudiera sacar pus, fueran humanos o vacunos. Pero la enfermedad no duraba tanto como el viaje; no se podía embarcar enfermos esperando usar su pus al llegar a América, porque llegarían curados. Necesitaban llevar algunos enfermos y muchos sanos, para ir produciendo la enfermedad sucesivamente inoculando pus de aquéllos en éstos. Evidentemente, embarcar rebaños de vacas no parecía viable, así que serían personas. Bien, pero ¿Y por qué no adultos? Pues porque no se la podían jugar rompiendo la cadena; y si alguno de los adultos ya había pasado la enfermedad, no reaccionaría a la vacuna (y no produciría pústula ni pus, o sea fluido vacunal). Lo pensaron muy bien. Además, en un viaje tan largo y no exento de imprevistos, había que tenerlo todo atado y bien atado. Los «transportadores» idóneos de la enfermedad eran niños, porque tenían menos probabilidades de haber pasado ya las viruelas. ¿Y de dónde sacaron a los niños? No es difícil imaginar que ningún padre querría embarcar a su hijo en semejante empresa… por muy filantrópica que fuera. Así que los verdaderos héroes de esta aventura fueron 22 niñitos huérfanos procedentes de la Casa de Expósitos de la Coruña. Hacían falta tantos porque se quería ir vacunando a dos de cada vez (no a uno), por si una de las vacunas no prendía.

Los otros dos puntales de la expedición fueron otro médico, José Salvany (1777-1810), el «gran olvidado», y la directora del Hospicio de La Coruña, Isabel (el apellido no está claro; parece que fue Gómez Sendales, o Cendales), de la que desafortunadamente se sabe poco. El 30 de noviembre de 1803 partió de La Coruña la corbeta militar María Pita llevando a bordo su precioso cargamento: la vacuna de la viruela. La expedición tuvo un éxito rotundo que cumplió los objetivos casi increíbles con los que fue planeada: llevar la vacuna a casi todo el mundo conocido entre 1803 y 1806. Este fue el itinerario: Canarias – Puerto Rico – Venezuela (aquí se dividió en dos, Balmis por un lado y Salvany por otro) – Bogotá – Ecuador – Perú – Bolivia – Chile – Cuba – Centroamérica – México – Filipinas – Macao – China. Casi nada. Se vacunaron cientos de miles de personas. Sí, no he exagerado, fueron cientos de miles. Uno por uno. Ahora, calcúlese la cantidad de vidas salvadas derivadas de ello: admirable. Aquello fue una hazaña en toda regla y sin duda fue el primer gran paso para la erradicación de la enfermedad. El propio Jenner opinó acerca de la Expedición con las siguientes palabras: «no puedo imaginar que en los anales de la Historia se proporcione un ejemplo de filantropía más noble y más amplio que éste«. A lo largo del viaje, tuvieron que reclutar más niños transmisores de la vacuna para llevar en las travesías, aunque no he podido encontrar el número aproximado de cuántos hicieron falta finalmente. Sí ha trascendido que muchos de ellos fueron finalmente adoptados por familias acomodadas, al menos en México. Durante los tres años de aventuras, hubo naufragios, ataques de piratas, encontronazos con los indígenas, obstáculos a la vacunación en algunas de las ciudades de destino; hubo que sufrir los rigores de la selva y el altiplano, y todo esto -insisto- con niños… y los componentes de la expedición sufrieron enfermedades graves. El propio Salvany murió en Cochabamba de tuberculosis, y Balmis padeció una disentería que por poco no cuenta. Como digo, una auténtica epopeya que no me explico cómo aún no ha sido llevada al cine… 🙂

Itinerario de la expedición. Obtenido de http://murzainqui.blogspot.com.es

Itinerario de la expedición. Obtenido de http://murzainqui.blogspot.com.es

Parece claro que el método en que se llevó a cabo la expedición sería inviable desde el punto de vista ético y moral hoy en día; a fin de cuentas los niños fueron «utilizados» como vectores que mantenían viva la cadena vacunal. Pero no es tan simple. En aquélla época la tasa de mortalidad infantil en las inclusas u hospicios era altísima (hasta un 70% he llegado a leer). Aquéllos que sobrevivían, abandonaban las instituciones entre los 10 y los 14 años y muchos de ellos acababan mendigando o delinquiendo. Los niños eran el sector de la población menos favorecido, los últimos en el escalafón a todos los efectos. En definitiva, el destino de cualquier huérfano de una inclusa era sombrío. Según las fuentes que he consultado, existió la intención verdadera (o incluso condición casi contractual) de compensar a los niños participantes, asegurándoles de por vida el amparo (social y económico) de la Corona en agradecimiento por los servicios prestados. Teniendo en cuenta además que, durante la travesía, recibirían alimento, ropa y cuidado. No he encontrado evidencia escrita de que se cumplieran todas las promesas hechas a los niños héroes, pero de todas maneras sí parece claro que su destino en ningún modo debió de ser peor que el que les esperaba en la inclusa.

He escrito este post por varios motivos. Hace muchos años que leí acerca de la Expedición y me impactó muchísimo, pero los detonantes han sido el reciente revuelo en relación a las vacunas y la novela (histórica) que estoy leyendo ahora mismo: A flor de piel, de Javier Moro, que es ni más ni menos que el relato novelado de la expedición. Me está encantando.

Y hasta aquí me he limitado a resumir los hechos históricos, basándome en lo que he leído en las distintas fuentes que enumero abajo. Pero la verdad es que me hago muchas preguntas, como pediatra, como mujer y como madre.

¿Cómo debe de ser un viaje tan duro con 22 niños a bordo? Ese capitán y esos marineros debieron de poner los ojos como platos cuando supieron de la naturaleza del viaje. Moro, en su novela, sí se aventura en esto. Los niños son niños, y no debió de ser nada fácil tener paciencia para manejarlos a todos juntos en un sitio cerrado y «pequeño» como era una corbeta y, encima, no exento de peligros. Además, los niños lloran (es normal), protestan (es normal), se rebelan (es normal), y no soportan estar aburridos (es normal). Creo, y así lo refleja Moro, que el papel de la rectora Isabel debió de ser crucial para mantener el equilibrio a bordo (… ¡y en tierra!).

¿Y los niños? ¿Cómo lo vivieron ellos? Por lo que he leído acerca de las condiciones en las que vivían los huérfanos en las inclusas de la época, creo que la mayoría pensaría que embarcarse (literalmente) en esta aventura era algo bueno, y seguramente todos se alegraban de escapar del hospicio. Pobres niños.

Isabel. Qué poco ha llegado a nuestros días de su persona. Debió de ser una mujer valiente y tremendamente intrépida, y no creo que la expedición hubiera podido llevarse a cabo sin ella (así lo debió de pensar también Balmis). Pero… ¿una mujer joven sola, entre toda una tripulación de hombres? Por no mencionar el «mal fario» que suponía una mujer a bordo. Estoy segura de que hay en Isabel una biografía apasionante.

¿Por qué las batallas en las que se ganaban territorios pero se perdían miles de vidas han pasado a la historia con bombo y platillo y una hazaña como ésta, que puso de manifiesto lo mejor del ser humano y que condujo a salvar millones de vidas, es casi desconocida?

Pues nada más, que ya me he extendido bastante… ¡jopé, menudo postazo me ha quedado! Pero esos niños lo merecen… pero no de la mano de un simple blog de una pediatra, sino en los libros de historia que se estudian en el cole.

Nota: unos cuantos días después de escribir este post, terminé de leer la novela A Flor de Piel. En su Epílogo, descubro algo importante que por eso añado a esta entrada. En febrero de 2013 el periodista Antonio López Mariño encontró documentación esclarecedora en cuanto a la identidad de la rectora Isabel Zendal, que éste es su apellido. Sus orígenes -humildes- se encuentran en la aldea Santa Mariña de Parada, del municipio coruñés de Ordes. Salió de allí a la Coruña a trabajar de sirvienta en una familia adinerada, de allí a dirigir el hospicio y de allí a la Real Expedición, que sin ella no habría podido tener éxito. En este post se recoge un resumen de lo que se conoce acerca de su biografía. Por cierto, efectivamente según esta nota de prensa, la película parece que está en marcha.

Webs y libros consultados:

http://www.aeped.es/documentos/en-nombre-los-ninos-real-expedicion-filantropica-vacuna-1803-180

http://www.vacunas.org/es/info-publico/historia-de-las-vacunas/645-todo-empezocon-la-variolizacion

http://hicido.uv.es/Expo_medicina/Ilustracion/vacuna.html

http://enroquedeciencia.blogspot.com.es/2013/05/lady-mary-wortley-montagu-i.html

http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0716-10182009000700014&script=sci_arttext

http://medtempus.com/archives/la-ingeniosa-aventura-del-doctor-balmis-contra-la-viruela/

http://blogs.elpais.com/la-doctora-shora/2012/02/la-ingeniosa-aventura-del-doctor-balmis-contra-la-viruela.html

http://bvs.sld.cu/revistas/his/his_99/his1399.htm

Real Expedición de la Vacuna de la Viruela: hito médico español

En defensa de las vacunas, Carlos González, Ediciones Planeta 2011.

A flor de piel, Javier Moro, Editorial Planeta-Seix Barral, 2015.

Una lectura: Historia del veneno.

Ya conté aquí que me apasionaba leer «historias de medicina», que no es lo mismo que Historia de la Medicina (aunque ésta incluye a aquéllas). Y que me entretiene muchísimo conocer la labor detectivesca que hay que realizar si se quiere descubrir la causa de la muerte o enfermedad de personajes pretéritos (o ficticios).

Este libro que comento hoy, y que ya estoy terminando, fue un regalo que me hizo mi padre el otro día cuando cumplí 38 añazos.

Veneno

A grandes rasgos: me parece que está bien escrito (en mi humilde opinión), entendiendo como tal la ausencia de errores gramaticales y sintácticos que he encontrado otras veces en textos de divulgación científica. Alguna errata he cazado, eso sí, pero poca cosa. No obstante, a veces se hace difícil seguir el hilo «argumental». Desarrolla, como se puede deducir del título, el tema del veneno a lo largo de la historia. El orden que sigue el relato es por tanto cronológico, dividido en tres bloques que vienen a corresponder a Grecia/Roma, Edad Media y Edad Moderna/Contemporánea. En el contexto histórico y basándose en personajes reales, se van presentando los diferentes venenos que en el mundo han sido. Se describen desde un punto de vista farmacológico, bioquímico y -podríamos decir- botánico. Mi impresión es que la autora profundiza un poco más en la descripción de los acontecimientos históricos que en los científicos, pero, como no es propiamente un tratado de Historia, se queda un poco «cojo». Es bastante exhaustiva (sin llegar a cansar) en la descripción del origen de los diferentes venenos y las plantas de las que proceden. Sin embargo, no entra demasiado en detalle acerca de las consecuencias médicas propiamente dichas de los venenos… que es lo que precisamente más me apetecía leer. 😉

En conclusión: si te gusta la Medicina y la Historia, es un libro que te va a gustar, en líneas generales. Capítulo que me ha gustado especialmente: el dedicado a las brujas y aquelarres (hacia la mitad del libro). Por supuesto, no deja de visitar a Cleopatra y su suicidio por mordedura de áspid (cobra egipcia) aunque contemplando la hipótesis de la intoxicación por monóxido de carbono; la muerte probablemente no tan dulce de Sócrates, condenado a morir envenenado por cicuta (mezclada seguramente con bastante opio y vino, para hacer el proceso menos horroroso); la fama (¿merecida?) de los Borgia y sus grandes anillos que funcionaban como receptáculos de dosis letales de veneno (cantarella, arsénico); el apodo que, por sanguinaria, recibió María Tudor (Bloody Mary) que a la sazón era nietísima de los Reyes Católicos; y terminando con el polonio que acabó con Litvinenko anteayer como quien dice.

Bosco

 

Y para terminar, recomendación para los niños y no tan niños de la casa: El Jardín de las Delicias. Libro infantil ilustrado cuya autora, Amaya Bozal (que lo es, tanto de las ilustraciones como del texto) desgrana la historia de la obra de arte del Bosco, y que además es amiga mía. Y, como dijo otro amigo común: «si quieres que tu hijo sea un cultureta, es el regalo perfecto». 🙂

Me despido deseándoos ánimos a todos los padres para sobrellevar esta semana prevacacional, que suele ser una auténtica gymkana de funciones navideñas, disfraces de pastora y comidas de empresa… 🙂 En nada, de vacaciones… y con ello el cese temporal de la convivencia entre niños y virus. ¡¡¡Bieeeeeeeen!!!

Historias clínicas históricas.

Anoche estaba «viendo» la serie Isabel a la vez que hacía otra cosa (concretamente, intentar poner orden en las 10.000 fotos que no sé cómo se han ido acumulando en mi ordenador), cuando la escena de la tele acaparó toda mi atención. Isabel, primogénita de los Reyes Católicos, estaba dando a luz. El parto termina mal y aunque el niño sobrevive, la madre muere. Y, como siempre me ha venido ocurriendo, empiezo a cavilar. ¿Habrá sido una placenta previa? ¿Una sepsis? ¿Sería un parto distócico? No lo puedo evitar: siempre que se muestra la enfermedad en tiempos pasados (sea ficción o realidad), me corroe la curiosidad.

La primera vez que me sentí atraída por «Historias de Medicina» (que no Historia de la Medicina, aunque también me gusta) debía de tener unos 13 ó 14 años; vamos, que de médico no tenía nada, y de hecho aún dudaba en si ir por ciencias o por letras. Fue por un libraco que apareció por casa, y del que de hecho no se supo más después de una mudanza. No sé ni título, ni editorial, ni autor (creo que era anglosajón), pero sí recuerdo que era grande y con muchas ilustraciones. Y la temática: iba describiendo las enfermedades sufridas por varios personajes históricos, para aventurarse al final de cada capítulo en hacer un diagnóstico. Atraída seguramente por las ilustraciones lo abrí, y ahí estaba: la defensa de la hipótesis de que Aníbal había padecido un tracoma (infección grave del ojo producida por una bacteria llamada Chlamydia trachomatis). A mí, aquella labor detectivesca aplicada al campo de la Medicina y la Historia me fascinó. Vale, llámame friki. La adolescencia, que es muy intensa… 🙂

Total, que años después y ya metida en harina, era feliz cada vez que caía en mis manos algún escrito patobiográfico (por lo general en periódicos o revistas); así que empecé a buscar patobiografías. El prefijo viene del griego pathos, que se refiere a enfermedad.

enfermedades-3Un sábado, al salir de visitar los jardines de La Granja, mi suegra salió de una tienda de souvenirs con un regalo para mí: «Las enfermedades de los Austrias». Creo que el lunes por la noche lo acabé. Me gustó tantísimo que compré al día siguiente «Las enfermedades de los Borbones», ambos escritos por un médico internista -Pedro Gargantilla- que ni es mi primo ni mi amigo, aviso :-). En ellos, el autor va describiendo los avatares médicos y quirúrgicos de los reyes de España, incluyendo cuál fue en su opinión la enfermedad que causó la muerte de cada monarca. Y todo ello en el contexto histórico y con grandes dosis de investigación, que en el siglo XV no había analíticas ni radiografías…

Leí sorprendida que la malaria había sido endémica en la Península durante el siglo XV, que Isabel la Católica pudo fallecer a causa de un tumor de origen ginecológico y Fernando, su viudo, quizá de una insuficiencia renal crónica precipitada por el consumo de cantaridina, afrodisíaco de la época; Felipe II de un tromboembolismo pulmonar secundario al encamamiento por un absceso y fiebre, o María Luisa de Orleáns por una peritonitis. Para un médico es entretenidísimo (y no digo nada si coincide con la preparación del MIR), ir siguiendo al autor hilando los síntomas y haciendo las deducciones que conducen al diagnóstico casi forense.

Después, leí los «Locos Egregios» de Juan Antonio Vallejo-Nágera, «Locos de la Historia» de Alejandra Vallejo-Nágera, «Enfermos Ilustres», de Blas Gil Extremera… Pero la verdad es que no se encuentran fácilmente textos patobiográficos aunque supongo que los habrá y yo no los encuentro. Así que, si alguien tiene alguna recomendación, soy todo oídos (y fonendo).