No nací para influencer.

Hola a todos, después de dos meses.

Menuda paciencia tenéis conmigo: es así, hay que reconocerlo. Como bloguera, dejo mucho que desear (según las cánones): no me ajusto a un tema concreto, no tengo regularidad en escribir, no tuiteo frecuentemente, etc. Y, así y todo, ahí estáis, entrando en mi blog día tras día -que lo veo yo en las estadísticas- y diciéndome por Facebook o Instagram que me echáis de menos. También preguntándome si me ha pasado algo… 🙂

Lo dicho, sois lo más salao que hay. 🙂 Os cuento lo que me pasa. O mejor, os lo confieso:

Por un lado, no nací para influencer.

Qué se le va hacer. Yo nunca he sido de las que marcan tendencia: es así. De niña simplemente imitaba, y además, llegaba tarde por lo general a las «tendencias» (cuando me decidí a pedirle a mi madre los cordoncitos color pastel de Don Algodón, ya ni los vendían, y lo mismo me pasó con los chinitos de la suerte). Ni siquiera en la adolescencia tuve arrebatos estéticos molones: llegué al grunge de puntillas, y básicamente en forma de una chaqueta de lana gorda llena de bolas con la que, eso sí, hice la selectividad en pleno mes de junio. Es que por no llevar, ¡no llevé ni fotos de Patrick Swayze en la carpeta!  🙂 Aunque sí era, soy y seré un poco friki en muchos aspectos, pero sin pretensiones de convencer a nadie. Si mi blog pretendiese llegar a muchas personas, estaría posteando mucho más frecuentemente.

Soy muy perfeccionista, no me va el «aquí te pillo, aquí te mato».

Y oiga, entiéndase como se quiera. 🙂 Pero no, no puedo improvisar un post esperando al bus 67 en la parada o comiendo un sándwich en el Rodilla. Necesito estar sentada en mi casa, preferentemente sin montaña de trabajo pendiente acumulado, sin demasiados fuegos urgentes que apagar… y sin demasiadas tentaciones en forma de libro/Netflix poniéndome ojitos. 🙂

Así que al final, mientras unos se arrancan por bulerías, yo me arranco por posts (cuando se alinean los astros).

Como ahora pispo, por ejemplo (qué grandes Martes y Trece: me darían para varios posts). Que ya tenía yo ganas de escribir, ea. Ideas no me faltan (nueva vacuna de meningitis, Nimenrix; el clarísimo mensaje machista de los catálogos de la vuelta al cole; mis vivencias en relación a mi hija adolescente ya metida en las TIC)…, pero tiempo, ahora mismo, un poco sí que me falta. Los que me seguís en Instagram sabéis en qué cosas he andado metida últimamente :-).

Gracias a todos por seguir ahí.

Yo también sigo por aquí, y como diría la vecina rubia, con el flequillo abierto en la foto. 🙂

La sorpresa.

Os decía en mi último post que habría sorpresa pronto; y como soy muy mala para guardarme para mí las noticias en general y las sorpresas en particular, no me resisto y ya lo suelto todo hoy aquí en mi blog, con el trasfondo de un día típico asturiano, con algo de bochorno, neblina, y olor a sidra y parrochas en el ambiente; porque sí, estoy de vacaciones en Villabígaros, que como muchos habréis adivinado, no es otro lugar que Luanco, el pueblo de mis eternos veraneos de la infancia y al que siempre tengo que volver; y en el que, con graznidos de gaviotas como banda sonora, he meditado si largar o no; y me ha parecido que sí, que lo cuento todo; porque toda confesión implica un nivel de compromiso que me vendrá muy requetebién en el futuro próximo.

Todo empezó en un húmedo y frío Lloviedo (hay que reconocer que no era necesaria demasiada sagacidad en los lectores villamoquistas para deducir que dicha ciudad es Oviedo), en diciembre de 2016, concretamente el día 8, en pleno puente de la Inmaculada Constitución; día en el que servidora cumplió veinte años (en cada pata); y día, también, en que celebré un fiestorro al que mi memoria podrá siempre viajar para solazarse, porque me hizo enormemente feliz ya que me trajo emocionantes sorpresas; siendo una de ellas contemplar a mi consorte, o sea Ironman, es decir, Miguel (que a estas alturas del blog ya es mejor ponerle nombre), y a mis criaturas, Miss Trotona y Miss Berrinche (a la sazón Carmen y Rocío), subidos en un escenario con la inestimable compañía del Tito Geólogo (es decir, mi cuñado Rafa), versionando only for my eyes dos canciones de Platero y tú; y siendo otra sorpresa aún más inesperada la que recibí al llegar, agotados todos, a casa del Abu Astur (o sea, mi padre, el abuelo César), de madrugada, cuando mi querida tribu ya mencionada me entregó el último de los regalos del día; presente que me dejó sin palabras y un pelín temblorosa, pues consistía nada más y nada menos que en un contrato de autopublicación. Sí, ladies and gentlemen, mi querido compañero de andanzas villamoquiles –o sea mi marido-, en un arranque basado en la fe ciega que al parecer tiene en mí como escritora de lo que viene siendo un LIBRO, decidió hacerme semejante regalo al cumplir treintaytodos, dejándome no sólo muda y temblequeante sino también llorosa.

Hete aquí, no obstante, que no pude asumir tal reto durante los meses siguientes por abundancia de trabajo atrasado de lo mío, es decir, la reumatología pediátrica.

Y en éstas estaba yo, ilusionada con mi contrato de autopublicación bajo el brazo y dejando acabar el curso para ponerme a escribir, cuando recibí un email en el correo del blog. Decía la misiva, ante mi atónita mirada, que OTRA editorial había leído mis erráticos escritos y tenía la intención de publicar a una incrédula servidora. No autopublicación; sino método «tradicional».

O sea, muy fuerrrrrrteeeee.

Con sidra no se brinda, directamente se celebra. 🙂

Y en ese punto me hallaba, entre que me lo creía y no, incluso habiendo comprobado una y otra vez que no había leído mal y que realmente una editorial me había contactado (#oseamuyferrrrrrteeeee), cuando decidí con todo el morro pedir ayuda a CP (escritora entre otras cosas) y al letrado JB, compis del cole; y me asesoraron DE LUJO (mil gracias; sabéis que correrán sidras de mi cuenta, o lo que ustedes queráis, hermosos). Finalmente me decanté por la segunda opción (publicación tradicional).

Así que, una vez habiendo anunciado la noticia a mis próximos, que tanto me aguantan (sobre todo la Tita Geóloga, es decir, mi hermana Silvia), y dicho todo esto, lo anuncio aquí en mi inconstante blog. Porque pienso que, de esta forma, no habrá vuelta atrás. 🙂

Por lo tanto y concluyendo: os cuento que, con más miedo que vergüenza… voy a escribir un libro.

Y que sea lo que Zeus quiera. 🙂

 

Más vale tarde que nunca: fin de curso en Villamocos 2016-2017.

Un clásico de este blog año tras año es el balance del curso que, desde un punto de vista maternal, plasmo aquí. 🙂 Y este año no podía ser menos. Que no, que por mucho lío que una tenga, por mucha reforma de casa nueva, por mucho artículo, por mucha VAGANCIA también -por qué no decirlo-, mis criaturas no se pueden quedar sin su post anual.

Allá vamos.

Miss Trotona:

Ay, mi trotoncilla de mis entretelas y de mi corazón… Qué capacidad tienes, hija mía, de hacer fácil lo difícil, para ti y para todos los que te rodean. Como sigas así vamos a acabar encargándote hacer la declaración de la renta, preparar las maletas de los cuatro, organizar las comidas de la semana y además ser la coach de todos y cada uno de los miembros de tu familia. 🙂

Has terminado 6º de Primaria en tu línea: sin grandes celebraciones, sin excederte en expresiones de alegría (mejor dicho, apenas sin manifestar ninguna), con buenas notas (la peor, un “bien”, que ya sabíamos que te ibas a llevar) y sobre todo con tu apabullante temple. Lo que cuando eras pequeña era alegría arrolladora (y quien dice alegría, ya se sabe, dice alboroto…) se ha ido transformando en tu paso a la pubertad en templanza, o dicho de otra forma, capacidad para aceptar las cosas tal como vienen y así y todo volverlas en tu favor. Nunca te he visto tambalearte emocionalmente, NUNCA. En una edad en la que -con un pie en la adolescencia- las relaciones con tus iguales, el aspecto físico, las modas, o con quién te vas a sentar en el autobús de la excursión escolar son temas de primera magnitud, tú te has bandeado estupendamente nadando por esas aguas como una sirena (algo despistadilla, eso sí) 🙂 . Lo dije otros años y lo repito éste: aprendo de ti cada día. La palabra de moda es resiliencia; para mí va a ser trotonismo, en tu honor. ;-). De hecho, a partir de hoy acuño el término al menos a nivel doméstico. 🙂

También has terminado Primero de Profesional en el conservatorio. De nuevo, sin grandes alharacas; pese a tus muy destacables notas en todo lo que tiene que ver con el oído musical y la composición, y tus notas bastante buenas en instrumento (aunque reconocerás que tienes que estudiar más), pareciera que no le concedieses ninguna importancia o que, al menos, no esperases ninguna alabanza. Pues SÍ: te has esforzado y eso merece un reconocimiento.  🙂

Por otra parte, has cerrado el año dejándonos claro que, en tu vida, el Hip Hop ha llegado para quedarse. 🙂 Sorpresas nos da la vida: si me llegan a decir que iba a tener una hija que alternara el arco del violonchelo con la indumentaria para bailar Street Dance con esa soltura, no me lo creo. Eso sí, cariñito… amo a relajarno un poquito, que lo de estar haciendo M.J. en la cola del súper, practicando tu twist al lado de la sartén con aceite o el moonwalking mientras te lavas los dientes a las 8 de la mañana, hija, como que nos saca un poco de quicio… 🙂 En cualquier caso promocionas de nivel para el año que viene y, como es muy importante para ti, para mí también lo es.

Pero nos tenías más sorpresas reservadas y cómo no, han venido de la mano de tu apabullante creatividad. ME ASOMBRAS, hija. Me quedo sin palabras ante los inventos y los apaños que salen de tu cabeza de aún 11 años. Y que sepas que siempre voy a intentar buscar la manera de que desarrolles todo ese potencial creativo… de hecho ya tengo algunas ideas. 🙂

Enhorabuena por este curso, Miss Trotona; y gracias por darme mucho más de lo que yo (creo) te doy a ti.

Se pelean, discuten, se enzarzan… pero da igual: yo sé que cada una tiene en la otra la mejor amiga forever and ever 🙂

Miss Berrinche:

Pequeña, petite, bombón… lo suelto así sin anestesia: enhorabuena por haberte superado a ti misma en este último curso escolar. Has terminado quinto de primaria, curso que históricamente es de los más dificilillos (tú y yo sabemos que tu hermana el año pasado atravesó algún apuro que otro) y mira tú por dónde que ha sido el año en que mejores notas has sacado. De todas formas, tu logro más importante no ha sido éste, sino lo que has crecido en madurez y sentido común. Siempre fuiste una niña responsable, pero es que este año ¡me has dejado boquiabierta! Atrás quedaron esos tiempos en los que tu padre y yo teníamos que ir tras de ti recordando fechas de exámenes, mochilas de gimnasia y trabajos de sociales. Ya lo tienes dominado y eso nos ha permitido tirarnos a la bartola, en cierto modo, la mayor parte de los días. 🙂  Por otro lado, me ha encantado ver cómo has sido feliz todos y cada uno de los días en tu colegio. Has cambiado de “mejor amiga” varias veces, como corresponde a tu edad, pero te has mantenido íntegra en el respeto a todas ellas (y a todo el mundo). Te das cuenta, pese a lo pequeña que eres, de lo fácil que es herir a alguien con tus actos y/o palabras, y por eso mismo, no lo haces. 🙂

En el conservatorio, lo que este año has demostrado es humildad; tarea nada fácil cuando la hermana mayor la precede a una. Y digo esto por lo que tú ya sabes: en cónclave familiar y estando todos de acuerdo, decidimos que repitieras 4º de Elemental y por tanto no te presentases al examen de pase de grado para pasar a Profesional. Cariño, créeme que sabemos que HABRÍAS APROBADO, y créeme que si volviera atrás también querría que tu hermana hubiese repetido (y así habría sido), porque empezasteis muy pequeñas en el conser y prisa no tenemos ninguna. Así que te agradezco la lección de sensatez que nos has dado aceptando de buenas a primeras que repetirías, incluso habiendo pasado más de medio curso yendo a una clase extra de lenguaje musical a varios kilómetros de casa. Gracias de nuevo por ser tan madura, Petite [Ah: que sepas que tu madre es oficialmente la madre llorona del conservatorio, de los hipos que daba oyéndote cantar como solista en el concierto de coro]. 🙂

Y tu baloncesto, Miss Berrinche, ¡cómo no, tu baloncesto! De tocar tímidamente el balón el año pasado a arañar al contrincante si es menester 🙂 (que sabes que no está bien). Pero no sólo ha sido el basket: nos has demostrado lo intrépida que eres saltando barrancos y descendiendo cañones, metiéndote con tu tablón a surfear olas gigantescas y esquiando pistas rojas-casi-negras. Ojalá siempre disfrutes tanto del deporte, pero por favor, sé prudente, que has puesto mis coronarias al límite en más de una ocasión. 🙂

Y sí, tú también tenías una sorpresa, un as bajo la manga: resulta que eres una pedazo de escritora en potencia. 🙂 Anonada me quedé cuando leí tu primer escrito, a la sazón impregnado de suspense y terror psicológico, meses atrás; y el último, absolutamente humorístico, acerca del día en que naciste (y eso que el monólogo de Gila -“Cuando nací, no había nadie en casa, que mamá había salido a hacer la compra”- nunca lo has escuchado). 🙂 Seré pesada e insistente, mi pequitas, para que NUNCA, NUNCA, dejes de escribir.

Enhorabuena, Miss Berrinche, por cerrar otro curso siempre creciendo, siempre sumando, siempre multiplicando. Mi gran pequeña enorme. 🙂 

Fin del post manterno-villamoquil. En breve… alguna sorpresa habrá. 🙂

 

Empieza el fin de curso.

Paradójicamente «empieza un fin», si leemos el título otra vez. Pues sí: los meses de mayo y junio son una auténtica gymkana en lo que a la vida escolar se refiere.

En Villamocos,

  • Ha habido que preparar el traje de chulapa de San Isidro para una niña, con clavel y mantón y todo; para la otra niña no, porque en sexto de primaria ya no llevan, pero así y todo la que no llevaba quería de todas formas su clavel.
  • Ha habido que llevar la cuenta de los múltiples globales de mates, lengua, ciencias,… y planificar su estudio compaginándolo con el conser. Además, estar pendiente de las clases de refuerzo dirigidas al examen de inglés de Cambridge.
  • Ha habido que decidir indumentaria para el concierto de chelo del día 17, y por supuesto ensayar «más» los días previos; también avisar a los profes del cole de que ese día no harían deberes. Por otro lado, están pendientes los conciertos de coro; según el curso de las niñas y su voz (soprano, contralto…) llevarán verde por arriba y blanco por abajo, o viceversa. Hay que preverlo y tenerlo preparado. También quieren pintarse el pelo de verde previo paso por la tienda de disfraces del barrio a comprar el spray. Y claro, saberse sus voces (ensayan en el coche).
  • En el cole, bullen las excursiones y las actividades al aire libre: ha habido que preparar aparejos para una salida en bici a mitad de semana, con casco, botellita y demás. Y por supuesto, el festival de fin de curso está a la vuelta de la esquina: urge idear una coreografía y ensayarla, para bailarla con los compañeros.
  • El tiempo está loco: un día hace un calor tremendo y al siguiente llueve y la máxima temperatura son 12 grados. Ha habido que mirar la predicción del tiempo a diario y, según la misma, decidir si al día siguiente llevamos leotardos y abrigo o calcetines y chaquetilla.
  • Los viajes y excursiones de fin de semana se multiplican ante el incipiente buen tiempo: ha habido que hacer muchas maletas desde marzo para acá. Además, en mayo-junio se concentran los cumpleaños de los amiguitos: hay que organizar asistencia y pensar regalos.
  • Ha habido que estar pendiente de solicitar plaza para el campamento de final de curso del cole, porque si tardas en solicitarla te puedes quedar sin ella. Es un poco estresante. 🙂

Me gusta cuando los días empiezan a hacerse largos. ¡La luz de Madrid!

Podría seguir pero ya paro, porque pensaréis:

«Y ésta, ¿Por qué piensa que estamos interesados en todo su esfuerzo como madre (y/o padre)? ¡Si todos los que tenemos niños hacemos lo mismo!…». Pues os lo cuento porque todo lo que he escrito arriba LO HAN HECHO LAS NIÑAS. Yo no he movido un dedo. No he hecho nada de esto, no me he encargado de nada. Ya todo lo hacen ellas. 🙂

Porque ya se me han hecho mayores…

y yo estoy feliz por un lado; pero por otro, miedo me da la siguiente fase. Miss Trotona está a puntito de recibir su primer móvil al empezar la ESO.

Oh my dog: Winter is coming… 🙂

Lo que necesitas saber si quieres que tu hij@ estudie música.

Me lanzo a escribir un post acerca de algo que me han preguntado, y mucho, a lo largo de los últimos años: «Quiero que mi niñ@ estudie música, ¿Cómo lo hiciste tú, Sara? ¿Merece la pena?«.

Mis dos hijas cursan estudios de música en el Conservatorio. Voy a intentar desgranar el por qué quisimos sus padres que así fuera, y el cómo, que es lo que más me consultáis.

¿POR QUÉ?

Es fácil de sintetizar: mi consorte estudió música de niño y adora la música, y yo estudié música de niña y adoro la música… ¡Más claro, agua! 🙂 Queríamos lo mismo para nuestras hijas. Los beneficios que la formación musical tiene en el desarrollo infantil están sobradamente contrastados (en matemáticas, lenguaje, control del propio cuerpo, memoria, atención… os recomiendo leer al respecto: por ejemplo esto), aunque nosotros no nos movíamos sólo por este motivo. Queríamos que las niñas disfrutaran, y para ello nada mejor que poder ellas mismas tocar y cantar, no sólo escuchar. Por otro lado, la responsabilidad que han adquirido a lo largo de estos 5 años para poder compaginar sus estudios de música con el colegio sé con seguridad que las ayudará mucho en el futuro para organizar su tiempo y optimizar su capacidad de desempeño.

¿Cómo?

Quiso el destino que acabásemos viviendo cerquita de uno de los conservatorios públicos de Madrid, así que desde el principio fue nuestra primera opción. Para ingresar en un conservatorio hay que hacer una prueba de acceso, que cada centro avisa con suficiente antelación (normalmente la primavera anterior al curso que se pretende iniciar; estamos a puntito por tanto). Un niño puede empezar desde cero, es decir, en 1º de enseñanza elemental (EE), u optar por incorporarse en un curso más avanzado (segundo, tercero o cuarto de EE, o enseñanza profesional, EP). En el primer caso, la prueba de acceso evalúa primordialmente las APTITUDES (y actitudes) musicales de un alumno; es decir, se valora sobre todo que tenga OÍDO musical para la melodía y el ritmo; pero no es necesario que sepan nada de música en absoluto. En cambio, para incorporarse a cursos más avanzados la prueba consiste en un examen de los contenidos requeridos (lenguaje musical e instrumento), es decir, el niño tiene que demostrar sus conocimientos ya adquiridos. Miss Trotona y Miss Berrinche hicieron la prueba de acceso a EE, es decir, para «partir de cero» en el Conser.

En cuanto a la edad: casi todos los centros recomiendan que para comenzar 1º de EE el niño tiene que tener un mínimo de 8 años, es decir, hacer coincidir ese curso con 3º de Primaria. Esto es así, entre otras cosas, porque los contenidos de lenguaje musical requieren habilidades en lecto-escritura y matemáticas básicas. Pero, por otro lado, es bien sabido que cuanto antes se empiece con el instrumento, mejor… así que en nuestro caso nos lanzamos y presentamos a las niñas un año antes de lo recomendado, es decir, para que cursaran 1º de EE del Conser con 2º de Primaria. Un año Miss Trotona y al siguiente Miss Berrinche. ¡Y pasaron la prueba! y ahí están las dos… 🙂

Pero si volviera atrás, reconozco que no habríamos corrido tanto, probablemente: los primeros años les costó bastante entender Teoría de lenguaje musical (y más cosas), así que si volviésemos al pasado las presentaría un año después, con 8 años. Pero tened en cuenta que esta es mi opinión y que habrá padres que opinen exactamente lo contrario.

Y ¿cuánto tiempo les lleva? ésta es la pregunta del millón que todo el mundo me hace… Pues a ver: por un lado están las horas de clase y por otro el estudio en casa. En general (hay variaciones según centros), las clases son unas 4 horas a la semana: 2 horas a la semana de lenguaje musical, 1 hora de instrumento, 1 hora de coro y/o 1 hora de orquesta. Hay familias que prefieren juntarlo todo en dos días a la semana y otras, en cambio, prefieren ir cada día una hora… nosotros, como vivimos cerca, nos da un poco igual.

¿Y de estudio en casa? pues, como en el colegio, creciente a medida que suben de nivel. Pero en líneas generales y a lo largo de enseñanzas elementales, con tocar 20 minutos al día (aunque algún día no se puede…) y emplear media hora o una hora a la semana (durante el fin de semana) para lenguaje musical, al menos nosotros nos hemos apañado. Cierto es que, como nosotros hemos estudiado música, podemos explicarles; y el tiempo neto quizá sea menor.

En cualquier caso, mis hijas siguen teniendo muuuuuchos ratos al día de «Mamá, me aburro. Mamá, qué hago… mamá, déjame el iPad». Una vez terminados los deberes y el estudio del colegio y conservatorio, se entiende. Así que por el momento y hoy por hoy, van bien de tiempo, aunque no sé lo que durará esto ya que tenemos la ESO a la vuelta de la esquina. 🙂

Otro apunte que debo hacer es que el conservatorio de ahora no es el que yo viví en los años 80-90. Ahora es mucho más satisfactorio para el niño estudiante: tocan y cantan en grupo desde el principio y además el peso de la docencia la lleva el instrumento. 🙂

Tocando bandas sonoras de pelis de acción también se aprende. 🙂

Mi conclusión a día de hoy es que, si volviera atrás, volvería a matricularlas en el Conservatorio. 🙂

Aquéllos que queráis, ya sabéis que podéis consultarme al correo del blog unfonendoenvillamocos@gmail.com

Hasta el próximo -e imprevisible-post! 🙂

Así sí, Lucía; así, sí.

Por el título del post ya sabréis que me estoy refiriendo abierta y descaradamente a este post de Lucía, mi pediatra. Lucía, espero que no te moleste, 🙂  que ni te he pedido permiso, pero oye, como paisanas y compañeras de la facultad que somos, me he tomado la libertad 🙂

Y digo que «Así sí, Lucía», porque me ha parecido muy valiente por su parte el poner los puntos sobre las íes al gigante textil español, ya que ella seguramente sabía el tirón que iba a tener su post (a Lucía la siguen muchísimos lectores). Lo dicho: muy valiente.

Porque esto es lo que hace falta: reivindicar, protestar, quejarse y hacer lo posible para que de una santa vez dejen de mostrarse cuerpos femeninos que ya no digo que no sean reales (porque desde luego difieren mucho de cómo son la mayoría de cuerpos femeninos), sino que además se alejan de lo que debe ser el concepto de cuerpo SANO. Que es lo importante, un cuerpo sano, y ya el que se vea bonito o no dependerá de los gustos de cada uno. Que yo en eso no me meto.

Y sí: como a Lucía, me toca este tema porque tengo dos hijas que se acercan a edades «peligrosas». Y no quiero que lo pasen mal como yo lo pasé en su día… tuve unos años de efervescencia hormonal en los que pesaba tranquilamente 15 kilos más que ahora. Pero además, resulta que medía (y mido) 1,72… y eso significa que para mí tener una talla 40 ó 42 es estar delgada (y sana). Y mis hijas llevan mis genes. Pues ojalá hubiera sabido yo, a mis 18 años, que sólo por mi altura no iba a encontrar ropa de talla «estándar»… yo creía que estaba gorda ¡y sobrepeso no he tenido en la vida!

Lo que pretendo con este post  es contribuir al pataleo que ha surgido a raiz del anuncio de Zara, porque me parece un pataleo muy necesario. Y porque haré lo que sea para que mis hijas (y mis sobrinas, y mis pacientes) deseen tener un cuerpo capaz de encestar, correr 5 kilómetros o esquiar todo el día, o un cuerpo capaz de gestar, parir y amamantar, o un cuerpo capaz de tocar el chelo, aprender a hacer ecuaciones y hablar otro idioma. Por poner varios ejemplos. Quiero que aspiren a eso, no a tener una puñetera talla 36.

El anuncio de la polémica…

Así que Zara, y el resto de marcas de ropa: por favor, mostrad chicas saludables. Con buen color. Contentas. Musculosas, incluso. De varias tallas. DE VARIAS TALLAS, es mi opinión, tanto a lo ancho como a lo largo, que en España hay mujeres que miden menos de 1,60 (la mayoría, probablemente). Y si no sois lo suficientemente valientes como para cambiar el modelo de modelo (y valga la redundancia) al menos no os riáis de nosotras (y ellos) diciendo que eso son curvas. Porque somos nosotr@s los que nos partimos de la risa, vaya.

Preadolescencia: micro-relato.

Un martes más. El martes es el día más complicado en Villamocos: hay que recogerlas del cole por la tarde, llevar a la primera al conservatorio, regresar a casa, llevar un hora más tarde a la segunda, regresar a casa, volver al conser a recoger a la primera, regresar a casa, y finalmente encaminarse al conservatorio de nuevo a recoger a la segunda. En el ínterin, sus padres intentamos adelantar algo de trabajo, ayudar a la hija que está en casa con lo que no entiende de los deberes y planificar cenas. Total: que el martes es el peor día, queda claro, punto pelota.

Pero ha habido unas pocas ocasiones este curso en las que, por fuerza mayor, los padres de las criaturas tuvimos que dejarlas «en bloque» a las dos nenas en el Conser toda la tarde del martes.

Hija, lo siento, pero esta tarde tenemos jaleo. Llévate la tarea al Conser y allí vas a la biblioteca a hacer los deberes durante la hora que no tienes clase… toma 1 euro para comprarte algo si tienes hambre….

Jo, mami… ven pronto.

-Sí, sí, enseguida, y cualquier cosa me avisáis, ya sabes...

Pero resulta que de un mes, más o menos, para acá, las tornas han cambiado.

Mami, no te preocupes por hacer tantos viajes esta tarde. Nos dejas a las dos en el Conser a la vez y luego ya vienes a por las dos juntas…

Pero, ¿estás segura? ¿no te vas a aburrir de 7:30 a 8:30? ¿Qué vas a hacer?

No te preocupes, mami, que voy a la biblio a leer o a una cabina a estudiar.

Me encanta el conser al principio de las clases. Pasillos vacíos de gente pero llenos de sonidos provenientes de instrumentos afinando :-)

Me encanta el conser al principio de las clases. Pasillos vacíos de gente pero llenos de sonidos provenientes de instrumentos afinando 🙂

Hasta que caí del guindo, observando tras la cristalera de la puerta de entrada esperando a que los bedeles me abrieran.

Ya no se aburren en el conservatorio. Al contrario, les gusta pasar tiempo allí, me refiero a tiempo fuera de clase. Hay aliciente. 🙂 Porque sucede que tienen su grupete. Su pandilla, su círculo… del Conser. Complementa al del colegio. Los ratos de Conser sin clase son como los recreos del cole: tiempo para jugar (cada vez menos) y charlar (cada vez más). Y les encantan, quieren pasar tardes allí, porque allí están parte de sus amigos. Con los que hablan de la versión de los Beatles que han tocado en Audiatur o que Bach es un rollo, pero, a fin de cuentas, hacen piña de identidad, que al final, en eso consiste la adolescencia.

La Naturaleza se abre camino… 🙂

Mi 2016.

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Enero fue una porquería de mes, así que pasapalabra [Ellas: No, mamá, acuérdate de que compramos por fin la tele grande. Mami, Enero moló por eso]. [Yo: Vaaaale]; en febrero me disfracé de tres cosas distintas en 24 horas, algo que no había hecho en mi vida, y me enganché a la sopa de miso; todo esto, en Galicia, mirá vos, y mientras tanto, en Madrid, empezamos la búsqueda de los nuevos head quarters de Villamocos; en marzo, nuevamente disfruté como una enana esquiando, pero, sin duda, lo importante de este mes fue que aquí donde me veis OFICIÉ una ceremonia de boda, con un par, ea, con todo el morro, y ni tan mal… tenía su punto lógico: los novios son mis primos (que no primos entre ellos como dice la canción de Lorca, sino primos míos cada uno por su lado)… gracias, queridos míos, qué pena que el alcalde decidiera abortar la ceremonia por sus fueros antes de tiempo,… aunque, ¡siempre nos quedará la anécdota! 🙂 Abril fue el mes del año 2016 por excelencia: mi segunda sobrina vino al mundo mediante un parto feliz y sin complicaciones (pese a haber estado a punto de nacer la chiquilla en el portal de casa)… 🙂 Mayo fue un mes «montaña rusa» y punto pelota.. :-). Junio estuvo marcado por el fin de curso de las nenas, aunque este año (casi) todo el protagonismo se lo llevó Miss Trotona con su examen de pase de grado en el Conservatorio, que ella vivió básicamente con cero estrés y total jolgorio, alegría y cachondeo 🙂 … Julio y Agosto fueron meses de alternar un Madrid tranquilo con una Asturias que disfrutamos más que nunca, de buen tiempo continuo y gélidas aguas cantábricas (que tragué abundantemente, pero es que quién me manda a mi edad adentrarme en determinados deportes 🙂 )… Septiembre y la sempiterna vuelta al cole me pilló desprevenida porque faltaban las segundas vacaciones: repetimos Menorca, esta vez con nuestros amigos vidis, y acertamos DE PLENO; además, me engancho a Netflix;  Octubre,… por fin ME ATREVÍ A HACER ALGO que llevaba cavilando muchos meses, una pequeña locura muy pensada, con alguna tentativa previa que no había sido consumada: me corto el pelo más corto, casi, que nunca,… y al final resulta que no es para tanto, y de hecho quizá repita 🙂 ; Noviembre, congresos, empieza a animarse la pediatría con los primeros fríos, primer concierto del curso de las nenas, vuelvo a dibujar y pintar (una ilustración para la Dra. Spock); Diciembre cumplo 40 y tengo la mejor fiesta que podría haber imaginado, encontramos nuevo nido, y el año termina como está mandado: con buenísimos propósitos…

Hola, 2017, pareces majo, espero caerte bien 🙂

De paseo por Oviedo…

Post relámpago: paseo por Lloviedín del alma en el típico día de las vacaciones de Navidad. 🙂

Parada 1: vamos a comer oricios en la sidrería Gran Vía, un clásico en los meses de invierno para recargar mi tiroides de yodo y mi alma de salitre (Jodó, Ay que ver qué poeta llevo dentro).

Hija Adolescente: «Mamá, qué asco, por favor, no sé cómo puedes comer oricios, yo passsso«.

Hija Niña: «Mami, quiero bígaros, ¿Pedimos bígaros? Porfa, porfa, porfa…»

Parada 2: se supone que es volver a casa.

Hija Adolescente: «Mamá, en serio, ¡necesito comprarme una falda y unas botas! ¡sólo tengo una falda, mamá!»

Hija Niña: «Mami, ¡mira! la Mafalda del Parque San Francisco! Hazme una foto con Mafalda, porfa porfa porfa mami…»

[En cualquier caso, no me voy a casa a dormir la siesta]

adolescente

Parada 3: Corte Inglés.

Hija Adolescente: «Mamá, vamos a la sección Joven, que en Niños todas las faldas son tutú, y no me molan nada».

Hija Niña: «Mami, tengo ganas de hacer pis, y tengo hambre, y tengo sed… Mami, tengo sed«.

[Parada técnica: cafetería]

PARADA 4: TERMINAMOS LAS COMPRAS EN EL CORTE INGLÉS.

Hija Adolescente: «Mira, mamá, un Claire’s como el de La Vaguada, ¡quiero comprarme con mi dinero ahorrado un parche para la chupa vaquera

Hija Niña: «Mami, mami, ¡mira! La estatua de Rufo, ¡hazme una foto con la estatua de Rufo!«.

PARADA 5: VUELTA A CASA.

Hija Niña: «Mami, cuéntame historias de cuando yo era pequeña, anda, porfa, anda, porfa…»

[Se las cuento. Las escenifico]

Hija Adolescente: «MA-MÁ, POR-FA-VOR, DEJA DE HACER EL TONTO POR LA CALLE».

[Me recoloco y dejo de hacer el payaso por la Calle Uría]

 

Si habéis leído hasta aquí, seguro que habéis pensado: obviamente, la hija adolescente es Miss Trotona, de 11 años, y la hija niña es Miss Berrinche, la pequeña…

PUES NO. Y aquí viene la sopresilla del post (que publico por si os sirve a progenitores de preadolescentes):

TODO lo publicado corresponde a mi hija mayor, que se debate entre la infancia y la adolescencia cada instante de su actual vida. 🙂 Salta de un estátus a otro con facilidad pasmosa y yo, lógicamente, estupefacta me quedo. No sé cuándo tengo niña y no sé cuándo tengo adolescente. Va por minutos. Pon un preadolescente en tu vida, no te aburrirás. 🙂

[Por cierto, la historia de la tarde termina así]:

Hija Adolescente: «Mamá, estoy agotada… ¿Cogemos un taxi en el Parque San Francisco? Porfa…»

Hija Niña: «Mamá, no hay taxis… ¿Y si vamos a la tirolina del Parque San Francisco? ¡¡¡Mami, vamos a la tirolina!!!

[Acabé en la tirolina, claro está, con dos cojones, con mi preadolescente, que era la mayor entre una jauría de críos de 6 años].

Post dedicado a mi referencia en adolescentes, o sea, mi amiga del alma la Dra. Ingridbergman. 😉

 

 

Los besos de los niños.

Ya sabéis que me encanta comentar lo que se cuece (tengo una prima que, en esto, es igual que yo; ya sabréis dentro de poco por qué lo digo 🙂 ), y estos días se habla mucho de este tema en las redes sociales.

¿Deben los niños dar besos siempre que se les pida?

El debate más intenso nació hace ya un tiempo, cuando a alguien se le ocurrió abiertamente cuestionar el tan habitual «Pepito, dale un beso a la señora«, proclamando que los niños NO deben dar besos si no quieren.

Como tantas veces en los asuntos relacionados con los niños y la crianza, merece la pena PARARSE Y PENSAR. Porque, aunque a primera vista pueda parecer una cuestión banal, en el fondo no lo es, ni mucho menos.

  1. ¿Recuerdas, madre o padre hoy adulto, cuando eras un niño y te pedían que dieras un beso a un señor que no conocías? ¿Te gustaba? ¿O más bien te desagradaba?
  2. ¿Qué tiene de bueno que tu hijo/a obedezca esta orden? ¿Es una mera cuestión de educación?
  3. ¿Y qué tiene de malo?
  4. Cuando a tu hijo/a de 16 años le pida un beso un compañero/a del instituto, ¿Quieres también que obedezca a pies juntillas?

… Y, como tantas veces en los asuntos relacionados con los niños y la crianza, la respuesta «esto se hace así porque siempre se ha hecho así» puede no ser válida, y de hecho en mi opinión no lo es.

Los besos de otros nenes se soportan mejor. Aunque vengan cargaícos de virus, como en este caso (Miss Trotona y Miss Berrinche a los 14 y 0 meses).

Los besos de otros nenes se soportan mejor. Aunque vengan cargaícos de virus, como en este caso (Miss Trotona y Miss Berrinche a los 14 y 0 meses).

Yo me decanto:

No obligo a mis hijas a dar besos y abrazos a quien no quieren. Las razones que para mí son válidas (PARA MÍ) son las siguientes, respondiendo a las preguntas que planteé líneas arriba:

  1. Respondo que no: no solía gustarme. Y cuanto mayor era el solicitante del beso, menor era mi inclinación natural a dárselo. Los niños tienen escrúpulos, más que los adultos incluso. Qué horroroso era para mí, a los 6 años, tener que besar a una persona «mayor» que olía a tabaco y me dejaba «babas» en mi mejilla.
  2. Educación: soy partidaria completamente de enseñar a los niños normas de civismo, por supuesto. Y creo que un «buenos días», un «encantado de conocerte» o un «Feliz Año Nuevo» son fórmulas del todo adecuadas en niños de cierta edad. Pero un beso es algo bastante íntimo, y los niños así lo sienten. Los adultos, en realidad, lo sentimos igual: no damos besos así como así, fuera de la consabida fórmula (española) de los-dos-besos-junta-mejillas. Un SOLO beso tiene mucho más significado que dos, ¿o no?
  3. Por un lado, dicen que lo que tiene de malo es que los niños pequeños pueden confundirse y pensar que cualquiera tiene derecho a «contactar con su cuerpo» y permitir en ulteriores ocasiones que otro adulto traspase una barrera que no debe traspasarse (no, no penséis que hablo de fantasmadas, que estas cosas ocurren más de lo que la gente cree). Yo no tengo tan claro el peso de esta razón: creo que a los niños hay que explicarles desde bien pequeños que nadie puede traspasar dicha barrera, independientemente de los convencionalismos sociales. En cambio, lo que sí me parece cierto es que forzar al niño a dar besos es exigir que un niño haga algo que le disgusta sin ningún fundamento sólido. Y esto, creo yo, recala en lo de siempre: falta de respeto al menor, considerada a menudo como algo normal. Que un niño quiera cruzar la calle cuando el semáforo está en rojo y pasan coches es algo que todos comprendemos que debe prohibírsele, y explicársele. Pero, ¿qué explicación razonable tenemos para obligarle a dar un beso a un desconocido? Realmente, ninguna.
  4. No, no quiero que besen, ni abracen, ni se acuesten, con nadie que no deseen. Nada más que añadir, señoría. 🙂

A menudo, los papás de los nenes de mi consulta les animan a darme un beso cuando se van.

Muchas veces me lo dan con diligencia (de momento; ya veremos cuando tenga 20 años más, no el paciente, sino yo 🙂 ), pero cuando les veo dubitativos, rápidamente corto con un «Bueeeeeeno, los besos son un poco rollo, ¡mola más chocar los cinco!» y les ofrezco mi mano… Os imagináis la respuesta, ¿no? ¡¡¡Give me five!!! Y todos contentos. 🙂

Al respecto, me ha gustado y mucho el post que escribió hace nada Mónica, de Desmadreando, os lo recomiendo. Y, como siempre, no soy una fundamentalista ni en esto ni en otras cosas. Pero hay nenes que… lo pasan mal.

PD: Este post ha surgido a raíz de la conversación mantenida anoche con mis amigas de siempre, en Oviedo. Gracias por sacar el tema, C. 🙂

PD2, añadida al día siguiente y tras ver el revuelo organizado. Mis hijas suelen dar besos a sus abuelos, tíos y primos, y supongo que es básicamente por simple imitación. Como siempre han visto que entre familiares nos damos besos, pues ellas lo hacen también. Nunca se han negado, la verdad es que no; nunca. Y reconozco que quizás me habría resultado incómodo que les negaran un beso a sus tías o abuelos… no lo sé. 🙂 Y ya, acabo por hoy! 🙂