No nací para influencer.

Hola a todos, después de dos meses.

Menuda paciencia tenéis conmigo: es así, hay que reconocerlo. Como bloguera, dejo mucho que desear (según las cánones): no me ajusto a un tema concreto, no tengo regularidad en escribir, no tuiteo frecuentemente, etc. Y, así y todo, ahí estáis, entrando en mi blog día tras día -que lo veo yo en las estadísticas- y diciéndome por Facebook o Instagram que me echáis de menos. También preguntándome si me ha pasado algo… 🙂

Lo dicho, sois lo más salao que hay. 🙂 Os cuento lo que me pasa. O mejor, os lo confieso:

Por un lado, no nací para influencer.

Qué se le va hacer. Yo nunca he sido de las que marcan tendencia: es así. De niña simplemente imitaba, y además, llegaba tarde por lo general a las «tendencias» (cuando me decidí a pedirle a mi madre los cordoncitos color pastel de Don Algodón, ya ni los vendían, y lo mismo me pasó con los chinitos de la suerte). Ni siquiera en la adolescencia tuve arrebatos estéticos molones: llegué al grunge de puntillas, y básicamente en forma de una chaqueta de lana gorda llena de bolas con la que, eso sí, hice la selectividad en pleno mes de junio. Es que por no llevar, ¡no llevé ni fotos de Patrick Swayze en la carpeta!  🙂 Aunque sí era, soy y seré un poco friki en muchos aspectos, pero sin pretensiones de convencer a nadie. Si mi blog pretendiese llegar a muchas personas, estaría posteando mucho más frecuentemente.

Soy muy perfeccionista, no me va el «aquí te pillo, aquí te mato».

Y oiga, entiéndase como se quiera. 🙂 Pero no, no puedo improvisar un post esperando al bus 67 en la parada o comiendo un sándwich en el Rodilla. Necesito estar sentada en mi casa, preferentemente sin montaña de trabajo pendiente acumulado, sin demasiados fuegos urgentes que apagar… y sin demasiadas tentaciones en forma de libro/Netflix poniéndome ojitos. 🙂

Así que al final, mientras unos se arrancan por bulerías, yo me arranco por posts (cuando se alinean los astros).

Como ahora pispo, por ejemplo (qué grandes Martes y Trece: me darían para varios posts). Que ya tenía yo ganas de escribir, ea. Ideas no me faltan (nueva vacuna de meningitis, Nimenrix; el clarísimo mensaje machista de los catálogos de la vuelta al cole; mis vivencias en relación a mi hija adolescente ya metida en las TIC)…, pero tiempo, ahora mismo, un poco sí que me falta. Los que me seguís en Instagram sabéis en qué cosas he andado metida últimamente :-).

Gracias a todos por seguir ahí.

Yo también sigo por aquí, y como diría la vecina rubia, con el flequillo abierto en la foto. 🙂

Empieza el fin de curso.

Paradójicamente «empieza un fin», si leemos el título otra vez. Pues sí: los meses de mayo y junio son una auténtica gymkana en lo que a la vida escolar se refiere.

En Villamocos,

  • Ha habido que preparar el traje de chulapa de San Isidro para una niña, con clavel y mantón y todo; para la otra niña no, porque en sexto de primaria ya no llevan, pero así y todo la que no llevaba quería de todas formas su clavel.
  • Ha habido que llevar la cuenta de los múltiples globales de mates, lengua, ciencias,… y planificar su estudio compaginándolo con el conser. Además, estar pendiente de las clases de refuerzo dirigidas al examen de inglés de Cambridge.
  • Ha habido que decidir indumentaria para el concierto de chelo del día 17, y por supuesto ensayar «más» los días previos; también avisar a los profes del cole de que ese día no harían deberes. Por otro lado, están pendientes los conciertos de coro; según el curso de las niñas y su voz (soprano, contralto…) llevarán verde por arriba y blanco por abajo, o viceversa. Hay que preverlo y tenerlo preparado. También quieren pintarse el pelo de verde previo paso por la tienda de disfraces del barrio a comprar el spray. Y claro, saberse sus voces (ensayan en el coche).
  • En el cole, bullen las excursiones y las actividades al aire libre: ha habido que preparar aparejos para una salida en bici a mitad de semana, con casco, botellita y demás. Y por supuesto, el festival de fin de curso está a la vuelta de la esquina: urge idear una coreografía y ensayarla, para bailarla con los compañeros.
  • El tiempo está loco: un día hace un calor tremendo y al siguiente llueve y la máxima temperatura son 12 grados. Ha habido que mirar la predicción del tiempo a diario y, según la misma, decidir si al día siguiente llevamos leotardos y abrigo o calcetines y chaquetilla.
  • Los viajes y excursiones de fin de semana se multiplican ante el incipiente buen tiempo: ha habido que hacer muchas maletas desde marzo para acá. Además, en mayo-junio se concentran los cumpleaños de los amiguitos: hay que organizar asistencia y pensar regalos.
  • Ha habido que estar pendiente de solicitar plaza para el campamento de final de curso del cole, porque si tardas en solicitarla te puedes quedar sin ella. Es un poco estresante. 🙂

Me gusta cuando los días empiezan a hacerse largos. ¡La luz de Madrid!

Podría seguir pero ya paro, porque pensaréis:

«Y ésta, ¿Por qué piensa que estamos interesados en todo su esfuerzo como madre (y/o padre)? ¡Si todos los que tenemos niños hacemos lo mismo!…». Pues os lo cuento porque todo lo que he escrito arriba LO HAN HECHO LAS NIÑAS. Yo no he movido un dedo. No he hecho nada de esto, no me he encargado de nada. Ya todo lo hacen ellas. 🙂

Porque ya se me han hecho mayores…

y yo estoy feliz por un lado; pero por otro, miedo me da la siguiente fase. Miss Trotona está a puntito de recibir su primer móvil al empezar la ESO.

Oh my dog: Winter is coming… 🙂

Preadolescencia: micro-relato.

Un martes más. El martes es el día más complicado en Villamocos: hay que recogerlas del cole por la tarde, llevar a la primera al conservatorio, regresar a casa, llevar un hora más tarde a la segunda, regresar a casa, volver al conser a recoger a la primera, regresar a casa, y finalmente encaminarse al conservatorio de nuevo a recoger a la segunda. En el ínterin, sus padres intentamos adelantar algo de trabajo, ayudar a la hija que está en casa con lo que no entiende de los deberes y planificar cenas. Total: que el martes es el peor día, queda claro, punto pelota.

Pero ha habido unas pocas ocasiones este curso en las que, por fuerza mayor, los padres de las criaturas tuvimos que dejarlas «en bloque» a las dos nenas en el Conser toda la tarde del martes.

Hija, lo siento, pero esta tarde tenemos jaleo. Llévate la tarea al Conser y allí vas a la biblioteca a hacer los deberes durante la hora que no tienes clase… toma 1 euro para comprarte algo si tienes hambre….

Jo, mami… ven pronto.

-Sí, sí, enseguida, y cualquier cosa me avisáis, ya sabes...

Pero resulta que de un mes, más o menos, para acá, las tornas han cambiado.

Mami, no te preocupes por hacer tantos viajes esta tarde. Nos dejas a las dos en el Conser a la vez y luego ya vienes a por las dos juntas…

Pero, ¿estás segura? ¿no te vas a aburrir de 7:30 a 8:30? ¿Qué vas a hacer?

No te preocupes, mami, que voy a la biblio a leer o a una cabina a estudiar.

Me encanta el conser al principio de las clases. Pasillos vacíos de gente pero llenos de sonidos provenientes de instrumentos afinando :-)

Me encanta el conser al principio de las clases. Pasillos vacíos de gente pero llenos de sonidos provenientes de instrumentos afinando 🙂

Hasta que caí del guindo, observando tras la cristalera de la puerta de entrada esperando a que los bedeles me abrieran.

Ya no se aburren en el conservatorio. Al contrario, les gusta pasar tiempo allí, me refiero a tiempo fuera de clase. Hay aliciente. 🙂 Porque sucede que tienen su grupete. Su pandilla, su círculo… del Conser. Complementa al del colegio. Los ratos de Conser sin clase son como los recreos del cole: tiempo para jugar (cada vez menos) y charlar (cada vez más). Y les encantan, quieren pasar tardes allí, porque allí están parte de sus amigos. Con los que hablan de la versión de los Beatles que han tocado en Audiatur o que Bach es un rollo, pero, a fin de cuentas, hacen piña de identidad, que al final, en eso consiste la adolescencia.

La Naturaleza se abre camino… 🙂

El día mundial del cáncer.

Yo nunca sé cuándo es el Día Mundial del Cáncer realmente, porque son tantos los «pásalo» que circulan por Facebook y Whatsapp que comienzan con «Hoy es el día mundial del cáncer,…» que a veces me da la sensación de que es varios días al año.

Para el caso, da igual, si hablo hoy de esto es porque me ha surgido así tras leer esta entrada: «Ni batallas ni perdedores…» en la que se reflexiona sobre la puñetera equiparación de esta enfermedad con una «batalla» que un paciente debe pelear, y luchar, y afrontar, y vencer. Como un jodido héroe. Y no es así.

No es así, simplemente porque el cáncer es una putada enfermedad a menudo muy grave en la que, creedme, las posibilidades de curación poco tienen que ver con el ánimo luchador del paciente. El curarse o no depende del tipo de cáncer (no es lo mismo un basocelular de piel que un microcítico de pulmón), de la situación basal del enfermo (no es lo mismo ser un joven de 20 años sin otras enfermedades que un señor de 68 con diabetes y bronquitis crónica), del estadiaje del tumor (más localizado o más extendido), y de muchas otras variables que la Oncología escudriña cada día al afrontar otro nuevo caso.

Y me parece que transmitir a un paciente que acaba de enterarse de una noticia que es verdaderamente una mierda descorazonadora, que tiene que ser «valiente y optimista» y «luchar y pelear», es una putada desacertada actitud. Porque, encima de estar enfermo, encima, resulta que se le exige que luche, cuando no se ha encontrado más débil en toda su vida, y se le exige que sea optimista, cuando jamás se ha encontrado más desolado. Pero, ¿qué coño necesidad hay de esto? Manda huevos.

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Mi madre pasó por uno de los cánceres más devastadores que hay: adenocarcinoma de páncreas que al diagnóstico era ya incurable. Y creo que sufrió más de la cuenta precisamente por eso, por «pelear» como se esperaba de ella que «pelease». Hubo muchas veces que, seguro, prefirió quedarse en casa con su sofá y su manta, pero como se suponía que había que echarle huevos se vistió con la ropa que encontró adecuada a sus decenas de kilos perdidos, se puso la peluca que odiaba porque le picaba y le daba calor, e hizo el esfuerzo enorme (puesto que estaba tremendamente debilitada) de ir a bodas, bautizos, comuniones, y lo que se le pusiera por delante. Seguro que, en parte, lo hacía por nosotros, su familia; pero estoy convencida de que también se amoldaba a lo que creía se esperaba de ella.

Pues no estoy de acuerdo. Al enfermo de cáncer hay que cuidarlo. Hay que darle lo que le apetezca. No tiene que luchar, es la medicina la que tiene que luchar por él. Porque los cánceres con buen pronóstico se curan con ciencia, no «luchando», y los que tienen peor pronóstico se curarán en el futuro con lo mismo: investigación y trabajo. Además de la prevención, la prevención, así en negrita. Qué batalla ni qué niño muerto batalla, seamos serios. O al menos, no seamos crueles: ¿O es que mi madre, como tantos otros, perdió esa batalla? ¿Luchó poco? ¿No fue lo suficientemente valiente? ¿O será que su estrategia bélica no fue acertada? Nos ha jodido Anda ya.

Mamá, lo hiciste DE PUTA MADRE lo mejor que pudiste, que nadie diga que perdiste.

Bueno, hoy salió el post lleno de improperios, pero… ésta también soy yo. 🙂

 

Mi 2016.

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Enero fue una porquería de mes, así que pasapalabra [Ellas: No, mamá, acuérdate de que compramos por fin la tele grande. Mami, Enero moló por eso]. [Yo: Vaaaale]; en febrero me disfracé de tres cosas distintas en 24 horas, algo que no había hecho en mi vida, y me enganché a la sopa de miso; todo esto, en Galicia, mirá vos, y mientras tanto, en Madrid, empezamos la búsqueda de los nuevos head quarters de Villamocos; en marzo, nuevamente disfruté como una enana esquiando, pero, sin duda, lo importante de este mes fue que aquí donde me veis OFICIÉ una ceremonia de boda, con un par, ea, con todo el morro, y ni tan mal… tenía su punto lógico: los novios son mis primos (que no primos entre ellos como dice la canción de Lorca, sino primos míos cada uno por su lado)… gracias, queridos míos, qué pena que el alcalde decidiera abortar la ceremonia por sus fueros antes de tiempo,… aunque, ¡siempre nos quedará la anécdota! 🙂 Abril fue el mes del año 2016 por excelencia: mi segunda sobrina vino al mundo mediante un parto feliz y sin complicaciones (pese a haber estado a punto de nacer la chiquilla en el portal de casa)… 🙂 Mayo fue un mes «montaña rusa» y punto pelota.. :-). Junio estuvo marcado por el fin de curso de las nenas, aunque este año (casi) todo el protagonismo se lo llevó Miss Trotona con su examen de pase de grado en el Conservatorio, que ella vivió básicamente con cero estrés y total jolgorio, alegría y cachondeo 🙂 … Julio y Agosto fueron meses de alternar un Madrid tranquilo con una Asturias que disfrutamos más que nunca, de buen tiempo continuo y gélidas aguas cantábricas (que tragué abundantemente, pero es que quién me manda a mi edad adentrarme en determinados deportes 🙂 )… Septiembre y la sempiterna vuelta al cole me pilló desprevenida porque faltaban las segundas vacaciones: repetimos Menorca, esta vez con nuestros amigos vidis, y acertamos DE PLENO; además, me engancho a Netflix;  Octubre,… por fin ME ATREVÍ A HACER ALGO que llevaba cavilando muchos meses, una pequeña locura muy pensada, con alguna tentativa previa que no había sido consumada: me corto el pelo más corto, casi, que nunca,… y al final resulta que no es para tanto, y de hecho quizá repita 🙂 ; Noviembre, congresos, empieza a animarse la pediatría con los primeros fríos, primer concierto del curso de las nenas, vuelvo a dibujar y pintar (una ilustración para la Dra. Spock); Diciembre cumplo 40 y tengo la mejor fiesta que podría haber imaginado, encontramos nuevo nido, y el año termina como está mandado: con buenísimos propósitos…

Hola, 2017, pareces majo, espero caerte bien 🙂

Los besos de los niños.

Ya sabéis que me encanta comentar lo que se cuece (tengo una prima que, en esto, es igual que yo; ya sabréis dentro de poco por qué lo digo 🙂 ), y estos días se habla mucho de este tema en las redes sociales.

¿Deben los niños dar besos siempre que se les pida?

El debate más intenso nació hace ya un tiempo, cuando a alguien se le ocurrió abiertamente cuestionar el tan habitual «Pepito, dale un beso a la señora«, proclamando que los niños NO deben dar besos si no quieren.

Como tantas veces en los asuntos relacionados con los niños y la crianza, merece la pena PARARSE Y PENSAR. Porque, aunque a primera vista pueda parecer una cuestión banal, en el fondo no lo es, ni mucho menos.

  1. ¿Recuerdas, madre o padre hoy adulto, cuando eras un niño y te pedían que dieras un beso a un señor que no conocías? ¿Te gustaba? ¿O más bien te desagradaba?
  2. ¿Qué tiene de bueno que tu hijo/a obedezca esta orden? ¿Es una mera cuestión de educación?
  3. ¿Y qué tiene de malo?
  4. Cuando a tu hijo/a de 16 años le pida un beso un compañero/a del instituto, ¿Quieres también que obedezca a pies juntillas?

… Y, como tantas veces en los asuntos relacionados con los niños y la crianza, la respuesta «esto se hace así porque siempre se ha hecho así» puede no ser válida, y de hecho en mi opinión no lo es.

Los besos de otros nenes se soportan mejor. Aunque vengan cargaícos de virus, como en este caso (Miss Trotona y Miss Berrinche a los 14 y 0 meses).

Los besos de otros nenes se soportan mejor. Aunque vengan cargaícos de virus, como en este caso (Miss Trotona y Miss Berrinche a los 14 y 0 meses).

Yo me decanto:

No obligo a mis hijas a dar besos y abrazos a quien no quieren. Las razones que para mí son válidas (PARA MÍ) son las siguientes, respondiendo a las preguntas que planteé líneas arriba:

  1. Respondo que no: no solía gustarme. Y cuanto mayor era el solicitante del beso, menor era mi inclinación natural a dárselo. Los niños tienen escrúpulos, más que los adultos incluso. Qué horroroso era para mí, a los 6 años, tener que besar a una persona «mayor» que olía a tabaco y me dejaba «babas» en mi mejilla.
  2. Educación: soy partidaria completamente de enseñar a los niños normas de civismo, por supuesto. Y creo que un «buenos días», un «encantado de conocerte» o un «Feliz Año Nuevo» son fórmulas del todo adecuadas en niños de cierta edad. Pero un beso es algo bastante íntimo, y los niños así lo sienten. Los adultos, en realidad, lo sentimos igual: no damos besos así como así, fuera de la consabida fórmula (española) de los-dos-besos-junta-mejillas. Un SOLO beso tiene mucho más significado que dos, ¿o no?
  3. Por un lado, dicen que lo que tiene de malo es que los niños pequeños pueden confundirse y pensar que cualquiera tiene derecho a «contactar con su cuerpo» y permitir en ulteriores ocasiones que otro adulto traspase una barrera que no debe traspasarse (no, no penséis que hablo de fantasmadas, que estas cosas ocurren más de lo que la gente cree). Yo no tengo tan claro el peso de esta razón: creo que a los niños hay que explicarles desde bien pequeños que nadie puede traspasar dicha barrera, independientemente de los convencionalismos sociales. En cambio, lo que sí me parece cierto es que forzar al niño a dar besos es exigir que un niño haga algo que le disgusta sin ningún fundamento sólido. Y esto, creo yo, recala en lo de siempre: falta de respeto al menor, considerada a menudo como algo normal. Que un niño quiera cruzar la calle cuando el semáforo está en rojo y pasan coches es algo que todos comprendemos que debe prohibírsele, y explicársele. Pero, ¿qué explicación razonable tenemos para obligarle a dar un beso a un desconocido? Realmente, ninguna.
  4. No, no quiero que besen, ni abracen, ni se acuesten, con nadie que no deseen. Nada más que añadir, señoría. 🙂

A menudo, los papás de los nenes de mi consulta les animan a darme un beso cuando se van.

Muchas veces me lo dan con diligencia (de momento; ya veremos cuando tenga 20 años más, no el paciente, sino yo 🙂 ), pero cuando les veo dubitativos, rápidamente corto con un «Bueeeeeeno, los besos son un poco rollo, ¡mola más chocar los cinco!» y les ofrezco mi mano… Os imagináis la respuesta, ¿no? ¡¡¡Give me five!!! Y todos contentos. 🙂

Al respecto, me ha gustado y mucho el post que escribió hace nada Mónica, de Desmadreando, os lo recomiendo. Y, como siempre, no soy una fundamentalista ni en esto ni en otras cosas. Pero hay nenes que… lo pasan mal.

PD: Este post ha surgido a raíz de la conversación mantenida anoche con mis amigas de siempre, en Oviedo. Gracias por sacar el tema, C. 🙂

PD2, añadida al día siguiente y tras ver el revuelo organizado. Mis hijas suelen dar besos a sus abuelos, tíos y primos, y supongo que es básicamente por simple imitación. Como siempre han visto que entre familiares nos damos besos, pues ellas lo hacen también. Nunca se han negado, la verdad es que no; nunca. Y reconozco que quizás me habría resultado incómodo que les negaran un beso a sus tías o abuelos… no lo sé. 🙂 Y ya, acabo por hoy! 🙂

A mis cuarenta.

Los que me seguís en Instagram y en Facebook sabréis, porque lo he anunciado a bombo y platillo, que acabo de cumplir los cuarenta. Y me siento estupendamente. 🙂

A mis 40, ya tengo medio idea de cuál es mi papel en este mundo. Tengo asumidos mis defectos y, por qué no, mis virtudes; lo que no quiere decir que no intente potenciar éstas y compensar aquéllos. Pero sé qué quiero, personal y profesionalmente.

A mis 40, llevo más de la cuarta parte de mi vida siendo madre. La maternidad es un camino trepidante y totalmente contrario a la monotonía. Cada día supone un nuevo escenario que exige improvisación. Por malos ratos que me hayan hecho pasar esas dos elementas, no ha habido ni un solo día en que no me hayan infundido una buena dosis de felicidad. 🙂

A mis 40, he aprendido bastante ya. Pero continúo aprendiendo cada día que nunca es tarde para aprender, ni para emprender, ni para aprehender. Y, siendo médico como soy, comprendo y acepto que nunca debo dejar de hacerlo. También caí del guindo hace tiempo, aceptando que ser mejor pediatra sólo se consigue con esfuerzo. Me peleo con esta obviedad cada día, porque soy de naturaleza perezosa en lo que a estudiar se refiere. 🙂

A mis 40, sé que he sido desafortunada en el juego y, por lo tanto,… ya me entienden. 🙂

A mis 40, estoy convencida de que nunca es tarde para casi nada. Escribir un libro, tocar un instrumento, probar deportes nuevos, lanzarse a pintar con acrílico, cocinar sushi o aprender otro idioma. Se puede una iniciar en todo esto y mucho más. Aunque acepto que hay experiencias que ya no voy a vivir, y no pasa nada.

Gracias, Juan, por la foto!

Gracias, J, por la foto!

A mis 40, sé que si algo no me gusta en mi vida voy y lo cambio. Así, sin más, cueste lo que cueste.

A mis 40, sé que todos tenemos alguna habilidad especial, más o menos útil. Entre las útiles: se me da bien explicar y organizar planes. Entre las inútiles: sé imitar acentos y hacer una cosa con la mano derecha y otra con la izquierda. 🙂

A mis 40, sé que no es cierto que a partir de cierta edad ya no se hacen amigos. Es falso: se hacen amigos a cualquier edad. 🙂 Por otro lado, sé que inevitablemente hay personas que se quedan por el camino, porque no nos hemos gustado lo suficiente. Con qué facilidad asume una a los 40 el no gustar a la gente, ¡con lo difícil que era a los 18!

A mis 40, sé que necesito música, lectura y naturaleza. No necesariamente por este orden.

A mis 40, sé que mi pelo va a ser siempre indomable y además, con muchas canas. Y castaño, ¡no rubio! También sé que mi altura implica una talla 38-40 mínimo (ojalá alguien me lo hubiera contado a los 16 años). Sé que me gusto vestida de rojo, verde o negro, y me he reconciliado con mis piernas. Además, creo que no me ha tocado una mala piel. Pero por encima de todo, y por manido que suene, me preocupo más por mi alma que por la cáscara.

A mis 40, sé que nada es tan serio como parece y que todo pasa. Además, la cuestión no es esperar a que amaine la tormenta; sino aprender a caminar bajo la lluvia.

 

 

Cuando vienes a Madrid…

Hubo un día en que la torre de La Paz imponía. :-)

Hubo un día en que la torre de La Paz imponía. 🙂

Siempre que regreso a Madrid desde mi antiguo hogar en Asturias, aparte de sentir mucha un poco de pena, me acuerdo de nuevo de todas las cosas que me llamaron la atención cuando me mudé aquí hace ya 15 años. Y el caso es que, hablando con otras personas emigradas desde «provincias», me he dado cuenta de que todos hemos vivido más o menos lo mismo… 🙂 Concretamente mis ya habituales colaboradoras Tita Geóloga, Dra. Rayoquenocesa, Dra. Spock y Dra. Ingridbergman, que también plasman aquí sus vivencias.

Cuando vienes a vivir a Madrid,

  • Vas a saber lo que son los atascos. Pero los de verdad, de dos horas parados en la A6 o una hora en Plaza Castilla. Al principio, te enfadarás, dirás que no es posible, que nadie en su sano juicio puede arriesgarse a salir de Madrid un puente, que es incompatible con la vida. 😉
  • Y hablando de tráfico: calles de 5 carriles incluyendo las rotondas, motos por todos lados, el galimatías de la M30, 40, 50, radiales, túneles bajo la ciudad, radares intempestivos,… te parecerá un sindiós. 🙂
Aunque me gustan los deportes de riesgo, no tanto: la foto está sacada desde un paso de cebra con semáforo.

Aunque me gustan los deportes de riesgo, no tanto: la foto está sacada desde un paso de cebra con semáforo.

  • Principalmente si vienes del norte, el clima te pillará desprevenid@. Mi querido Ironman siempre (SIEMPRE) acaba contando la misma anécdota de mis primeras tardes en Madrid, en julio, en un ático sin aire acondicionado: se partía de risa viéndome metiendo la cara en el congelador de la nevera una y otra vez preguntando a los cielos si aquello era normal. 🙂 Y pocos meses después, pasé tanto cutiu que en mi armario entró una prenda que desde mi época ochentera no tenía: un plumífero. 🙂 Y además Madrid es SEEEECO. ¿Del norte y con lentillas? sufrirás. Todo se seca: ojos, piel, mocos, whatever. ¿Talones en agosto? lija es poco, reina. 🙂
  • Enseguida te entrará la tontería con las cañas. Pues sí, porque tú vivías en tu ciudad del norte, donde se bebe sidra y cacharros básicamente, y llegas aquí y todo el mundo habla de las cañas bien tiradas (o mal). Y te das cuenta de que es bueno. Y adorarás las cañas bien tiradas sobre todas las cosas. 🙂
  • También puede que te fascine la oferta gastronómica. Pero parte de esta fascinación te durará lo que tardes en comprender que, hagas lo que hagas, en Madrid comer fuera te sale por el doble o el triple que en tu ciudad. Y se te quitará la tontería de golpe y añorarás esos cachopos tamaño edredón nórdico por 15 leuros… 🙂
  • Si vienes de Asturias, dejarás de oir en tu día a día: «Tarjetina de puntos de Alimerka no tendrás, ¿eh vida?«, para oír «¿Tienes la tarjeta de puntos VIPs?«.
  • En Madrid la gente no te mira. Tú vas por la calle y todo el mundo va a su aire aunque vayas en albornoz. Porque en Madrid, lo normal es que no conozcas a nadie por la calle. Y he de reconocer que adoro este anonimato. 🙂
  • Aunque casi seguro que, en algún momento dado, te encuentres con algún famoso. Y aunque no tiene la menor importancia, pues irás y lo contarás. 🙂
  • Madrid es enorme. Puede que te desespere comprobar que un desplazamiento cortito es media hora, y si haces transbordo, 50 minutos… y que cuando un madrileño dice «ahí al lado» significa entre 3 y 7 kilómetros. Porque menos de 3 km es «aquí mismo». 🙂
  • En verano, los habitantes de Madrid nos desvivimos buscando terrazas y sobre todo piscinas. Todo lo contrario que en Asturias, donde buscamos playas y a menudo sitios cubiertos porque llueve. Esta pasión de todos por buscar la piscina perfecta me llamó poderosamente la atención en su día. 🙂
  • Porque no, en Madrid no hay playa (ranciofact: vaya-vaya).
Una playa de Llanes.

Llanes.

  • Que levante la mano al que, viniendo de fuera, no le han robado. A mí, sí: un monedero y el móvil (y encima, esto, hace dos meses). Mi amiga la Dra. Ingridbergman tiene varias anécdotas al respecto, y alguna de ellas casi acaba conmigo de un ataque de nervios tras recibir una llamada de la comisaría de El Escorial a horas intempestivas. 🙂
  • En Madrid tenemos una enorme oferta cultural: cines, teatros, exposiciones, parques temáticos, museos, de todo. Ahora bien, que pasen dos años o tres sin que pises cualquiera de estos sitios, es posible y hasta probable, pero ¿y qué? tenerlo lo tienes, ¿no? pues ya está. 🙂
  • En Madrid no hay casi nadie de aquí. Casi todos venimos de fuera; de hecho una de las primeras preguntas que haces al conocer gente es «¿Y tú de dónde eres?».
Este es mi pueblo paterno, Prelo (Boal, Asturias). Asturias, Paraíso Natural.

Este es mi pueblo paterno, Prelo (Boal, Asturias).

Y el caso es que…

Sitios maravillosos muy cerca de Madrid. :-)

Sitios maravillosos muy cerca de Madrid. 🙂

En Madrid habrá atascos, de acuerdo; pero estamos en el centro de España y desde aquí se llega en coche a cualquier sitio el fin de semana. 🙂 Y vale, el tráfico es infernal, pero el Metro es el mejor de Europa (¡y punto!) y el Car2Go una maravilla. 🙂 Y el clima es seco, sí, pero ya sabéis, amigas que venís del húmedo norte, lo que esto supone para vuestras melenas. 🙂 Y hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano, que sí; peeeero, ay: la luz. Esa luz de Madrid, ese sol y ese cielo… 🙂 Y sí, Madrid es grande, pero es que alberga varias ciudades distintas, todas con su propia idiosincrasia; qué tendrá que ver Chamberí con Lavapiés, o Salamanca con Tetuán… 🙂  Y, lo más importante en mi opinión: sí, casi todos venimos de fuera, y eso es lo que hace que todos nos sintamos bien recibidos en Madrid; ni más ni menos, en nuestra casa.

Total, que aquí la que esto escribe tiene el corazón partío entre el cocido y la fabada… 🙂

¡Hasta otra!

Las canciones de Villamocos.

Hacía tiempo que tenía yo ganas de hablar de esto.  🙂 .

En Villamocos no se han escuchado sólo los Cantajuegos.

Y lo suelto así, sin anestesia. No: no quiero decir que las canciones infantiles no nos gusten. Simplemente que nunca han sido la música cardinal de esta familia cuando llegaron las niñas, lo cual he comprobado que sí ha sucedido en otras familias con niños pequeños. Pues, ea:  yo reconozco que deliberadamente no les he incentivado demasiado a mis retoñas la típica música «para niños» por dos motivos: uno, por mi salud mental (oír en bucle la canción de Para dormir a un elefante no está en mis planes desde mi rotación en la UVI pediátrica 😉 ) y dos, porque siempre he pensado que los niños son, musicalmente hablando, parecidos a los adultos. Es decir: que a los niños les gusta la buena música, igual que a sus padres, sea cual sea su origen, aunque no sea «infantil». Ah, y hay otra verdad incuestionable según mi experiencia: cuanto más oyen una copla, más les gusta. Comprobadísimo lo tengo. Así las cosas, os cuento nuestra experiencia villamoqueña, 😉 porque creo que podría ser aplicable a todos los niños del mundo mundial; y así pongo mi granito de arena para que unos esforzados padre/madre de familia puedan escuchar Queen, Joaquín Sabina, los Rolling, Mercedes Sosa, Kiss, Vivaldi o Facto de la Fé y las Flores Azules y no sólo la banda sonora de Frozen en bucle (la cual me gusta, vaya por delante, pero no 347 veces). 🙂

El habitáculo donde se escucha música en esta familia es por antonomasia el coche.

Qué le vamos a hacer, pero a diario tenemos poco tiempo (por la música precisamente… es decir, por el Conservatorio… espero que no se me enfade el Profedechelo… 🙂 ) , y como mucho ponemos música de fondo en la cocina al hacer la cena. Spotify, mi iPhone y como decía antes, el coche -estoy tentada de bautizarlo Moco-móvil pero no lo voy a hacer… 😉 – han sido y son las piezas fundamentales de la «instrucción musical» a la que hemos sometido a nuestra sufrida descendencia.

El modus operandi es el siguiente:

Canción que queremos escuchar nosotros, canción que se pone sin dudarlo y con decisión. En este delicado punto en que una determinada melodía es reproducida por vez primera ante la exigente audiencia infantil, hay que contar con que siempre o casi siempre (sobre todo en caso de niños menores de 7 años) del asiento de atrás va a surgir un «¡¡noooooooooooo, quítala, pon otra!!»,… pero es porque aún no conocen la canción y ya sabéis que siempre quieren escuchar las que ya conocen. Que no os ablanden. Hay que ser inflexible y no tener piedad -y sí paciencia- para convencer a la oposición de escuchar la canción de marras, con la firme promesa de que la tonada en sí está plena de molorOjo: para que esto funcione, estas primeras acometidas a su gusto musical deben llevarse a cabo vía melodías más o menos amables. Una canción tradicional japonesa compuesta en una poco intuitiva escala pentatónica, o cualquier tema de Pantera o Dio probablemente NO sean una buena opción. Mejor algo que sepamos les acabará gustando, sencillo y melodioso, y si es divertido, mejor. Se me ocurren muchos ejemplos, a saber: ABBA, Scissor Sisters, Elvis.

Canción llamando la atención del oyente. https://c2.staticflickr.com/4/3006/2429152388_f7c37298f2_b.jpg

Canción llamando la atención del oyente. La saqué del Flickr.

 

Y vamos al quid de la cuestión: una vez que han oído la canción entera hasta el final un par de veces, os aseguro que la tercera ya no será lo mismo. Protestarán inicialmente, pero una vez en el cuarto o quinto compás, cuando su infantil cerebro grabalotodo reconozca la tonada, seguramente se callarán y pondrán toda su atención en la música. Incluso puede que se les ericen un poco los vellos (os adjunto foto). 🙂

Tras esta primera buena experiencia, las siguientes serán coser y cantar. Mis queridas hijas tuvieron la feliz idea, hace ya unos 4 ó 5 años, de pedirme que les elaborara su propia lista de reproducción en Spotify. La llenaron inicialmente de lo que a mí me parecía auténtica morralla (por favor, no se me ofenda nadie): a saber, toditas las canciones del elenco de series infantojuveniles de Disney Channel. Esta lista me sirvió como instrumento de medida del nivel disfrutón de las nenas respecto a cada canción: un buen día, quizá fue escuchando Divina de Radio Futura o tal vez Just Breathe de Pearl Jam, una vocecita desde el asiento de atrás musitó: «Mami, añádenos esta canción a nuestra lista«. Desde entonces sé cuándo un tema concreto ha triunfado. Piden incluirlo en su lista y además se lo enseñan a sus amigos que vienen a casa (que deben de pensar que mis hijas son un poco frikies).

Otro matiz en cuanto a las canciones que les presentamos y les acaban enganchando: cuidadín con no entrar en bucle… un niño al que le gusta una canción, con Spotify en su mano, tiene más peligro que un barbero con hipo. Avisados estáis: que yo un día, conduciendo sola sin copiloto que les arrebatara el móvil a las del asiento de atrás, me tragué Blurred Lines de Robin Thicke unas 17 veces seguidas. 🙂 Sí, definitivamente éste es otro de mis consejos basados en la experiencia: prevenid los empachos de una canción, por vuestro bien y por el de vuestros infantes. Aunque suene radical, hemos tenido que prohibir a Miss Berrinche reproducir una sola vez más Bohemian Rhapsody hasta nuevo aviso… porque no es un tema susceptible de acabar siendo repudiado por sobredosis: no way.

En próximos posts acerca de esta temática iré visitando los distintos géneros musicales que han calado por estos lares.

Pero dejadme despedirme declarando que toda regla tiene su excepción…

Y PETIT POP es la excepción que sin ninguna duda confirma la regla de que la música para niños es aburrida para los padres.

Progenitores de niños pequeños, ¿no conocéis Petit Pop? Oh my dog, ¡ya estáis tardando! música de calidad apta para adultos y niños, y muy muy muy apetecible para estos últimos… y de la mano de gente que sabe lo que hace. ¡Ojalá sus discos hubieran salido cuando mis hijas eran más pequeñas! Peeeeeero nunca es tarde si la dicha es buena, y aquí os pongo uno de sus temas más adorados por mis preadolescentes hijas. ¡Me encanta Petit Pop!

 

Por qué por qué, de Petit Pop.

 

¡Hasta el siguiente post!

Cosicas del blog: segunda parte.

Supongo que a este paso habrá más ediciones de «Cosicas del blog», y de hecho creo que haré un tag acerca de esto. Porque como decía el otro día, escribir un blog y mantenerlo durante un año me ha dado muchos momentos simpáticos y a veces sorprendentes.

Todo blogger, experimentado o novato, se recrea navegando por sus estadísticas. Éstas vienen ofrecidas por el portal que uno haya elegido (WordPress, Blogspot,…) aunque -cómo no- Google también ofrece sus servicios mediante Google Analytics. En cualquier caso, sacarle jugo a los números del blogs es algo que personalmente me encanta. La función de «estadísticas» de WordPress me informa de cuántos visitantes tengo en un día, en una semana, en un mes; también los países desde los que han entrado en mi página, y cuántos posts se han leído. Pero sin duda, la información más entretenida la encuentro en los términos de búsqueda. Esto es: lo que el usuario de internet teclea en Google para llegar a mi blog, sea a propósito o por casualidad.

Obviamente, hay un sinfín de términos similares todos ellos conteniendo ese noble vocablo que es MOCOS. De todo, oiga: mocos guardería, mocos verdes, mocos leche de vaca… y me he dado cuenta de que el hecho de que la palabra «mocos» forme parte nada más y nada menos que del título de mi blog puede haber conseguido muchísimas visitas. ¡Y eso que no sé nada de marketing! 🙂

A continuación y en negrita, algunos otros términos de búsqueda que conducen a Un fonendo en Villamocos:

  • Escarlatina se cura con ajo. Jamás había oído yo esta supuesta virtud del ajo: potencia antibiótica frente a nada menos que el estreptococo culpable de la escarlatina. Serán ajos de Las Pedroñeras como poco.
  • Virus puñeteros. Hale: así, sin anestesia. Esta búsqueda seguro que fue hecha por una madre o un padre al mismísimo límite de su paciencia en torno al segundo mes de guardería de su retoño, 🙂 y topó con este post.
  • Hice un berrinche por los supositorios y ahora todo me lo dan así. «Hola, soy el bebé Miguelito Pérez, y vengo a confesar». 🙂
  • Niño con rodilla inflamada y gluten. Me inquieta esta búsqueda, ya contaré por qué… aunque tampoco me sorprende demasiado que alguien piense esto, teniendo en cuenta que «la leche de vaca produce mocos» y «el ajo cura infecciones bacterianas». 🙂 (estoy siendo irónica, just in case!)
  • Fases para tener una buena guardia. Loable intento de que San Google nos oriente en todos los problemas, pero no creo que exista esa piedra filosofal de la buena guardia garantizada… eso sí, encontró mi confesión de las fases de una guardia de Urgencias (primera y segunda parte).
  • Sentimiento postguardia. Sí. Lo conozco. Y en tu caso, querid@ usuari@ de Google, debió de ser lo suficientemente intenso como para moverte a investigar en internet,… y encontrarte esto. Salud, hermano: que la fuerza te acompañe.
  • Quiero conocer venenos caseros, tipos y usos. Miedo… pues yo no quiero conocerte a ti. Y además, seguro que este post te decepcionó.
  • Por qué se me cierra la garganta cuando me tomo un saborín de chocolate. Para servidora, este enunciado encierra tres preguntas. La primera es: ¿qué es un saborín de chocolate? La segunda es: ¿Por qué esta pregunta dirige a mi blog? y la tercera es exactamente esa: ¿Por qué se te cierra la garganta en semejante circunstancia? Quí lo sá
  • Retoño en los pastos produce fiebrón. Lo juro, ésta y no otra es la frase: la realidad supera la ficción. Por favor, si el que lo tecleó en Google lee esto algún día, que me saque de dudas y me diga a qué se refería (a riesgo de que servidora acabe cualquier día de estos en la López Ibor). 
  • De montar en bicicleta se te puede dormir la ingle y el corpaño. Gracias por la información, se la transmito pero YA a Ironman, que está muy enganchado. Y yo sin su corpaño no me apaño. 🙂
  • Consecuensias de jugar chiligüili. Oh my dog. Quién me lo iba a decir a mí, cuando hablé en este post acerca de los «chiliwilis» u objetos de propaganda que se encuentran en los congresos científicos (bolígrafos, libretitas, gomas de borrar…). Lo siento, querid@ usuari@, desconozco dichas consecuencias, de hecho no sé si son penales o sólo paternales.
  • Tengo calor papi. Pues yo me he quedado helada, mami.
  • Relatos eróticos de pediatras ficticios. Y menos mal que son ficticios, proclamo.

 

Y ahora voy con la noticia que me tiene loca-loca-loca. Muchos sabréis de los premios Bitácoras, ¿verdad? son los Goya de los blogs. Yo no pensaba hacer ni mención a los mismos ya que, como bloguera, considero que juego en otra liga inferior. Pues estaba yo este fin de semana plácidamente revisando cómo iba la clasificación de los blogs de salud, Y AHÍ ESTABA Un fonendo en Villamocos. Acongojante. ¡Ni siquiera pedí que me votarais y lo habéis hecho! Y como me ha hecho mucha ilusión, me he venido arriba y en las redes sociales ya os he pedido el voto… tanto es así que he incluido una pestañica aquí en el blog para ofrecer «pase VIP» a las votaciones. 🙂 Así que, quien quiera, ¡¡a votaaaaaaar!!

PD: Miss Trotona dentro de cinco años leyendo este post: «mami, tú tenías poca vergüenza, ¿verdad?» 🙂